De mis labios sale un “te he echado de menos” a lo que él responde con un breve beso que provoca toda suerte de reacciones químicas en mi cuerpo y mente, lo que se traduce por escalofríos, calor, y excitación; muchísima excitación. Roza su nariz con la mía, una nariz que me encanta, y no para de sonreírme a riesgo de matarme de un infarto. Mis labios tocan de nuevo los suyos, se pierden entre ellos, sin prisa, infinidad de veces, sintiéndolos como la primera vez en cada beso. Le abrazo y me abraza, escucho su respiración tranquila en mi oído, siento su aliento en mi cuello y puedo oler su aroma, mezcla de colonia, tabaco y el garaje en el que se ha pasado el día. Bajo mis manos de su cuello hacia su camiseta, y cuando tiro hacia arriba le escucho reírse por lo bajo. Yo también sonrío, mordiéndome el labio. Se sienta sobre mis piernas con el torso descubierto, y paso mis manos palpando sus tersos músculos, sus amplios hombros, y su pecho hasta el ombligo. Acaricio con las yemas de los dedos el vello bajo este y apenas rozo la piel justo por encima de sus pantalones de tela.
Su lengua inunda mi boca inesperadamente, y me aferro a su espalda mientras le saboreo intensamente. Deja de besarme igual que comenzó, y me mira mientras se lame los labios, saboreándome a mi también. Se mueve un poco hacia atrás en la cama, hasta dejar su boca a la altura del calor de mi entrepierna. Lo observa, me impaciento; su lengua roza mi piel, me muero. Y no deja de sonreír. Besa mi clítoris y mis labios menores con sus voluminosos labios, apretando mi piel entre ellos, succionando con delicadeza. No sé si dejar las piernas estiradas o si doblarlas, pero a él le parece mejor la primera opción, apretándome los muslos contra la cama. Su lengua se mueve despacio, me hace flotar, me da tanto placer que comienzo a gemir. Y al escucharme me susurra “lléname la boca de ti, quiero tragarte” y mi cuerpo obedece. Lubrico de manera exagerada por lo que siento, veo y oigo. Estimula mis cinco sentidos. Mi espalda se levanta de la cama cuando llego al orgasmo, agarrándole del pelo y doblándome mientras le aprieto a mí. En esos segundos estoy a su merced y lo único que quiero es que esos espasmos placenteros no paren jamás. Tengo el coño empapado, sensible y ardiendo, y en un arrebato se la saca de los pantalones, metiéndomela despacio.
Jadea con los labios entreabiertos, corta sus gemidos roncos, casi como gruñidos. Aprieta los dientes y cierra los ojos brevemente mientras echa la cabeza hacia atrás y escupe un “kimochi” al aire. Mueve sus caderas, sólo sus caderas contras las mías, llenándome con su cuerpo, estimulándome tanto que me tengo que agarrar a las almohadas porque me provoca otro orgasmo. Y es un orgasmo lento, que me recorre como olas desde las caderas al resto del cuerpo, sin dejarme respirar. Cuando más intenso lo siento sale de mi interior, y abro los ojos mirándole apretar los labios mientras se la agarra. Niega con la cabeza. Me siento en la cama y veo que una gota de esperma brilla en su glande. No quiere correrse, quiere seguir follándome, pero no puede evitar el placer que mi coño le provoca.
Le empujo por los hombros y le hago tumbarse de espaldas en la cama. Beso sus oblicuos, beso de nuevo el vello bajo su ombligo pero no me detengo ahí. Por supuesto que no. Apenas he llegado y ya huelo su polla, poniéndome más cachonda si cabe. Su olor corporal me excita, el sabor de esa solitaria gota de esperma me provoca un escalofrío por lo amarga que está. Pero le digo que es “oishii”, algo que le deleita. Me susurra que vaya despacio aunque era lo que pretendía. Ahora soy yo la que le controla. Saco la lengua y lamo sus testículos, su erección, su glande. Hincha los carrillos y deja salir el aire susurrando que va a morirse ahí mismo cuando se la acaricio con mi mano. Le sonrío. Me agarra del pelo y lo siguiente que sé es que su polla me ha llegado hasta la garganta. Es muy impaciente. Le miró fingiendo estar enfadada y succiono con fuerza cuando me la saco de la boca, haciéndole gemir y tirarme del pelo para que pare. Me río de él. Se molesta. Y me encanta cuando se molesta porque me castiga.
Me pone boca abajo con brusquedad en la cama, tira de mis caderas y me folla sin miramientos. Me dice que soy una guarra, que soy su puta, y yo le digo que es un cerdo y le deseo que se vaya a tomar por culo. Me tira del pelo, sonrío. Me azota el trasero y gimo. Me da tan fuerte que separamos la cama de la pared. Siento pinchazos justo debajo del ombligo, hasta ahí entra en cada embestida. Pero el placer lo inunda todo, incluso esa parte del cerebro destinada al dolor, Tengo la boca abierta, los ojos en blanco, y la garganta dolorida de tanto jadear. El orgasmo es tan violento que no puedo parar de apretar los dientes mientras me gime en el oído de manera aguda, cada vez más fuerte, aumentando como sus embestidas. Me da la vuelta y se queja porque no quiere correrse. Se la agarro, empapada de mi coño y le obligo a metérmela de nuevo, moviendo las caderas. Se deja llevar en mis brazos, se mueve al mismo ritmo que yo, y me he corrido tantas veces que estoy agotada. Entonces cierra los ojos, deja de respirar y tensa los músculos. Pego mis caderas a las suyas, moviéndome muy despacio al notar los espasmos de su polla cuando eyacula en mi interior. El gemido que sale de entre sus labios, tembloroso, largo y gutural me hace gemir.
Menuda inspiración más poética. Chachi.
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Me transporto…me llevo de la mano a tu inspirada mente…gracias!!!^^de verdad gracias!…sublime ♥…lo siento me he emocionado mucho…
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Gracias nenas!!! ❤ ❤
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Bien escrito y contado y eso es decir muchísimo. El ritmo es el adecuado y la estructura lineal. Me ha gustado. Felicidades!!!
Un saludo.
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Muchas gracias 🙂
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Simplemente Kakoii…!!!
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