Watashi tachi no Himitsu

Watashi tachi no Himitsu = Nuestro secreto

En este fanfic sale tal cantidad de gente famosa que los voy a ir poniendo conforme salgan, ¡Así que atentos a los links! Lo escribí porque vi un programa de mis chicos de TOKIO en el que estaba de estrella invitada Horikita Maki.

 Si es que se pone tontísima con él (normal)
Y siempre he tenido esa tonta obsesión de que Horikita Maki y Nagase Tomoya tendrían que casarse y tener niños. Y ese programa fue la excusa perfecta para este fanfic. Tiene datos reales (la mayoría) pero algunos me los invento un poco xD! Aquí os dejo los que más van a salir:
Los miembros de Tokio
(de izq a derecha) Mabo (Matsuoka) y Taichi
Gussan (Yamaguchi Tatsuya) y Leader (Joshima Shigeru)
Y obviamente NAGASE

 Que me gusta el pelo que le ponen últimamente ♥

Nishikido Ryo 
(te como)
 Ikuta Toma
Meisa Kuroki 
(es la mejor amiga de Maki chan)
Horikita Maki  
(Pori chan, que es como la llama Meisa)
es tan bonita que akjdhskajdhashd
Las partes verdes son de Maki chan 
y las rojas de Tomoya kun ♥
Espero que os guste ^^
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1

Entre risas les agradecía el buen trabajo a todos y todos me lo agradecían a mí. A pesar de haber acabado de rodar el programa seguían diciendo y haciendo tonterías sin parar: Taichi le quitaba la comida que le quedaba a Nagase mientras este le gritaba que se estuviese quieto y Mabo se les acercó dándoles un golpe en la cabeza a cada uno. Se rieron, pero Taichi miró a Ryo san con una sonrisa encantadora.
 
– ¿Te vas a comer eso? – le dijo señalando su plato.
– ¿Eh? – lo miró y después miró a Taichi de nuevo – ah, no, toma.
– ¿¡Cómo?! – Dijo Nagase gritando exageradamente y haciéndome reír – ¡Eso no es justo!
– Puedes quedarte el mío – le dije dándoselo. Me sonrió y se acercó a mí para cogerlo.
– Gracias, Horikita-san – al coger el plato rozó mis dedos con los suyos y me sonrió con esa luz en sus ojos que solo aparecía cuando le ponían comida por delante.
– No es justo que esto sea un programa de cocina y que el único que coma seas tú – le dijo Mabo a Tatsuya.
– Yo no tengo la culpa de que seáis tan torpes leyendo kanjis – dijo quitándose el paño de la cabeza – qué ganas tengo de llegar a casa…
– Yo también – dije. Estaba cansada, llevaba todo el día trabajando, (para variar), y solo tenía ganas de acostarme en mi cama, con la tranquilidad y el silencio de mi casa.
– Yo había pensado que podríamos ir a tomarnos algo – miré a Nagase sobresaltada. Me observaba relamiéndose los labios y dejando el plato vacío en la mesa.
– ¿¡Eh?! – fue lo que me salió decirle.
– ¿Qué? Seguro que os habéis quedado con hambre – dijo mirando a Ryo y a los demás. Lo había dicho en general, no a mi sola.  Menudo susto me había dado, el corazón se me había descontrolado un poco, pero ya volvía a la normalidad.
– La verdad es que prefiero irme a casa – dijo Joshima – ya nos veremos otro día.
– Leader, vamos todos a cenar. Mañana no tenemos nada que hacer, tendríamos que aprovecharlo – le dijo Taichi, pero no se le veía nada convencido.
– Yo me voy contigo, si quieres te dejo en tu casa – dijo Tatsuya caminando a los vestuarios con él.
– Horikita-san, tu vienes, ¿verdad? – me preguntó Mabo. En realidad no tenía ganas pero como me lo habían pedido dos veces accedí. De todas maneras me lo pasaba muy bien con ellos.
 
Fui a los vestuarios a por mis cosas con Ryo y justo a mitad de camino, cuando nos separamos de los demás, le escuché reírse por lo bajo. Me miraba de reojo y sonreí al ver su expresión.
 
– ¿Qué es tan gracioso si puede saberse? – le dije.
– Menudo tonteo te traes con Nagase – me espetó de repente. Mire hacia atrás para comprobar que no nos habían oído.
– ¡Anda ya! ¿De donde sacas eso? – de repente sentía que mis mejillas ardían. Menuda estupidez.
– De tus risitas cada vez que te miraba o te decía algo. Y de que él no ha parado de hacer cosas para llamar tu atención. De ahí lo saco.
– Me parece que te estás equivocando… – dije riéndome.
– Estaba sentado entre vosotros, ¿Cómo voy a equivocarme? Más de una vez me dieron ganas de levantarme y cederle mi sitio.
– No quiero volver a hablar más del tema, es una tontería – dije entrando en el vestidor.
– Te gusta – se rió mientras se metía en el suyo.
 
Apreté los labios y negué con la cabeza, Nagase era solo mi senpai. Le tenía respeto y era una persona divertida, eso era todo. No tenía tiempo para pensar en esas cosas, tenía demasiadas obligaciones y mi carrera era más importante que esos asuntos. Además, era una locura, no había motivos para que él se interesase en mí y sus novias siempre tenían su edad o pocos años menos. Riéndome de las ocurrencias de Ryo, salí del vestuario a esperarle, apoyándome en la pared.
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Me quité el traje de chaqueta y cogí mi ropa de la percha escuchando los bostezos de Gussan.
 
– Pero mira que sois aburridos – les dijo Mabo.
– Que quieres que te diga, ya me he hecho a la vida casera y tengo ganas de estar con mi mujer – dijo bostezando de nuevo. Taichi cogió su ropa de la misma percha que yo.
– Está guapísima ¿Eh? – me dijo.
– ¿Horikita san? – la verdad es que más de una vez me quedé mirándola más tiempo del necesario. No entendía como podía tener unos ojos tan grandes – está mayor.
– Yo la sigo recordando como una niña – dijo Mabo poniéndose la chaqueta.
– Pero ya tiene veinticuatro años, no es una niña – dijo Taichi
– ¿Qué estás sugiriendo? – le dije entre risitas. Sonrió abriendo mucho los ojos.
– ¡Nada! Solo decía que ya es adulta, deja de pensarlo todo por el mal camino.
– Si, porque eso tú no lo haces – le dijo Leader pasando por su lado.
– Además – Taichi le siguió con la mirada sonriendo – siempre está de arriba abajo y haciendo cosas, no iba a tener tiempo para una relación ni nada parecido. ¡Pero repito que no esa no era mi intención! – dijo riéndose al ver que Mabo subía una ceja.
 
¿Siempre trabajando y sin tiempo para una relación? Esa historia me era familiar. Me puse los zapatos, cogí mi cartera, mi teléfono, el tabaco y me fui a la puerta. Al salir miré a mi derecha, y pasillo arriba vi a Maki apoyada en la pared. Me acerqué a ella, que no se daba cuenta de mi presencia totalmente absorta en sus pensamientos. Cuando le dí con el dedo en el hombro dio un saltito.
 
– Ah, perdón – dijo inclinando un poco la cabeza – no me había dado cuenta.
– ¿En qué pensabas que no estabas en este mundo? – le dije sonriendo. Ella me miró brevemente e inclinó la cabeza a un lado, apretando los labios. Vi a Ryo salir del vestuario por encima de su hombro.
– ¿Ya estáis listos? – me preguntó.
– Casi. Vamos y les vais metiendo prisa – les dije. Fui andando ante ellos y escuché a Horikita quejarse. Miré hacia atrás y la vi empujar enfadada a Ryo, que se reía de ella. Algo pasaba entre esos dos, estaba clarísimo. Y no se de que me extrañaba – ¡Oe, tengo hambre! – les dije a los demás abriendo la puerta.
– Ya, ya vamos – dijo Mabo poniéndose bien el pelo.
– ¿Ya se ha ido Joshima-san? – dijo Ryo.
– Y Tatsuya – le dijo Taichi levantando la mirada de su teléfono.
– No importa, la fiesta puede seguir – dijo Mabo saliendo, Taichi se levantó y cerró la puerta – ¿Dónde vamos a comer?
– ¿Algún sitio que te guste? – le pregunté a Maki.
– Ehm… pues la verdad es que me da igual.
– Entonces vamos a comer yakiniku.
– ¡¿Otra vez?! – me dijo Taichi
– ¿Qué? Nadie da ideas, pues la doy yo. ¿Y como vamos?
– En mi coche – dijo Taichi – es el más grande.
 
Nada más salir del edificio me encendí un cigarro y me lo fui fumando camino al coche. Maki andaba justo delante de mí y pensé que era una lastima que llevara esos pantalones tan sueltos, me gustaría haberle visto la figura. Aunque con lo pequeña que era dudaba que hubiese algo que marcar. Aun así me gustaría verlo. No paraba de mirarle el culo y Mabo tuvo que darme un codazo para que parase, lo que hizo que me diese la risa floja.
 
– No te vas a meter con eso en mi coche, que lo sepas – me dijo Taichi señalando el cigarro.
– Venga ya, bajo la ventana y asunto resuelto. ¡No me hagas tirarlo, está por la mitad!
– Mejor para tu salud – dijo Mabo quitándomelo y pisándolo – que parece mentira que seas el cantante del grupo.
– No vas a volver a echarme la charla sobre el tabaco, te lo digo – dije mirando como se sentaba en el asiento del copiloto. Me ofreció un chicle.
– Es de fresa, no te quejes y cómetelo que apestas a cenicero – le quité el chicle de las manos un poco molesto y me metí en el coche mientras me lo metía en la boca.
– Yo debería ir delante, aquí voy apretado – Maki se echó un poco al lado, pegándose más a Ryo cuando me sintió moverme – no te preocupes, no es por ti. Es que no me caben las piernas. Pero si quieres pegarte a Ryo-kun por mi no te cortes.
– ¿¡Eeeh?! – Dijo ella mirándome molesta, si que estaba guapísima como decía Taichi – no tendría que haber venido. – Ryo dio una carcajada, haciendo que ella se enfadase más aun.
– Lo siento Horikita-san – le dije – no quería ofenderte.
– No me ofendes, es que… ¡Deja de reírte! – dijo empujando a Ryo.
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Los odiaba a los dos, eran unos imbéciles. Los muy idiotas parecían que se habían puesto de acuerdo para fastidiarme y fueron todo el camino pinchándome. Quería bajarme, quería irme a mi casa y mandarlos a tomar viento.
 
– No les hagas caso – me dijo Taichi al parar en un semáforo con su sonrisa tranquilizadora – son dos idiotas.
– Un poco molestos si que son…
– Pero no vamos con mala intención, es que es fácil hacerte enfadar – ignoré lo que Ryo me había dicho y la risita tonta de Nagase.
 
Se parecían mucho esos dos, aunque no físicamente. Una de las diferencias más grandes era que el olor de Nagase era bastante más fuerte que el de Ryo, pero no desagradable. De alguna manera era atrayente, lo que hizo que me cabrease más aun con Ryo por lo que me había dicho antes. Ya estaba pensando cosas que no eran, ya veía cosas en los gestos y las miradas de Nagase que hacía unos minutos no veía, y todo por culpa de las ideas de ese inútil. Suspiré un tanto aliviada al bajarme del coche y seguí a los chicos hasta un bar al que no había ido nunca. Por lo visto era el favorito de Nagase en Tokio, porque decía que su favorito de verdad estaba en Yokohama. En la mesa me senté entre Matsuoka y Taichi, no quería saber nada de los otros dos, y el primero estuvo dándome conversación casi toda la cena. Hablábamos sobre todo de cocina mientras los otros tres hablaban de motos, videojuegos y fútbol. Lo que me sorprendió es que se bebían una cerveza tras otra, sobre todo Nagase y Taichi, que no paraban. Les intenté ignorar mientras disfrutaba de la comida, pero entonces la palabra ‘oppai[1]’ y la carcajada de Ryo llamaron mi atención.
 
– Te digo que eran las más grandes que he visto en mi vida – le decía Taichi a Nagase que le miraba con la boca abierta.
– ¿Y no la invitaste a tu casa?
– ¡No la conocía de nada!
– ¿¡Y qué?! ¡Si estaba buena y quería llevarte a la cama no tienes nada que conocer! Al día siguiente te despides y asunto resuelto.
– Creo que no deberíais de hablar de estos temas con ella delante – les dijo Matsuoka con una sonrisita.
– ¡Oh! ¡Lo siento Horikita-san! – me dijo Taichi
– Eres un maleducado – le dijo Nagase riéndose como un estúpido.
– ¡Pero si tu eres el que estaba diciendo lo peor! – le hizo dar una estruendosa carcajada.
– Creo que nos deberíamos ir a casa – dijo Ryo mirándome. Era la primera vez esa noche que estaba de acuerdo en algo con él.
– Pues yo no puedo conducir… – dijo Taichi mirándome a través del fondo del vaso de cerveza.
– Voy a traer el coche, dame las llaves – dijo Mabo levantándose.
– Y yo voy a fumarme un cigarro – Nagase fue tras él.
 
Le miré alejarse y me sorprendí de que a pesar de tener puestos unos pantalones anchos se le marcaba un buen culo. Me avergoncé yo sola por lo que estaba pensando, esto estaba pasando de castaño oscuro. Miré a Ryo enfadada, y este se limitó a alzar las cejas sin entender nada. Al poco tiempo Mabo asomó la cabeza, y salimos a la calle. Justo en la puerta estaba el coche, y esta vez Nagase estaba en el asiento del copiloto. Nos iba a dejar a cada uno en nuestra casa y yo fui la primera en bajarme, despidiéndome de ellos y dándoles las gracias.
 
– Horikita-san, ¿Me dejas tu teléfono un momentito? – dijo Nagase bajándo la ventanilla.
– ¿Eh? ¿Mi teléfono? – asintió. No sabía muy bien que pretendía pero se lo dejé. Lo toqueteó un poco y me lo devolvió – ¿Qué has hecho?
– Nada – dijo con una sonrisa de lo más misteriosa – ya nos veremos.
 
Me quedé mirando las luces del coche alejarse durante unos segundos. Lo primero que hice al entrar en mi casa fue mirar los borradores y los mensajes. Después miré el listín telefónico y no vi nada nuevo, pero al mirar las últimas llamadas realizadas ví un número nuevo. El muy idiota se había llamado a si mismo para tener manera de contactar conmigo, era más fácil si me lo pedía. Nunca me habían preocupado las relaciones de pareja, estaba demasiado ocupada para eso, y esta no iba a ser esa la primera vez. Suspiré dejando el móvil en la mesa, muy cansada pero inexplicablemente nerviosa.
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– ¿Qué has hecho con su teléfono? – me dijo Ryo
– ¿Estáis saliendo? ¿Es tu novia? – dije dándome la vuelta en el asiento. El chico negó con la cabeza – Si no estáis saliendo no te importa – volví a mirar hacia adelante, escuchando como Mabo se reía entre dientes.
– Lo vas a tener difícil con ella… – me dijo en voz baja.
– Nadie ha dicho nada de que yo quiera algo serio – me miró alzando una ceja.
– Eres un golfo, nunca a ha tenido novio.
– Lo sé – me quité el cinturón al llegar a la puerta de mi casa – gracias por el viaje. Nos vemos otro día.
 
Les sonreí y me metí en el edificio. Iba jugando con las llaves en el ascensor, pensando en que ya hacía demasiado tiempo que no invitaba a ninguna chica. Entre los desengaños, que yo no tenía tiempo y que quería disfrutar de la libertad de la soltería llevaba unos meses solo. Entré en mi casa y me empecé a desvestir para meterme en la cama mientras pensaba. No es que me importase mucho mientras tuviese a mis amigos, pero echaba de menos despertarme con el olor de una mujer a mi lado, de escuchar una voz femenina que me regañase de vez en cuando. Y sobre todo el sexo. Estaba bien de momento, me las podía apañar yo solo pero no era lo mismo, ni mucho menos.
            Ni si quiera sabía porque lo iba a intentar con Maki, sabía que era prácticamente imposible por la diferencia de edad y por como ella era. Pero es que realmente era bonita y esas maneras tan femeninas me atraían mucho. Era un misterio como sería esa chica en la intimidad y quería ser el primero en descubrirlo. Y en descubrir otras cosas, en hacer que ella descubriese cosas conmigo. Estaba demasiado cansado, después de un bostezo inmenso me metí bajo las sábanas y apagué la luz, pero antes de dormirme cogí el teléfono y escribí unas líneas. Miré el mensaje con una sonrisita y le dí a enviar. Me quedé dormido sin escuchar una respuesta por su parte, pero tampoco me importaba. Tenía toda la paciencia del mundo y esto iba a ser entretenido.
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Me desperté temprano, quería hacer unas cuantas cosas y siempre me daba la impresión de que al día le faltaban horas. Mientras me comía el desayuno miré mi teléfono por si mi manager, mis padres o alguna de mis amigas me habían llamado. Tenía un mensaje.
 
“Lo siento mucho si te he ofendido hoy. No estoy acostumbrado a estar con mujeres y hay veces que no se comportarme. Me ha encantado tu compañía, espero que se repita pronto”- Nagase
 
Me quedé mirándolo sin saber como reaccionar exactamente. No había nada fuera de lugar en el mensaje, nada ofensivo, de hecho me estaba pidiendo perdón. Y sin embargo me dio rabia, no entendía el porqué de ese interés repentino en mí. Y además, de quien venía… si hubiese sido Ryo no me habría extrañado tanto, pero ¿Nagase? Me enfade más aun por ponerme nerviosa de nuevo, y es que no sabía que contestarle. No podía ignorarlo, me parecía una falta de educación teniendo en cuenta que se estaba disculpando. Pero no sabía que decirle…

Después de darle muchas vueltas y de que se me quemasen las tostadas le deje una respuesta breve. No me convencía mucho pero solté el teléfono en la mesa y fui a tirar las tostadas para poner unas nuevas. Cuando el teléfono empezó a sonar se me aceleraron las pulsaciones, no me podía estar llamando, ¿Qué iba a decirme? ¿Qué iba a decirle yo? Tragué saliva al ver que era un teléfono oculto.
 
– ¿Moshi moshi?
Pori chan, soy yo – suspiré dejándome caer en la silla con la mano en el pecho.
– ¿Qué haces llamándome Meisa? Vas a gastar un dineral.
Pero hace mucho que no se de ti
– Solo una semana, exagerada. ¿Cómo estáis?
– ¡Oh, bien! La pequeña está ya enorme, una pena que no puedas verla, de verdad.
– Seguro que ya estás super sexy otra vez, como te odio…
– ¡Venga ya! Como si a ti te importasen esas cosas. Por cierto, hablando de sexy y de encantos naturales, aún nada de nada con ningún chico ¿No?
– No pero… – me mordí el labio – ¿Puedo preguntarte una cosa sin que saques conclusiones?
– Prueba a ver – dijo riéndose.
– ¿Qué te parece Nagase Tomoya? ¿Qué piensas de él?
– ¿¡En serio?! – Menos mal que le dije que no sacase conclusiones.
– Contéstame y punto – le dije sintiendo que me empezaba a poner nerviosa de nuevo.
– No se, es guapo, canta bien, y está forrado, más que tú.
– Pero ¿No le conoces?
No, lo siento, tú le conoces mejor que yo – pues eso no era mucho – Lo único que se es que siempre están rondándole chicas muy guapas ¿A que viene esto? – le expliqué por encima lo que me estaba pasando desde la noche anterior.
– Es que a lo mejor soy yo – le dije – pero eso de ‘me ha encantado tu compañía’ suena…
A lo que es – dijo riéndose – oye, ¿Y por qué no? Déjate llevar un poquito.
– No puedo tengo muchas cosas que hacer.
Hay veces que te odio, en serio. Vale que seas responsable, pero está bien tener vida privada de vez en cuando. Dale una oportunidad a ver que pasa.
– No se Meisa, es todo muy… ¡ni si quiera yo se si me gusta!
Claro que te gusta, de no ser así no me habrías preguntado – escuché ruido de fondo – ay, te dejo, la niña se ha despertado. Hablamos pronto ¿Vale?
– Vale, pero no me llames, gastas mucho dinero.
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Me desperté porque escuché el teléfono vibrar en la mesilla de noche, aunque ya llevaba un rato dando vueltas en la cama medio dormido medio despierto. Lo cogí con los ojos más cerrados que abiertos y vi que me había respondido. Se me quitó el sueño de golpe.
‘No hacía falta disculparse, me lo pase muy bien anoche con todos vosotros. Cuídate’
‘Con todos’. Ya. En fin. Me senté en la cama y me estiré, relajado y tranquilo por tener un día para mí y solo para mí. Me metí en la ducha y me tomé mi tiempo, cosa que no podía hacer a menudo. Me sequé el cuerpo y el pelo con una toalla y me vestí con lo primero que saqué del armario, yendo directamente a la calle porque no tenía ganas de prepararme el desayuno. Iba a llamar a Taichi cuando este se me adelantó.
Me muero – di una carcajada al escuchar su voz.
– Venga ya, exagerado. ¿Te llevo algo del starbucks? Iba a pasarme de todas maneras.
– Vale. Pero que se beba, como coma algo no se que puede pasar.
Compré dos cafés y me compré un muffin de chocolate que me fui comiendo de camino en el taxi. Al llegar volví a dar una carcajada que me duró más tiempo al ver su cara. Le di el café y entré en su casa.
– ¿Cómo puedes estar tan muerto con solo cerveza? – le dije sentándome en el sofá.
– Bebí lo mismo que tu. Ahora mírate y mírame, creo que me afecta un poco más por aquello del tamaño…
– Entonces supongo que no hay planes para hoy.
– Mabo quería ir a almorzar a un restaurante nuevo que han abierto pero no se si voy a poder acompañarle, Gussan está con su familia y Leader esta… a saber donde.
– Como siempre. Estará gastándose el dinero en ropa o algo así.
– A unas malas puedes llamar a Ryo que siempre quiere salir. Y hablando de él, a lo mejor era que yo estaba borracho anoche, pero ¿Estabas insinuando que quieres tener algo con Horikita-san? – sonreí y dejé el café en la mesa.
– Tener algo… yo lo llamaría más bien follar.
– Joder Nagase – Taichi se rió, pero yo sabía que con él podía hablar claro – ¿De verdad quieres llevártela a la cama? Serías el primero.
– Lo sé. Tampoco quiero romperle el corazón ni nada de eso, si me sale bien es una experiencia que me llevo. Bueno, y ella también.
– ¿Y cómo pretendes hacerlo? – le dio un sorbo al café y susurró ‘umai!’
– No lo se – dije echándome en el sofá con las manos tras la cabeza – pero a lo mejor eso de llamar a Ryo no es mala idea.
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Después del plato de pasta que me había metido entre pecho y espalda y todo lo que anduve esa mañana, no podía moverme. Me quedé sentada en el banco del parque mirando el atardecer, pensando en mis cosas y aprovechándome del buen tiempo que hacía. Me había llevado mi cámara con la intención de echar unas cuantas fotos, pero estaba tan cansada que no tenía ganas ni de quitarle la tapa al objetivo. Cuando el teléfono me vibró en el bolsillo del pantalón lo cogí de mala gana.
– ¿Moshi moshi?
– Maki-san, soy yo, Ryo.
– ¿Ha pasado algo con lo de mañana?
– Deja de pensar en el trabajo, te llamaba por si quieres ir a cenar a alguna parte.
– ¿Eh? – Que Ryo me invitase a cenar no era normal, o por lo menos no era habitual – la verdad es que no tengo mejores planes…
Me indicó al restaurante que quería ir y quedamos en unas horas. No podía ser que de la nada hubiese dos hombres interesados en mí. Era muy raro, aunque a lo mejor era yo que me lo estaba imaginando todo. Me levanté y fui a mi casa, no podía ir a cenar con esa ropa que había llevado todo el día, tendría que cambiarme. Tampoco me arreglé mucho y teniendo en cuenta que hacía buen tiempo me recogí el pelo, me puse un jersey celeste, fino, holgado y largo, con unos pantalones cortos blancos debajo. 

Cogí mis cosas y fui caminando con tranquilidad hasta el restaurante, estaba lejos y aunque estaba cansada siempre me gustaba pasear. De vez en cuando me reconocían y me sonreían, pero la gente en general era bastante educada. Llegué antes de tiempo y Ryo todavía no había llegado, así que me metí dentro y le esperé en la entrada apoyada en el mostrador donde pedí un vaso de agua. Tenía los brazos apoyados en la barra y miraba las diferentes botellas de alcohol cuando sentí que me ponían la mano en el hombro.
– Has llegado antes que yo, y eso que me he venido con tiempo para no hacerte esperar.
– Ah, no importa – Ryo me sonreía (como siempre) pero esta vez no sabía como interpretar la sonrisa.
 
Fuimos juntos hasta la mesa que tenía reservada y apenas tardaron en traernos una carta y tomarnos nota. No me habló de nada fuera de lo común, solo de trabajo, proyectos que tenía con su grupo, me preguntó por Jin (casi todos los Johnny’s lo hacían cuando se enteraban de que Meisa Kuroki era mi mejor amiga) y poco más. Tampoco se comportó de manera extraña. Simplemente cenamos, mantuvimos una charla agradable y nada más. Y justo cuando acabamos de comer le vibró el teléfono. Estuvo haciéndo cosas con él un rato hasta que me miró con cara de circunstancia.

– Lo siento pero tengo que irme antes de tiempo.
– No importa, de todas maneras nos teníamos que levantar temprano mañana.
Asintió con una sonrisa tranquila, pagó y nos fuimos hacia la puerta de la calle.
– Voy a coger un taxi, si quieres lo compartimos.
– No importa voy a ir andando. Muchas gracias.
– Vente, lo pago yo – dijo parando uno con la mano, pero negué con la cabeza – bueno, pues nos vemos mañana. ¡Oh! ¡Hasta luego, Nagase! – miré en la dirección que el miraba y vi como el aludido levantaba la vista del teléfono sonriendo. Caminaba hacia nosotros con un cigarro y el teléfono en la mano, tranquilamente, y no eran así precisamente como estaban mis pulsaciones en ese momento.
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– Oe, ¡Ryo-kun! – le llamé pero el taxi ya se había puesto en marcha, alejándose y dejándome solo con ella. Perfecto – ¿Será imbécil? Le podría haber llevado… – me volví y la miré, haciéndole un gesto con la cabeza – ¿Por qué no te has ido con él?
– Iba a ir andando…
– No seas tonta, te llevo en el coche, lo tengo ahí mismo – dije señalándolo.
– No hace falta.
– Venga ya, sé dónde vives y está lejos – le puse una mano en la espalda sin realmente tocarla mucho y la guié hasta el coche tirando la colilla del cigarro a la papelera.
Le abrí la puerta y entró suspirándo. Cuando me senté al lado vi que miraba por la ventanilla sin parar de toquetearse las manos y el pelo. Al notar que me quedé callado me miró vergonzosamente con esos inmensos ojos marrones. Sabía porqué tenía esa actitud conmigo y es que yo no estaba siendo precisamente sutil con ella.
– ¿Estás bien? – le pregunté.
– Estoy bien, es solo que me has cogido por sorpresa.
– ¿Prefieres ir andando? No quiero que te veas obligada – esperaba que no se bajase. Miró a través del cristal delantero mientras pensaba, las mangas del jersey le quedaban largas y casi le tapaban las manos. Me pareció adorable.
– No es eso…
– Entonces vámonos – sonreí y arranqué el coche viendo como se ponía el cinturón con el rabillo del ojo – tendrías que haber visto a Taichi esta mañana, estaba hecho un desastre.
– ¿Kokubun-san? – Asentí – es que bebió mucho…
– No te creas, le he visto beber el doble. Pero ayer se le subió rapidísimo a la cabeza. Yo me quedé dormido nada más llegar.
– Podrías habérmelo pedido – la miré sin entender – mi número de teléfono.
– ¡Ah! Bueno, cabía la posibilidad de que me dijeses que no así que no me arriesgué. Además, tu novio podría haberse enfadado.
– No tengo novio – me dijo inmediatamente.
– ¿No? – Le sonreí, ella me apartó la mirada pero volvió a mirarme – ¿Y entonces que era esa cena a solas con Ryo-kun?
– Solo estábamos cenando y hablando de trabajo.
– Venga ya, no me creo que no tengas novio con lo joven y guapa que eres – miró por la ventanilla al instante.
– No todos necesitamos una relación para estar felices, a veces con el trabajo y sentirte realizada es suficiente.
– Eso lo dices porque nunca has estado con un hombre y no sabes lo que es el amor – no me miraba, pero se movía inquieta en el asiento – venga ya, todas las chicas de tu edad que conozco han tenido al menos un novio en su vida.
– Ya…
– Y si tú no lo tienes es porque no quieres, no por otra cosa.
– Exacto.
– ¿Te estoy molestando otra vez?
– Un poco – esto iba a ser complicado…
– Lo siento, ya me callo. De todas maneras ya estamos prácticamente en tu casa – conduje lo poco que quedaba en silencio y al llegar no tardó apenas en quitarse el cinturón.
– Muchas gracias, Nagase-san. – me dijo inclinándose brevemente.
– No me las des, ¿Por qué no nos tomamos un café? – Se me quedó mirando como si le hubiese propuesto una locura – yo también acabo de cenar, aunque sin compañía, y se me apetece. Si no me lo tomo contigo me lo voy a tomar solo y pensé que sería mejor acom—
– Vale, pasa – a lo mejor no iba a ser tan complicado después de todo.
2
– ¿Pasa? – Me dijo con una sonrisita – ¿En tu casa? – se lamió los labios con rapidez. Me di cuenta que lo hacía muchas veces, muchas muchas veces. Y me ponía muy muy nerviosa.
– Era lo que tú habías propuesto… ¿No? – me sentí estúpida.
Después de mirarme con una sonrisa cada vez más amplia, asintió y aparcó el coche. Ahora le había invitado a mi casa y se iba a creer lo que no era. ¿Pero de verdad no lo era? ¿No estaba nerviosa desde el momento en el que le vi?
Maldije internamente a Ryo mientras me bajaba del coche por meterme esas ideas en la cabeza y a Meisa por darme el consejo de lanzarme a algo nuevo.  No estaba nada segura de nada. Yo estaba muy tranquila hacía solo un día, sin preocupaciones innecesarias, y ahora estaba subiendo en el ascensor con un senpai y sintiéndome histérica. Y menudo senpai, no podía ser uno más discreto. A pesar de estar vestido de lo más normal – una camiseta y unos vaqueros – era tan alto que todos le miraban y le reconocían al instante. Cuando cogí las llaves para abrir la puerta me temblaba el pulso, lo único que quería era que no lo notase.
– ¡Que bonita! – Dijo cuando entró – se nota que aquí vive una chica – dijo señalando los peluches del sofá.
– Siéntate, no te quedes ahí – le dije metiéndome tras la barra americana de la cocina – ¿Quieres café o té?
– Café si puede ser – asentí y empecé a calentarlo porque ya tenía hecho. Vi que se sentaba en la mesa – No quiero ser pesado, pero me extraña mucho, ¿De verdad no te gusta Ryo? Es un chico atractivo, eso lo veo hasta yo.
– Trabajo con muchos hombres atractivos y no por eso me voy a enamorar de todos – Nagase incluido. Por muy guapo, fuerte, carismático y alto que fuese. No quería pensar en esas cosas pero cuanto más le miraba más lo pensaba.
– No, pero… ¿Nunca te has sentido atraída por ninguno?
– Me estás recordando a Meisa – me miró sin saber de quién le estaba hablando –Kuroki Meisa, mi amiga.
– ¡Oh! Sí, ya se de quién me hablas. Jin es un hombre inteligente.
– Sí, es preciosa – suspiré, estaba harta de que todos los hombres siempre estuviesen repitiendo lo increíblemente bella que era.
– ¿Quiere encontrarte novio?
– Siempre ha estado igual. Lo de ella con Jin fue un flechazo y está empeñada en que me pase lo mismo ¿Quieres leche?   
– Sí, un poco, pero no mucha. Cuatro de azúcar.
– ¿¡Cuatro?! – le miré sorprendida y dio una carcajada breve.
– Sí, me gustan las cosas dulces – cuando dijo eso me miró de arriba abajo. Me volví a poner nerviosa y casi tiro el azucarero al suelo al sacarlo del mueble. Era difícil mantener la calma cuando te miraban tan intensamente – Estoy seguro de que hay muchos chicos de los que conoces que estarían más que dispuestos a hacerte feliz. Gracias – dijo cuando le puse el café por delante, sentándome frente a él en la mesa del comedor – y estaba casi seguro de que te gustaba Sakurai Sho.
– No, es solo amigo mío. Los chicos de Arashi siempre me han tratado muy bien.
– ¿Y él por qué no te gusta? ¿Es demasiado buen chico para ti? – dijo dándole un sorbo al café. Justo en ese momento un mechón de pelo le cayó junto a la cara y no pude evitar pensar lo atractivo que era. Me centré en el té pensando que me estaba volviendo loca o algo así.
– No es eso…
– Quizás a ti te gusten más los chicos como Tanaka Koki, más malos.
– Nagase-san, no quiero tener novio. Es una distracción y me traería más problemas que beneficios. No le veo el atractivo a la idea por ninguna parte.
– Te repito que eso lo dices porque nunca lo has tenido. Pero bueno, hay muchas maneras de hacer las cosas, no tienes porqué tener novio – no sabía qué estaba insinuando pero cada vez estaba más nerviosa.
– ¿Y tú qué? No paras de preguntarme pero tú siempre estás rodeado de chicas preciosas con mucho éxito. ¿Qué haces aquí?
– Pues eso mismo, estar con una chica preciosa y con mucho éxito – siempre me desmontaba, no sabía como iba a salir de esa situación.
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Vi como se asomaba una sonrisita a sus labios, mirando hacia un lado mientras agarraba con fuerza su taza de té. No solo me pareció adorable cuando se puso celosa por lo que dije de su amiga sino que cada vez que la piropeaba no se atrevía a mirarme a la cara. Era tan femenina, tan delicada, que eso me hacía tener cada vez más ganas de ver su lado salvaje y desenfrenado. Pero tenía que tener paciencia, aunque me estaba costando la misma vida.
– ¿Vas a decir que no eres una mujer con mucho éxito? Conozco pocas chicas de tu edad que hayan sido portada de Vogue y elegidas mujer del año en Japón.
– Ya, pero…
– ¿Y me vas a negar también que eres preciosa? – se quedó callada, apretando cada vez más fuerte los dedos que sostenían la taza, sin mirarme.
– Nagase-san… – se levanto de repente, apretando los puños – Es que no quiero ser… yo… – apretaba los labios y se los mordía, estaba muerta de nervios. Desde luego no estaba acostumbrada a situaciones como esa – ¡No sé qué pretendes!
– ¿No lo sabes? – dije levantándome yo también. Me miró, quizás un poco asustada, aunque yo creía que eran más los nervios que otra cosa. Me acerqué a ella dándole la vuelta a la mesa – Yo diría que es bastante evidente.
– Nagase… – fue casi un susurro, y conforme me iba acercando ella se pegaba contra la barra americana, hasta que su espalda chocó con esta.
– No quiero hacer nada que no quieras hacer, no te preocupes – no me hablaba, solo me miraba los ojos y la boca mientras se agarraba las manos con fuerza contra el pecho.
Observé sus labios gruesos y rosas, tan apetecibles, y pasé una mano por su mejilla apartándole un mechón de pelo de la cara. Su piel era suave, seguro que olía de maravilla. Me moría de ganas de darle un beso en los labios pero no quería pasarme. Me incliné sobre ella y le di un beso cariñoso en la mejilla, pasando los dedos despacio por la otra mejilla y su cuello. Cuando mi nariz rozó su pelo me inundó el olor más dulce que había olido jamás, pero me obligué a separarme de ella. Me miraba con las manos más apretadas que antes, respirando aceleradamente. Suspiré.
– Si mal no recuerdo, creo que mañana tienes que madrugar así que me voy ya. No quiero importunarte más. Gracias por el café – me di la vuelta pero sentí como ella me agarraba de la manga de la camiseta. Me quedé mirándola sorprendido.
– No quiero tener novio – dijo mirando hacia un lado – pero…
– ¿Pero? – dije dándome la vuelta, mirándola de frente.
– No sé, es… esto es… – me miró a los ojos y se mojó los labios.
Pasó antes de que me diese cuenta; puso sus manos en mi pecho y me dio un beso muy breve poniéndose de puntillas. Apenas sentí la caricia de sus labios, casi no me dio tiempo a reaccionar. Me reí negando con la cabeza.
– Horikita-san, no estás grabando un dorama, ¿Qué ha sido eso?
– Lo siento – me dijo separándose de mi. Es que era imposible no volverse loco por ella.
Aún sonriendo le puse una mano en el hombro y me incliné sobre ella que cerró los ojos tan pronto sintió mis labios contra los suyos. Eran dulces, cálidos, suaves. Los apreté con fuerza, besándola una y otra vez, pasando mi mano de su hombro a su nuca conforme sentía que el corazón me latía más rápido.
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Era mi primer beso en la vida real, y era tan diferente de los que me habían dado trabajando que no me lo creía. No sabía ni por qué me había retenido y mucho menos por qué fui yo la primera en besarle. Lo único que sabía era que me encantaba, me estaba volviendo loca solo con unos simples besos y apenas me tocaba. Ni si quiera acercó su cuerpo al mío, solo me acariciaba el cuello con sus dedos. Me entraron ganas de tirarme a sus brazos, de que me apretase contra él y no dejase de besarme de esa manera en toda la noche. Me estaba derritiendo, no sabía que un beso podía ser así, no sabía que se pudiesen sentir tantas cosas con algo tan simple. Pero se separó de mí.
– Creo que tengo que irme ya – me dijo mirándome tan cerca que sentía su respiración, quería que me besase de nuevo – si, será lo mejor – se dio la vuelta, cogió su chaqueta de la silla, fue hacia la puerta y se puso los zapatos.
– Nagase…
– No hace falta que digas nada, Maki-chan – me sonrió, no tenía porqué irse – espero que te vaya bien mañana en la premiere.
– ¿Por qué no te quedas un poco más? – vi como tragaba saliva mirándome las piernas.
– Mejor que me vaya.
– Pero ¿Por qué? ¿He hecho algo mal? – dije acercándome a él. No me podía creer que esa que estaba hablando fuese yo. Se rió.
– No has hecho nada mal, baka. Es que no voy a controlarme y no quiero que te dejes llevar por un impulso. Piensa las cosas en frío, que ahora estas en caliente – levantó las cejas varias veces, haciéndome sentir avergonzada, pero me hizo reírme. Al taparme la boca cuando me reí la apartó – no ocultes tu sonrisa, es preciosa.
– ¿De verdad no quieres quedarte? – dije apretando su mano.
– Claro que quiero, estoy deseando.
– Pues quédate, no tenemos porqué hacer nada de lo que me arrepienta – se rió y me pasó la mano por la cintura.
– Maki-chan, te estoy diciendo que no voy a poder contenerme, ¡Ya me está costando! Y te vas a arrepentir si haces algo ahora – me pegó a él y le puse las manos en los hombros. Como estaba abajo, en el escalón de la entrada, era un poco menos alto que de costumbre y yo no tenía que mirar tan hacia arriba. Aun así era más alto que yo.
– ¿No puedes simplemente dormir conmigo?
– No – me volvió a besar como antes y me agarré con fuerza de sus hombros. Solo quería sus labios en los míos, sus manos en mi cintura y su calor. Me rodeó con sus brazos y me apretó, haciendo que me quejase – eres tan pequeña… – dijo contra mi boca.
– Nagase, por favor, quédate.
– Te lo voy a decir claro – me dijo apartando sus brazos de mi cuerpo – porque no te vas a enterar de otra manera. No vamos a hacerlo solo porque te gustan mis besos – me quedé mirándole y me crucé de brazos. No, no quería solo por un beso, me estaba dejando llevar demasiado.
– Vale. Supongo que ya nos veremos.
– Supones bien – abrió la puerta y se despidió con una sonrisa.
Se lo tenía que contar a Meisa enseguida, pero antes me daba la impresión de que sería buena idea cambiarme de ropa interior porque la que tenía estaba empapada.
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– No sé cçomo lo he hecho – le dije a Ryo un rato después en un bar – no tengo ni idea de como he aguantado las ganas de quitarle ese jersey que tenía puesto. ¿Cómo lo aguantas todos los días?
– Supongo que en mí no despierta ese deseo – dijo riéndose – te deberían dar una medalla al mérito.
– Y a ti por mentiroso, no se ha dado cuenta de nada. Gracias por esto.
– No hace falta, ya harás algo por mí cuando lo necesite. Como meterme en un dorama o algo así – dijo riéndose – estaba convencido de que le gustabas. Lo sabía.
– Yo creo que ella se ha dado cuenta hoy. Pero tampoco quiero jugar con sus sentimientos. Como note que siente por mí demasiado acabo con esto.
– ¿Y si eres tú el que se enamora?
– Lo que a mí me faltaba es enamorarme otra vez – le dije dándole un buen trago a la cerveza helada que tenía delante.
– No es que puedas evitarlo. Y si esa chica se entrega a ti a saber lo que va a provocar en tus sentimientos.
– Si tuviera 10 años menos a lo mejor dudaba de mi capacidad para no enamorarme.
– Ya, lo de Aibu fue hace solo dos. Y te enamoraste de ella por hacer un dorama.
– Lo de Aibu fue química que se acabó demasiado pronto, y lo de esta niña es atracción sexual. Y mucha – dije riéndome – no lo compares.
– Sea como sea, la posibilidad esta ahí y tú por más que quieras no puedes evitar un sentimiento – era más terco que una mula – tengo ganas de ver la cara de Mabo cuando se entere.
– No se va a enterar. Nadie – le miré serio – no quiero que afecte a su carrera. Lo sabes tú, yo, ella y probablemente su mejor amiga. Bueno y Taichi. Y a lo mejor Mabo, pero no es seguro así que ni media.
– Y yo que te iba a decir que vinieses mañana a la premiere…
– ¿Y por qué no iba a ir? Todo el mundo sabe que tú y yo nos llevamos bien.
– No lo había pensado. Eres listo cuando quieres ¿Eh? – Di una carcajada y asentí – lo malo es que hay que madrugar, y ¡Mira la hora que es!
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Las 5:30 de la mañana. Había dormido cuatro horas y estaba contando yo mucho. Me senté frotándome los ojos con las palmas de las manos y bostezando, no había dormido nada. Y todo por culpa de unos cuantos besuqueos. Me levanté, me lavé la cara y los dientes y me metí en la ducha pensando que era una estúpida por dejarme llevar ¡Y le dije que se quedase en mi casa! ¿¡En qué estaba pensando?! Y Kuroki encantada, se alegró más que yo. Incluso me dijo que tendría que haberle insistido para que se quedase. Salí de la ducha y me puse ropa cómoda, de todas maneras me iban a dar lo que fuese de ropa al llegar allí. Me fui a la cocina medio dormida y me eché un vaso de zumo. Me di la vuelta para salir de la casa nada más bebérmelo y vi nuestros dos vasos en la mesa. Los cogí y los metí en el fregadero con intención de ponerme en marcha pero al echar el café y olerlo me vino el recuerdo al sabor de sus besos, sus cálidos labios y su aliento, su mano agarrándome con fuerza o acariciándome con ternura. Cuando me quise dar cuenta el agua había llenado ambos vasos hasta arriba y yo estaba mirándolos con cara de tonta y la mano en el cuello. Enfadada y chasqueando la lengua paré un taxi de malas maneras nada más salir, y fui de morros hasta el estudio. Al llegar no tenía ganas de hablar con nadie, me vestí y fui a maquillaje. Ryo estaba allí sentado, con mucha peor cara que yo. Menos mal que ahí hacían milagros porque nos hacía falta. Me miró y se rió como un estúpido.
– Buenos días – me dijo.
– Hola.
– Pareces enfadada.
– Solo tengo sueño.
– ¿No has dormido bien? – no paraba de reírse, sabía algo.
Así que de ahí en adelante le ignoré. Me peinaron, me dieron un collar y unos pendientes a juego, me pintaron las uñas y me dieron los últimos retoques. Salimos a dar la conferencia de la premiere de ‘Kenchou Ometenashi Ka’. Ryo se equivocó varias veces en su discurso, estaba histérico y me puso nerviosa a mí también, pero en general salió más o menos decente. Cuando cogí mi teléfono después de las fotos y de agradecer a todo el mundo que me felicitaba por mi duro trabajo vi que tenía un mensaje.
“Me encanta el traje azul que llevas, estás preciosa” – Nagase.
Miré a mi alrededor durante un rato, pero no le ví. Le mandé un mensaje preguntándole donde estaba y el teléfono vibró en mis manos segundos después.
“Aunque si fuese más corto y más pegado me gustaría más” – Nagase.
Debería de estar molesta pero me reí avergonzada y guardé el teléfono, tenía que estar por ahí pero no le veía. Me giré para decírselo a Ryo y allí estaba charlando con él, en medio de todo el mundo, con una chaqueta negra en la mano, unos pantalones del mismo color y una camisa de cuadros azul. Mientras hablaba y sonreía, yo también lo hice, sobre todo al ver ese tic tan lindo que hacía con los ojos al ponerse nervioso. Se había peinado hacia atrás de nuevo y no se había afeitado del día anterior. Estaba tan sexy… en un momento me acordé de porqué quise que se quedase en mi casa.
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– ¡Hola! Felicidades por tu trabajo – le dije nada más verla. Ryo intentaba disimular mientras ella se quedaba mirándome pasmada – ¿Horikita-san?
– Ah, gracias, muchas gracias – se inclinó.
– Voy a ir a almorzar ahora con él – le dije señalando a Ryo con la cabeza – ¿Te vienes?
– Ehm… creo que no. Gracias.
– Como quieras.
Me giré y seguí hablando con Ryo, a ella le dieron conversación por otra parte y no volvimos a intercambiar palabra. Pero de vez en cuando la miraba, y alguna vez que otra nuestras miradas se encontraron. Cada vez que pasaba sonreía e intentaba disimular, se ponía nerviosa y se tocaba el pelo. Fui con Ryo a su vestuario, y le esperé mientras se cambiaba. Me vibró el teléfono y lo saqué con una sonrisita.
‘Esperadme, no tardo’ – Maki
– Que tonta eres… – susurré.
– ¿Eh? ¿Qué te ha dicho? – preguntó Ryo poniéndose la camiseta.
– Al final se viene, ha cambiado de opinión – se puso colonia y salimos de allí hacia el vestuario de Maki. – Ryo – le dije – vigila por si viene alguien.
– ¿Cómo? – me miró con los ojos como platos al verme llamar a la puerta
– ¡Un momento! – dijo ella desde dentro, pero no esperé.
Abrí la puerta lo suficiente para entrar y volver a cerrarla sin hacer ruido, y me la encontré subiéndose los pantalones de espaldas a mí, en sujetador. Me acerqué a ella despacio mientras la veía dar saltitos para ajustárselos y mientras se los abrochaba le pasé las manos por la cintura. Dio un respingo y se dio la vuelta, alejándose de mí con las manos ante sus pequeños pechos. No pude evitar mirar su cuerpo, tenía unas ganas de tocar su piel…
– ¿Qué te ha hecho cambiar de opinión? – le dije. Me sobraba la chaqueta, me sobraba toda la ropa que tenía puesta.
– ¡No me mires! – Me dijo – ¡Date la vuelta! – Me pasé la lengua por los labios suspirándo mientras volvía a mirar su cuerpo, y me acerqué a ella – ¡Nagase! – me gritó en susurros.
– ¿Qué?
– ¿Cómo que qué? No puedes… ¡no podemos…! – me miraba con esa expresión preocupada, tan linda.
– ¿Va a venir alguien o algo? – me planté ante ella.
– No, pero… – subí mis manos hasta sus brazos, pero no se los aparté de sus pechos, solo le cogí las manos.
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Me estaba muriendo de vergüenza, no estaba preparada para esto y él estaba tranquilo y relajado. Y guapo, estaba increíblemente guapo. ¿Cómo no me había fijado en él antes?
– Nagase…
– Vas a gastarme el nombre – dijo en susurros, agachándose y acercándome sus labios sin besarme – pero me gusta oírlo de tus labios, aunque siempre lo susurres.
– No puedo hablar fuerte contigo, no quiero que nos vean juntos.
– Ya lo sé. No quiero que hables fuerte – yo respiraba su aliento y él el mío, rocé sus labios despacio – pero tengo que admitir que me gustaría escuchar como lo gimes.
– Oh… – se me escapó una risita nerviosa.
Y aún estaba sonriendo cuando volvió a besarme de nuevo, sin soltarme las manos y bastante más cerca de mi cuerpo que ayer. No se cuanto tiempo nos llevamos recreándonos el uno en el otro, sintiendo como cada vez estaba más excitada. Se separó de mí y me soltó sonriendo, pero yo quería más. Vi que iba a decirme algo, pero le abracé por la cintura y me puse de puntillas para besarle de nuevo. Al principio no me tocó, pero cuando abrí los ojos para mirarle sin separarme de él, sentí su mano hundirse entre mis cabellos y como me agarraba del trasero con la otra. Los besos estaban dejando de ser tiernos, ya no eran como los de antes. Le escuchaba jadear y me mordía los labios que separé al intentar susurrar su nombre, momento que aprovechó para lamérmelos y dejarme muda. Bueno, muda del todo no, se me escapó un gemido que hizo que me apretase más a él. Moví la lengua buscando la suya, estaba tan nerviosa y me sentía tan torpe que pensé que no le iba a gustar, pero me equivocaba. Me acarició la espalda con las dos manos y pasó una hacia adelante con intenciones más que claras. Fue entonces cuando me separé de él, jadeando.
– Vale, ya – me ardían las mejillas, tenía calor, estaba incluso aturdida de no respirar con normalidad. Se pasó una mano por el pelo, tragando saliva y mirándome de esa manera salvaje.
– Te espero fuera mejor.
– Si – asentí pasándome la mano por el brazo. Sonrió de manera extraña y se dio la vuelta.
Cuando salió di unos cuantos saltitos para echar los nervios fuera y me puse la camiseta. No podía salir todavía, iba a ser muy raro. Cogí el teléfono y llame a Meisa, como no lo echase todo no iba a poder enfrentarme a él.
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Ryo se quedó mirándome cuando salí de ahí dentro y me fui casi corriendo hacia la terraza porque como me quedase cerca de ella no iba a poder parar por más que me lo pidiese. Me encendí un cigarro y me apoyé en la barandilla con los codos. Tenía una erección tremenda, tenía que pensar en otra cosa, pero es que no podía alejar su blanca y suave piel del pensamiento, sus gemiditos, sus jadeos, su lengua. Tenía tantas ganas de hacerla mía que se estaba haciendo insoportable. Quería tener paciencia pero mi cuerpo no opinaba lo mismo.
– ¿Nos vamos? – me dijo Ryo un ratito después con curiosidad asomado a la puerta de la terraza. Asentí tirando la colilla – ¿Qué ha pasado? ¿Se ha enfadado? – me pregunto en susurros.
– No, es solo que me aprietan demasiado los pantalones – dio una carcajada y nos fuimos hacia adentro. Maki se había soltado el pelo, le llegaba por debajo de los hombros, ondulado.
– Te queda mejor el pelo así – le dijo Ryo, era verdad.
– Gracias, a ti también – dijo ella riéndose.
– Vamos en mi coche ¿No? – Ryo asintió, ella se puso el pelo tras las orejas y me miró unos segundos, suficiente para ponerme nervioso.
Anduve un poco más rápido y me metí en el coche con prisas. Ryo se sentó a mi lado y ella se sentó tras el asiento del copiloto. La veía por el espejo retrovisor. No es que le quedase el pelo mejor cuando lo llevaba suelto, es que estaba más que preciosa. Quería sentarme detrás con ella y arrancarle esa camiseta turquesa que se había puesto para seguir explorando con mis manos por donde iba. Me pilló mirándola de lleno y me hizo sonreír, hacía tiempo que no me ponía nervioso con una chica. Me sonó el teléfono.
¿Vas a comer solo o tienes planes? – era Mabo
– Pues tenía planes, vente si quieres.
– ¿Quién es? – dijo Ryo.
– Mabo, no hay problema ¿No? – miré a Maki que negó con la cabeza.
– Pero había pensado en haceros algo de comer en mi casa, si os parece bien.
Dile que por mi perfecto – dijo Mabo que la había escuchado – ahora le enseño mis truquitos a esa preciosidad.
– Oe, oe ¿De que vas? – le dije, molesto.
Ahora nos vemos – dijo riéndose.
– ¿Entonces vamos a tu casa Maki-chan? – dije arrancando y observando como asentía mirándome a través del espejo retrovisor. Ryo empezó a reírse tontamente – ¿Qué pasa?
– ¿Maki chan? ¿Tanta confianza tenéis? – no pude evitar sonreír, la miré y su expresión era idéntica a la mía.
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– ¡Cállate ya, Nishikido! – dije intentando sin éxito ponerme seria.
– ¿Y ahora por qué me llamas por mi apellido?
– A mí me llama por mi apellido – dijo Nagase
– A ti todo el mundo te llama por tu apellido – le dije.
– Es verdad, casi nunca te dicen Tomoya. Pero seguro que tu madre te llama ‘Tomo kun’ o algo así.
– Chan, Tomo chan – Ryo y yo nos reímos.
– No te pega nada…
 
No estábamos lejos de mi casa y dejó su coche muy cerca, así que enseguida estábamos dentro. No me dio tiempo a ponerme el delantal y a recogerme el pelo que Matsuoka ya estaba allí. Se ofreció a hacer de comer conmigo y por más que le dije que no fue imposible que desistiera. Los chicos charlaban de cosas muy variadas: de trabajo, de sus hobbys, de cotilleos de otros Johnny’s, de música, de películas… y de chicas.
 
– ¿Cuál dirías que es la actriz más atractiva ahora Ryo-kun? Obviando a Maki que es la número uno, claro – me dijo Mabo guiñándome el ojo. Me reí un poco avergonzada.
– Ahm… no lo sé… Satomi Ishihara es muy bonita.
– Oh, si, es preciosa – dijo Nagase asintiendo enérgicamente – y da buenos besos en los doramas, sería interesante – se rió. No pude evitar molestarme y sin darme cuenta resoplé.
– Un beso en un dorama no significa nada en absoluto – dije – es solo trabajo.
– Eso lo dirás tu – dijo Mabo riéndose – Oe, Nagase, tu has besado a un montón de mujeres en los doramas, ¿Cuál es la mejor?
Koyuki. Sin duda alguna.
– Joder, que seguro – dijo Ryo riéndose.
– Es que ella besa de verdad, no hace esa tontería de pegar los labios y quedarse quieta – le lancé una mirada asesina, lo cual no favorecía la situación porque tenía un cuchillo enorme en la mano. Él se dio cuenta y me sonrió. No supe donde estaba la gracia.
– ¿Y tú Horikita-san? ¿Hay buenos besadores por ahí? – me preguntó Mabo.
– No sabría decirte, mis besos no son de verdad, son una tontería – dije dejando el trapo a un lado – Masahiro-kun, voy un momento al servicio, vigila que no se queme eso.
– Vale… – dijo apartándose de mi camino. Antes de salir del salón escuché que Nagase chasqueaba la lengua y que mi móvil vibraba en el bolsillo de los pantalones.
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Me sentí fatal al escuchar el golpetazo que dio con la puerta de su habitación. Se había molestado por mi culpa pero solo era una broma sin mala intención, nada más. Quería ir a disculparme pero no quería que Mabo sospechase nada.                   
 
– No te preocupes, tiene carácter pero se le pasa en seguida – me dijo Ryo.
– Deberías pedirle perdón – me dijo Mabo – la has ofendido en su casa, eso no se hace.
– ¿Debería? – intenté no levantarme corriendo del sofá, y fingí que me costaba mucho hacer lo que estaba haciendo. Incluso suspiré. Fui hasta el final del pasillo y llamé a su habitación pero no contestaba.
– Maki-chan – dije pegado a la puerta – lo siento. No quería ofenderte, era una broma.
– Ya me ha llegado tu mensaje de disculpa, vete al salón – escuché que después murmuraba algo pero no lo entendí. Abrí la puerta y me la encontré mirando su teléfono, sentada en una cama más bien pequeña – ¿Estás sordo?
– Oye, lo siento. Me refería a—
– Sé a qué te referías – bajó el tono de voz, mirándome a los ojos y levantándose de la cama – Te referías al primer beso que te di. Pues lo siento por ser tan torpe y no tener experiencia. Si eso es lo que quieres quítale el teléfono a Koyuki y acósala a ella.
– ¿Eso piensas que hago contigo? ¿Acosarte?
– …no – miró al suelo, suspirándo.
– ¿Por qué has pensado que lo decía por nuestros besos? Lo decía por los doramas – le puse la mano en la barbilla e hice que me mirase a los ojos – tus besos me encantan.
– No me gastes más bromas como esa – me apartó la mirada, enfurruñada era hasta más linda.
– Vale, ¿Me perdonas? – le acaricié la mejilla con el dorso de la mano y aunque empezó haciéndose la dura al final cerró los ojos y me apretó la mano brevemente con cariño. Me miró, haciéndome sonreír y asintió – ¿Puedo besarte? – volvió a asentir.
 
Le puse la mano en la cara y besé sus labios dulcemente mientras sentía sus dedos recorrerme el mentón. Cuando iba a separarme sentí su lengua rozarme y me quedé quieto, dejando que hiciese lo que quisiese. Me agarró del pelo y me besó profundamente, pegándose a mi cuerpo sin apartar sus dedos de mi mejilla. Nuestras lenguas estuvieron acariciándose la una a la otra un buen rato, ella intentaba acercarse a mí más de lo que ya estaba así que la abracé por la cintura. Sentir su cuerpo tan cerca y esos besos tan intensos me estaban poniendo como una moto.
 
– Si estuviéramos solos ya estarías tumbada en esa cama – dije mientras ella me mordía el labio.

3
 
– ¡Ay es verdad! – Dije separándome de él – ¡Que están en el salón!
– ¿Se te había olvidado? – dijo riéndose. Se me había olvidado absolutamente todo que no fuese él – ahora voy yo. ¿Ese es el baño?
 
Asentí y me fui con prisas al salón para ver que Mabo ya había terminado prácticamente de hacer de comer y que Ryo estaba dormido en el sofá con la boca abierta y el mando de la televisión en la mano.
 
– Lo siento mucho – le dije ayudándole a apartar la sopa.
– No te disculpes, hay veces que no piensa las cosas cuando las dice. Al menos se habrá disculpado en condiciones ¿No? – le miré y me sonrió con una ceja levantada. No le dije nada pero no pude evitar sonreír yo también como una estúpida.
 
Desperté a Ryo con cuidado, que se frotó los ojos y me pidió perdón. Nos sentamos a la mesa y un momento después apareció Nagase, sentándose a mi lado. Almorzamos con muchas ganas, mi comida estaba rica, como siempre, pero la de Mabo estaba deliciosa. Aunque Nagase parecía más entusiasmado con mi parte de la comida, lo que me hizo bastante ilusión. Y precisamente en eso me quedé pensando. Quizás me estaba ilusionando demasiado, quizás no debería seguir con ese asunto. Yo era una mujer ocupada y no sabía si iba a poder dedicarle a Nagase el tiempo suficiente. Y él por su parte siempre estaba haciendo cosas como yo. ¿Y por qué estaba pensando en una relación de pareja? Me quedé tanto tiempo en la inopia que cuando fui a comer de nuevo estaba frío y los chicos habían acabado. Solté los palillos y me eché hacia atrás en la silla. Me solté el pelo de nuevo rascándome la coronilla, intentando decirme a mi misma que no era momento para pensar en esas cosas cuando sentí los dedos de Nagase buscar los míos por debajo de la mesa. Le miré y no me prestaba atención, estaba hablando con Mabo, pero entrelazó sus dedos con los míos y me hizo cosquillas con su pulgar. Sonreí. Tenía ganas de dejar caer mi cabeza en su hombro pero me quedé derecha, intentando ponerme al día de lo que estaban hablando.
 
– ¿Y por qué no vas con Sae-chan? Ya va siendo hora de que se la presentes al resto de la gente como tu novia – le dijo Nagase a Mabo – y si a Johnny-san no le gusta que se aguante.
– No todos podemos hacer lo que queramos cuando queramos como haces tú – le contestó él – además, Taichi no quiere que se centre la atención en ella.
– ¿Quién es Sae? – Pregunté con curiosidad – ¿Tu novia? – Mabo asintió sonriente.
– Es que el 16 de este mes es el cumpleaños de Okura – me dijo Ryo – y le queremos hacer una fiesta sorpresa, cuanta más gente mejor ¿Te vienes?
– No sé si tendré algo que hacer…
– ¡Venga ya! Por un día no pasa nada – me dijo Mabo.
– Además, no le conozco lo suficiente…
– No pero va mucha gente que sí conoces. Venga, anímate. Nunca vienes a cosas como estas – Ryo podía llegar a ser un coñazo de mucho cuidado.
– No la atosigues, ya nos dirá ella si quiere venir o no – dijo Nagase como el que no quiere la cosa, comiéndose con las manos un pedazo de tempura que tendría que estar helado a esas alturas.
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Me apretó la mano con cariño y me tuve que esforzar para no sonreírle.
 
– ¿Y tú vas a ir solo? – me preguntó Mabo de repente.
– Probablemente…
– Intenta ser un poco más discreto con tu próxima novia, es un consejo que te doy.
 
No va a ser fácil’ pensé. Y me sorprendí. ¿De verdad quería que Maki fuese mi novia? Un día antes simplemente quería follármela pero ahora de repente… le había cogido la mano simplemente porque quería sentir su calidez, y cuando me sonrió en la habitación sentí algo muy familiar y que solo había sentido con una persona. Me quedé pensando mientras les escuchaba hablar con el codo en la mesa, dándome con el dedo en la nariz. Hasta que Maki me sacó de mis pensamientos apretándome la mano dos veces.
 
– ¿Estás bien? – me preguntó. Los otros dos hablaban de sus cosas y no nos prestaban atención.
– Sí, me he quedado un poco en las nubes – dije sonriendo, pero ella no me devolvió la sonrisa, en su lugar me miró frunciendo el ceño y acto seguido se levantó a recoger la mesa.
– Ah, deja que te ayude – dijo Ryo levantándose.
– No hace falta – dijo ella, pero la ignoró. Todos nos levantamos y llevamos cosas a la cocina, Mabo incluso le preparó el lavavajillas ignorando sus quejas.
– Me quedaría un rato más, pero tengo planes con mi chica – le dijo este – muchas gracias por el almuerzo.
– Yo me voy a dormir, es que de verdad, no puedo… – dijo Ryo con cara de agotamiento.
– Te llevo, es culpa mía que estés así – Maki me miró extrañada. Mierda. Se me había escapado. Aunque no le prestó mucha atención.
– No hace falta Nagase.
– De todas maneras me iba a ir, debes de estar cansada tú también – no me dijo nada, se dio la vuelta y siguió limpiando.
 
Le volvimos a dar las gracias y salimos los tres de su casa. Llevé a Ryo en silencio hasta la suya, y fue medio dormido todo el camino. Me dio las gracias y con una sonrisa atontada se despidió de mí. Entonces me quede sentado en el coche sin saber muy bien qué hacer a continuación. Cogí el teléfono para mandarle un mensaje a Maki y me sorprendí al ver que ya tenía uno.
 
‘No sé qué te ha pasado pero si ha sido culpa mía lo siento. Quería hablar más contigo del tema pero con Mabo delante era imposible. Cuídate y descansa (´ω`)’. – Maki.
 
Me lo guardé en el bolsillo y arranqué el coche de nuevo.
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Me tumbé en el sofá fastidiada, para un día libre en el que había planeado no seguir trabajando no iba a tener más remedio que hacerlo. Era eso o aburrirme. O agobiarme pensando demasiado. Nagase no me contestaba al mensaje y no tenía ni idea de si su estado de ánimo antes de irse era por mi culpa. Sabía que yo no había hecho nada para provocar que se pusiera tan melancólico, pero no podía estar segura. Escuché que llamaban a la puerta y me levanté extrañada, se habrían dejado algo.
 
– Hola otra vez – le dije a Nagase cuando le vi en la puerta, aparentemente tranquila pero bastante nerviosa en realidad – ¿Qué pasa?
 
Me miraba de una manera extraña, demasiado serio, con la chaqueta en la mano. La dejó caer en la entrada y cerró la puerta sin dejar de mirarme a los ojos. Ni si quiera se quitó los zapatos. Me puso las manos en los hombros y me besó con fuerza en los labios, haciéndome andar de espaldas hacia el salón. Cuando me quise dar cuenta estaba tumbada de nuevo en el sofá, pero con él encima. Se apoyaba en este con un brazo sobre mi cabeza, y su otra mano estaba en mi cintura.Abrí las piernas para que se colocase entre ellas mientras le pasaba las manos por los hombros, buscando su lengua con ansiedad. Le miré cuando sentí que metía su mano por debajo de mi camisa, levantándola y acariciando mi cintura. Se separó lo justo de mí para observar lo que se veía de mi cuerpo, y sin pedir permiso me dejó en sujetador. Puso sus dos manos en mi cintura y comenzó a besarme el cuello poniéndome los vellos de punta. Sentí como subía las manos hasta el broche de mi sujetador y sentí como lo quitaba. Me estaba muriendo de vergüenza pero es que no quería pararle. Mi primera reacción fue taparme cuando vi que se incorporaba para observarme, pero me apartó las manos con delicadeza. Miró mis diminutos pechos durante unos segundos y no tardó en inclinarse sobre mí de nuevo. Me lamió y pellizcó los pezones con fuerza, quizás con demasiada. Se me escapó un gritito y me miró.
 
– No seas tan brusco… – le pedí.
– Lo siento – acercó su boca a la mía y me besó con tranquilidad, acariciándome los pechos de una manera mucho más suave que antes.
 
Estaba sorprendida por lo duros que tenía los pezones, por lo que me hacía sentir cuando tiraba de ellos y por lo que me excitaba verle pasar sus labios por mi cuerpo. Hice el intento de quitarle la camisa pero se la terminó quitando él junto con la camiseta negra que tenía debajo. Entonces vi su tatuaje, ese tan famoso, y quise no haberlo visto pero la verdad es que se me olvidó al fijarme en el resto de su cuerpo. Sus hombros eran anchos y sus pantalones estaban más bajos de lo normal, dejándome ver su vello púbico. Le pasé las manos despacio por el pecho mientras me mordía el labio a mi misma. Se le habían escapado unos cuantos mechones de pelo que se resistían a la gomina y me miraba fijamente a través de ellos. Se me iba a salir el corazón por la boca.
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Era suave, era preciosa, y olía tan bien que era como un imán. No quería despegarme de ella pero era muy agradable sentir sus dedos acariciarme el pecho. Teníamos todo el tiempo del mundo y quería que ella llevase el ritmo. Me miró a los ojos mordiéndose el labio y paró sus manos justo en la hebilla de mis pantalones. Las quitó de ahí como si se hubiese quemado, indecisa, y mientras se pellizcaba el labio con los dedos de su mano izquierda me empezó a quitar el cinturón con la derecha. Me miraba a los ojos de cuando en cuando, yo no despegaba la mirada de ella, no movía ni un músculo. Cuando acercó su otra mano para quitarme el botón del pantalón vi que le temblaba el pulso, de hecho no atinaba a desabrochármelo. Sonreí y me senté en el sofá, junto a ella.
 
– Ven aquí – dije haciéndole un gesto con las manos para que se sentase en mis rodillas. Se puso con las piernas hacia un lado, intentando taparse los pechos con las manos. Al final se cruzó de brazos.
– Estoy muy nerviosa, lo siento. Y siento ser tan torpe.
– Me tendrías que haber visto la primera vez que hice algo así. Lo tuyo es agilidad a mi lado – hice que se riese, esa era mi intención – ¿Qué te tiene tan nerviosa?
– Tú, la situación, estar medio desnuda, que me mires tanto… todo, creo.
– Vístete si quieres. Lo dejamos y ya está – me miró preocupada – ya te dije ayer que no vas a hacer nada que no quieras hacer.
– No es eso. Quiero hacer… quiero estar contigo – me miró los labios – cerca.
– Mira, lleva tú el ritmo ¿Vale? Si quieres que lo dejemos, que me vaya, que me vista o que te baile algo dímelo – volvió a reírse, me encantaba ver como sonreía – pero no te avergüences de nada, sé que es la primera vez que estás haciendo estas cosas.
Asintió, apartándose un mechón de pelo de la mejilla, escondiéndoselo tras las orejas para que no le molestase al besarme. Me rozaba el pecho con las puntas de sus dedos de nuevo, pero su otra mano estaba dejada caer en sus piernas, así que se la cogí y le hice cosquillas en la espalda mientras disfrutaba de sus besos. Eran inexpertos, tímidos incluso, pero eso hacía que me gustasen más porque eran diferentes de todos los besos que me habían podido dar alguna vez. Me sorprendió al girarse para ponerse de frente a mí, me agarró de las muñecas y puso mis manos en sus pechos sin dejar de besarme. Eran pequeños, pero sentir sus pezones cada vez más duros bajo mis dedos me excitaba muchísimo. Además también sentía los latidos de su corazón, que iba a toda pastilla. Dejó de besarme, bajando sus manos despacio de nuevo hasta mi bragueta, quitándome el botón al fin. Me bajó la cremallera y apoyó las rodillas en el sofá mientras me bajaba los pantalones. Yo subí las caderas para ayudarla y al tirar de los vaqueros, me bajó un poco los calzoncillos.
            A esas alturas tenía una erección tan enorme que el glande se me salió de la ropa interior y Maki se quedó quieta mientras yo terminaba de quitármelos como podía. Me miró a los ojos y apretó los labios mientras bajaba su mano hasta rozarme con las puntas de los dedos, sacándome un suspiro. Me bajó los calzoncillos hasta dejar todo mi miembro al descubierto, alzó las cejas levemente con los labios aún apretados y mordiéndoselos. Yo no dejaba de acariciarle la espalda y cuando me miró de nuevo le sonreí.
 
– Dime si lo hago mal – me dijo mientras empezaba a acariciármela despacio.
– No te preocupes por eso, los hombres somos simples – le dije entre jadeos. Siguió moviendo la mano despacio, pero al ver que cerraba los ojos y jadeaba más profundamente aceleró el ritmo demasiado bruscamente – despacio, apriétame más por… si… ahí, no te muevas de ahí – se centró en estimularme el glande, tenía las manos pequeñas pero habilidosas. Y además estaba tan cachondo que cualquier roce me volvía loco.
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El corazón me latía cada vez más rápido conforme lo hacía su respiración, apoyé mi mano junto a su ombligo y me puse de rodillas en el suelo, ante el sofá. Nagase abrió los ojos y me miró, sonriéndome. Dudaba muchísimo que supiese hacer lo que pretendía, no sabía ni por donde empezar pero me dejé llevar por la imaginación. Se la agarré y lamí el glande despacio, en círculos. Ya estaba mojada cuando pasé mi lengua por encima, era un sabor amargo pero no me hizo parar. Él echó la cabeza hacia atrás susurrando mi nombre y cuando me la metí en la boca gimió. Nunca había escuchado a un hombre gemir, y me gustó mucho. Se la chupaba despacio, como él me dijo y por donde él me dijo. Me miró y me cogió la mano con la que se la agarraba, haciendo que la moviese. Cuando la moví al mismo tiempo que le daba placer con los labios y la lengua, gimió apretando los dientes, diciendo mi nombre después. Jamás pensé que un hombre pudiese volverse tan loco gracias a lo que yo le hacía, y menos alguien como él.
 
– Maki chan, vamos a tener un problema si no paras – dijo agarrándose del sofá, pero no paré de mover mis labios contra su piel – ¿No quieres que yo…? Ah…kimochi, sigue… ¿No quieres que…? ¡Joder! ¡Para un momento, no puedo hablar! – me dijo riéndose.
– Lo siento… – dije sonriendo cuando me la saqué de la boca.
– Aquí no puedo hacerte lo que quiero hacerte.
 
Se puso de pie y me cogió en volandas, haciéndome dar un gritito. Me agarré de su cuello y me besó con ganas camino a mi habitación. Empujó la puerta con el hombro y me dejó caer en la cama, quitándose los zapatos rápidamente y tumbándose sobre mí.
 
– Vas a llevar el ritmo, no te preocupes, pero esto es cosa mía – me dijo mirándome a la altura de mi ombligo, desabrochando mis pantalones.
– ¿No podemos echar las cortinas? – me miró sonriente pero frunciendo el ceño – es que me da vergüenza.
– Pero entonces no voy a ver nada. Y tú ya lo has visto todo, eso no es justo.
– Pero… es que… – no estaba depilada, no le iba a gustar. Las piernas si, por supuesto, siempre las tenía que tener impecables porque nunca sabía cuando me iban a poner una falda en vestuario. Era otra parte la que me preocupaba.
– ¿Qué lleves unas bragas tan bonitas es coincidencia? – me dijo al tirar del borde mis bragas de encaje celestes.
– Iban a juego con el sujetador – dio una carcajada poniendo sus manos en mis caderas besándome en los labios una vez más antes de centrarse en lo que tenía entre las piernas.
 
Me daba vergüenza hasta mirarle. Hacérselo a él también me dio vergüenza, aunque al ver que le gustaba se me pasó, pero esto no era lo mismo. Rara vez me había yo parado a experimentar conmigo misma, alguna vez lo había hecho, claro, pero normalmente estaba tan ocupada o cansada que nunca se me ocurría. Y las pocas veces que lo hice fue en la ducha. No sabía cómo iba a ser esto, no sabía cómo podrían sentirse esos gruesos labios, y me estaba mirando tan fijamente…
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No me hizo falta tocarle para darme cuenta de que estaba empapada. Tenía las braguitas pegadas a la piel y rocé con mi pulgar ahí donde vi que estaba más mojada. Dio un respingo expulsando el aire por la nariz y la miré sonriendo sin poder evitarlo. Estaba colorada, no supe si por la vergüenza o por la excitación, probablemente por las dos cosas. Seguí rozándole con mi dedo y besé la piel que quedaba entre su ombligo y las braguitas, que agarré con los dientes, bajándoselas. Se empezó a reír nerviosa y me hizo reírme a mí. Estaba siendo muy divertido, me estaba gustando más de lo que pensaba. Y lo mejor de todo es que no tenía prisas, claro que estaba deseando sentir su cuerpo apretándome pero tenía más ganas de hacer eso. De ver su reacción al darle placer.
            Se las quité mirándola a los ojos, aún riéndome con ella, y le separé las piernas. Me miraba mordiéndose un dedo y con cara de preocupación, pero al ver como me agachaba ante ella subió las caderas. Lo estaba deseando, ella y yo. Lamí su clítoris muy despacio, sin levantar la lengua del sitio, presionando con delicadeza y escuchándola gemir breve y agudamente. Eran más jadeos escandalosos que gemidos, me excitaba escucharla y sentirla moverse bajo mis manos. Besé su sexo por todas partes: su clítoris, sus labios, introduje mi lengua despacio en su vagina y entonces fue cuando gimió de verdad por primera vez.Y fue cuando empecé a sentir la urgencia de follármela hasta que la escuchasen los vecinos del bloque entero gemir mi nombre. Estimulé su vagina con mis dedos sin penetrarla con ellos y me centré en su clítoris porque quería que se corriese al menos una vez.
 
– Nagase… – susurró – Nagase, tame[1]… – no me podía creer que ya fuese a correrse. Mientras me apretaba contra ella tirándome del pelo, dio un gemido larguísimo y agudo en el que terminó quebrándosele la voz mientras decía como podía – iku…iku…
 
Incluso yo estaba gimiendo de la misma excitación que sentía. Subí mi boca por su cuerpo, besándola por todas partes,  pero dejé mis dedos ahí abajo. Apreté uno contra su empapadísima vagina y se lo empecé a meter muy despacio, mirando su expresión.
 
– Esto no te duele ¿Verdad? – Negó con la cabeza, agarrándome de la cara con sus manos y besándome con ansias, así que metí otro dedo y me llevé un buen rato masturbándola de esa manera, viéndola jadear – Maki chan, quiero hacerte el amor.
– Me va a doler – dijo moviendo las caderas al mismo ritmo que movía yo mis dedos dentro de ella. No le iba a mentir, estaba apretadísima, así que asentí.
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– Creo que si. Quizás, lo mejor es que te pongas tú encima y llevas el control – me dijo.
 
Se apartó de mi cuerpo, por lo que dejó de masturbarme, cosa que lamenté porque me estaba encantando. No como su lengua ni mucho menos, eso había sido lo más intenso que había experimentado nunca. Se tumbó boca arriba en mi pequeña cama – era suficiente para uno, pero para dos era pequeña. Sobre todo si esa segunda persona era Nagase – y muy nerviosa puse una pierna a cada lado de su cuerpo. Me miraba con tanto deseo… Antes de que hiciese nada, él se mojó la palma de la mano con su saliva y se la humedeció, algo que no se me habría ocurrido hacer pero que resulto ser buena idea. Y menos mal que me había masturbado antes, de no ser así habría sido imposible que todo eso entrase en mi cuerpo. Nagase era una persona grande en todos los aspectos aunque sobre todo físicamente. Y comparado conmigo era enorme, por lo que tuve problemas para hacerle entrar en mi cuerpo. Era eso y que estaba muy nerviosa. Más que en toda mi vida.
            Cuando conseguí que su glande entrase en mi interior el resto fue sin problemas, solo tuve que dejarme caer. Fui muy poco a poco y aun así me dolía, la presión y el calor, sentirle dentro de mí… dolía. Y cuando más me dolió fue al llegar a un punto determinado donde sentí un pinchazo enorme y los dedos de Nagase apretarme con fuerza. No quise moverme hasta que el dolor remitió un poco y él esperó pacientemente a pesar de estar jadeando como un loco. Me dejé caer igual de despacio hasta quedarme sentada sobre él. Se sentó en la cama, me pasó los brazos por la cintura y me abrazó con fuerza, besándome.
 
– ¿Estás bien? Estás temblando… – hasta que no me lo dijo no me di cuenta. Me miraba con sus ojos negros y preocupados, apartándome el pelo de la cara.
– Si, no te preocupes – miré hacia abajo, entre nuestras piernas. No me podía creer lo que estaba haciendo. Y no me podía creer que no estuviese dentro entera aún. Apoyé las manos en su pecho y le miré para encontrarme con su sonrisa
– Eres preciosa – me dijo besándome la mejilla – tienes la cara más bonita que he visto en mi vida. Y cuanto más te miro más bonita me pareces – sonreí totalmente idiotizada por sus palabras, pero eso no quitaba lo nerviosa que estaba.
– No es como me lo imaginaba – me miró fundiendo el ceño – duele bastante más.
– ¿Ahora mismo te duele? – no se por qué hablábamos en susurros.
– No, cuando estoy quieta no. Pero sé que como me mueva…
 
Asintió y sonrió brevemente justo antes de besarme de nuevo. Eran como los primeros besos que nos dimos solo un día antes, pero esta vez estaba desnudo y dentro de mi cuerpo. Me acariciaba por todas partes con sus manos, hasta que llegó a mis muslos y me masturbó despacio con sus dedos. Eso si me gustaba, y me gustaba muchísimo.
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De lo que ella no se daba cuenta era que cuanto más cachonda estaba más me apretaba y más me gustaba a mí también. Las ganas de que se moviese de una vez me estaban volviendo loco, pero esperé y la acaricié. Y hasta que no volvió a gritarme que se corría clavándome las uñas, no intenté moverme. Sentía la polla empapada, no le iba a doler ahora, o al menos no mucho. Le iba a sugerir que se moviese cuando lo hizo por iniciativa propia mientras se corría. Al principio muy despacio, muy muy despacio con los dientes apretados y juntando las cejas. La agarré del trasero sin dejar de rozar su clítoris con la otra mano y cuando empecé a besarle el cuello también empezó a gemir. Me gustaba muchísimo sentir como me apretaba y no pude evitar mover las caderas igual de despacio que ella, jadeando contra su piel. Se movía de manera torpe, y no le había podido penetrar hasta el fondo aún, es que no sabía siquiera si podría. La agarré de las caderas y me la quité de encima con cuidado, tumbándola en la cama.
            Me tumbé sobre ella, acariciando sus muslos despacio y rozándome con su empapadísimo sexo, metiéndola entre los labios mojándomela más de lo que ya estaba. Empezó a gemir mucho más fuerte, me agarraba con fuerza de la espalda y yo no podía estar más cachondo viendo sus gestos. Entré en ella con suavidad, y empecé a hacerle el amor moviendo las caderas entre sus piernas, observando como me miraba. Deduje que no le dolía al notar que me agarraba del trasero pegándome a ella, así que probé a intentar metérsela entera. Cuando lo hice dio un gemido que fue más bien un grito. Me asusté porque no quería hacerle daño y volví a penetrarla como antes, pero es que estaba tan apretada y yo estaba tan cachondo que no pude evitarlo.
 
– Más, dame más – me susurró
– ¿Seguro? ¿No te due—
– No me duele, de verdad… ¡Nagase! – gritó mi nombre al volver a penetrarla hasta el fondo, alargando la ‘e’ en un gemido agudo.
 
Susurré su nombre mientras le hacía el amor con ganas, observando su cuerpo, su cara, sus movimientos; sintiendo sus manos en mi piel y su boca contra la mía, pidiéndome que le diese más. Me puse de rodillas en la cama y la agarré de las caderas dándole no solo profundamente, sino también rápido, intentando en vano no darle demasiado fuerte. Se agarraba a la almohada con fuerza, estiró las piernas doblando los dedos de los pies y me gimió que se corría, me lo gimió una y otra vez. Y me lo gimió con tantas ganas que yo también me corrí y casi lo hago dentro de ella, se la saqué a lo justo y eyaculé rozándome con su vagina mientras me masturbaba, gimiendo sin poder evitarlo. Había sido tan intenso que tuve que dejarme caer a su lado, secándome el sudor de la frente.
 
– ¿Y ahora yo que hago? – dijo mirándose sofocada, toda manchada de mi esperma.
– Lo siento – dije riéndome entre jadeos.
– Voy a ducharme, ahora vengo – se iba a levantar pero la agarré de la muñeca.
– Dame un beso antes de irte – la agarré de la nuca y la besé con fuerza y ternura al mismo tiempo. Antes de salir de la habitación me sonrió, y después de resoplar y reírme, me quedé dormido sin poder evitarlo.
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Me enjuagué con rapidez porque no quería hacerle esperar, pero me limpié a conciencia. Tenía que admitir que me dio asco ver todo eso ahí derramado, pero al final me había gustado tanto que le dejaría repetirlo las veces que quisiera. Aún me sentía sensible y las piernas me temblaban muchísimo. Me dio rabia no haber hecho estas cosas antes – él tenía razón, no sabía lo que me perdía – pero es que quizás si me hubiese metido prisa no lo habría disfrutado como lo hice. Y él me había tratado tan bien y se había preocupado tanto porque me gustase que creo que fue lo que hizo que todo saliese tan bien. Salí de la ducha con una sonrisa de oreja a oreja y la toalla alrededor del cuerpo, y tuve que aguantar la risa al verle dormido boca arriba, ocupando toda la cama y roncando con ganas. Me acerqué a él y le tapé como pude asombrándome de lo guapísimo que era. Nagase ni se inmutó, pero yo pegué un buen respingo al escuchar que llamaban a la puerta. Me puse a toda velocidad el primer pijama que cogí del armario, intentando no despertarle al cerrar la puerta de la habitación y preguntándome quien era tan oportuno. Puse la chaqueta de Nagase en el perchero y abrí.
 
– ¿¡Qué estabas haciendo?! Mira que tenerme esperando…
– ¡Meisa chan! – Le di un abrazo inmenso a mi mejor amiga, riéndonos como adolescentes – ¡Pasa! ¿Qué haces aquí?
– He venido unas semanas con Jin y la niña – dijo mientras se quitaba los zapatos – acabo de llegar y les he dejado en casa de mis padres porque tenía que verte. ¿Por qué estás a oscuras? – dijo encendiendo la luz del salón.
– Es que estaba en mi habitación – me daba vergüenza hasta decírselo, no quería que pensase mal de mi. Me miró alzando una ceja mientras se sentaba en el sofá, quitándose la chaqueta. Y fue cuando se sentó que se dio cuenta que estaba todo lleno de ropa.
– ¡¿A quién escondes?! – Miré hacia la puerta de mi cuarto y me reí nerviosa – No me digas que vengo en mal momento porque me voy.
– No, no, no. Está dormido – dije recogiendo su camisa, su camiseta y la mía.
– ¡No me lo puedo creer! – dijo llevándose las manos a la boca y mirándome completamente sorprendida – ¿¡Ya?! Porque es Nagase ¿No?
– Si, es él – no podía decírselo mirándole a la cara así que me centré en doblar la ropa que tenía en las manos.
– ¿Se ha quedado a descansar, está borracho o…?
– Ahm… – me agaché cogiendo su cinturón y sus pantalones del suelo – supongo que debe estar cansado. – Meisa se me quedó mirando y su expresión de sorpresa aumentaba así como mi vergüenza – ¿Soy una guarra?
– ¡Anda ya! Lo que eres es inteligente, ¡Te has llevado a la cama al más cerdo de los Johnny’s! Creo que es la mejor manera de perder la virginidad – no paraba de reírse y me contagió la risa.
– Ha sido él quien me ha llevado a la cama. Literalmente.
– ¿Cómo ha sido? – dijo tirando de mi mano para que me sentase a su lado.
– ¿No quieres tomar algo? – no quería hablar del tema, me daba vergüenza.
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Me desperté solo y a oscuras. Tanteé a mi lado y después de un rato encontré el interruptor de una lamparita. Escuché voces, risas, femeninas. Por lo visto Maki tenía compañía. Me levanté de la cama poniéndome la ropa interior y dándome cuenta de que era lo único de ropa que tenía en el cuarto. Y los zapatos. Abrí la puerta de la habitación y me paré a escuchar con curiosidad lo que hablaban.
 
– No se porque estoy haciendo todo esto – dijo Maki – no es normal que yo haga estas cosas, tendría que estar trabajando.
– Acabas de terminar un dorama, ahora mismo no tienes trabajo, relájate. ¿No te gusta estar con Nagase o qué? – dijo la otra chica.
– Claro que me gusta, me encanta – no pude evitar sonreír – es muy divertido y es guapísimo. No se como no me he fijado antes.
– Pues salta a la vista – dijo su amiga riéndose. Le dije un ‘gracias’ mentalmente.
– Además, me trata muy bien. Muy, muy bien… ¿Crees que alguien puede enamorarse en dos días?
– No se lo digas – tarde, ya me había enterado – ni se te ocurra decírselo. Un hombre no siente las cosas como las sentimos nosotras y es normal que te confundas ahora. Acabas de hacerlo por primera vez, date unos días y piénsatelo. Además, es el primer hombre con el que estás ¿No? – Escuché que se reían – anda que no has puesto el listón alto.
 
Me reí, pero en el fondo estaba preocupado. No quería que esa niña se enamorase de mí, no quería algo tan serio y tan pronto pero es que quizás yo había metido la pata al tratarla tan bien. No, eso no había estado mal. Ella estaba contenta, le había gustado y era lo importante. Suspiré aún agarrado al marco de la puerta de su cuarto.
 
– ¡¿Maki chan?! – se quedaron calladas de inmediato y escuché unas risitas y pasitos apresurados. Cuando la vi venir con mi ropa en las manos y en pijama me entraron ganas de estrujarla y de darle besos por todas partes.
– No entré en el cuarto porque no quería despertarte – dijo dándomela – no encuentro tus zapatos.
– Están ahí, ¿Quién es? – dejé la ropa en la cama y empecé por ponerme los pantalones.
– Meisa, mi amiga – asentí – ¿Llevas mucho despierto?
– No – dije poniéndome la camiseta y un zapato a la vez. Se quedó callada unos segundos mirando como me vestía. Seguía sorprendiéndome lo poca cosa que era.
– ¿Tienes prisa? – dijo cruzándose de brazos mientras me ponía el otro zapato. Me quedé mirándola porque me observaba con una expresión de lo más insegura.
– No, pero no quiero molestaros – asintió con una expresión rara. De verdad que era preciosa, despeinada y con el pelo húmedo como estaba. Quise comérmela a besos – ¿Qué pasa?
– Eso me estaba preguntando – dijo mirando al suelo – antes de hacerlo conmigo estabas más cariñoso y ahora apenas me miras a la cara.
– No seas tonta – me puse la camisa sin ponerme los botones. Lo que pasaba es que eso de ‘enamorarse en dos días’ me tenía un poco acojonado, pero no iba a decírselo. Sobre todo porque no lo veía una tontería, era totalmente posible – ¿Dónde está el cinturón?
– Vale – se dio la vuelta y tuve que correr tras ella para agarrarla del brazo.


[1] No puedo más

 

4
 
Pensé que al ir a darle la ropa me besaría o me miraría como me estuvo mirando antes, pero casi que me ignoró. No sabía en que estaba pensando, ¿De verdad me creía que ya él se iba a quedar conmigo? Había conseguido follarme – en un tiempo record – y ahora lo que quería era salir corriendo. A saber si volvía a tener noticias suyas. Cuando me agarró del brazo me di la vuelta y le miré enfadada por su actitud.
 
– Maki, lo siento.
– ¿Qué quieres decir con eso? – se me quedó mirando y suspiró. Sentí una sensación rarísima en el pecho y el estómago.
– Ven – me abrazó por los hombros y me pegó a su cuerpo, pero yo no quería abrazarle, estaba enfadada – lo que ha pasado antes… me ha gustado muchísimo.
– ¿Pero?…
– Sin peros – me acariciaba el pelo y ya estaba un poco menos enfadada. Subí las manos y le agarré la camiseta – venga, abrázame de verdad – dijo riéndose y apretándome.
 
Chasqueé la lengua mientras le apretaba contra mí con la cabeza apoyada en su pecho, sintiendo su olor envolverme. Meisa podía decir lo que quisiese, quería a ese hombre. Y mucho.
 
– ¿Puedo llamarte Tomoya? – le pregunté.
– Claro que si – contestó riéndose. Le miré y me puse de puntillas, besando esos labios tan gruesos y atractivos. Quería decirle ‘te quiero’, pero aguanté el impulso. Mi idea era darle un beso breve, así que me sorprendió cuando me agarró del pelo y comenzó a besarme lenta y profundamente – me encantan tus labios – me dijo entre beso y beso.
– Y a mi los tuyos – Sonrió y me besó brevemente – el cinturón está en el salón.
 
Se rió y fue tras de mi, pellizcándome el trasero. Meisa – la muy idiota, porque le dije que lo hacía yo – estaba preparando té y nos miró con una sonrisita cuando entramos. Él le saludó con la cabeza y le di el cinturón que se puso en un momento.
 
– ¿Te veo en el cumpleaños de Okura? Es el jueves que viene – me dijo.
– No lo se…
– Kuroki-san, seguro que Jin quiere venir, ¿Por qué no os venís los tres? – le dijo.
– Me parece una idea estupenda, anímate y sal por una vez – me dijo dándome un empujoncito – ¿Quieres té Nagase-san? – Negó con la cabeza.
– Gracias, pero tengo que irme. Creo que mañana tengo que ir a grabar un DASH y tengo que estar descansado, a saber donde me meten.
– Bueno, pues hasta el jueves Nagase-san. Pori-chan, voy al servicio un momentito – asentí y vi como se iba a mi cuarto. Seguro que lo hizo para que me despidiese de él. Cuando se fue, Nagase me miraba riéndose.
– ¿Pori-chan?
– Es un apodo… una tontería en realidad.
– Me gusta más Maki – me puso la mano en el mentón y me dio un breve beso en los labios – te veo en cinco días a más tardar. ¿Vale? – asentí. Un beso me sabía a poco después de lo que me había dado.
– Ve con cuidado – me sonrió ampliamente antes de meterse en el ascensor. Cuando cerré la puerta di un suspiro inmenso. Cinco días eran muchos días y ya le echaba de menos.
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Al llegar a mi casa me di una buena ducha, había sudado mucho y me iba haciendo falta. Ni si quiera sabía como Maki aguantaba mi olor, no lo aguantaba ni yo, y eso que me gustaban los olores fuertes. Me hice una hamburguesa, la metí en pan con todo lo que pillé en el frigorífico y me la comí delante del ordenador. Cuando acabé con ella me sentía más cansado que cuando acabé con Maki esa tarde. Me fui a la cama bebiendo a morro de una botella de agua helada y después de un eructo larguísimo y estruendoso que me hizo dar una carcajada me desnudé y me metí en la cama.

            Pero aunque estaba cansado no me dormí, me puse a pensar en ella. Si estuviese ahí conmigo no podría haber hecho eso por no ofenderla. Tampoco habría podido cenar tranquilamente, a lo mío. Pero estaría comiendo de su comida y en su compañía, viéndola sonreír e incluso – por que no, ya puestos a imaginar – riñéndome porque me había manchado la cara de ketchup. Después de eso nos reiríamos y nos besaríamos. Y me daría un empujón al escucharme eructar de manera larga y escandalosa porque había cosas que nunca cambiaban. Tenía una sonrisa de oreja a oreja solo de imaginarme la escena, ¿Pero realmente quería eso? ¿Quería tener que contar con la opinión de alguien para ir y entrar, para hacer mi vida diaria? ¿No estaba mejor soltero? Me había dejado la ventana abierta y en esa habitación tan grande me entró frío. Me tapé un poco más, pensando que si la estuviese abrazando en ese momento no tendría frío alguno.

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– ¡Maki chan! – Meisa movió la mano ante mis ojos porque no le hacía ni caso. Esa tarde en lo único que pensaba era en como hacerlo para verle antes del jueves sin parecer desesperada. Ya era martes y llevaba desde el sábado sin saber nada de él – no me estás haciendo ni caso.
– ¿Tan ocupado estará? – dije mirando el teléfono por sexta vez desde que me levanté.
– Si. Y tú deberías de estarlo. ¿No te han dado un guión nuevo para que te lo leas y digas que te parece?
– Si, ya llevo la mitad – dije intentando no parecer culpable.
– La Maki de hace una semana se lo habría leído dos veces, por si se le pasaba algo. Incluso habría empezado a memorizar líneas de haberle gustado.
– No me digas lo que tengo que hacer ¿Vale? Se cuales son mis obligaciones, es solo que estoy preocupada.
– Si quiere verte ya te llamará él – dijo llevando al fregadero las cosas de la merienda.
– Esa es una forma de pensar antigua, Meisa.
– Lo que no puedes hacer es ir detrás rogándole, ¿Vas a llamarle y que te diga que no quiere verte? ¿Vas a poder con eso?
– Y que quieres ¿Qué me quede con la duda de que me habría dicho? Sinceramente, no se que es peor.
– Haz lo que te de la gana, espero no tener que decirte ‘te lo dije’. Pero te recuerdo que a lo mejor él no ve la relación como tú la ves.
– A veces te pones insoportable – salí a la terraza de la casa a que me diese el aire.
Me acababa de decir algo que probablemente era cierto, por eso mismo me enfadaba y me dolía tanto, porque no quería admitirlo. A cada momento estaba pensando en él y tampoco es que mí alrededor me lo pusiera fácil. Siempre había un anuncio: en la televisión, en las revistas o bien en la calle en la que salía él o algún miembro de TOKIO. Pero yo tenía gran parte de culpa también, había empezado a escuchar su música.
Evidentemente había algunas canciones que conocía porque eran muy famosas, pero descubrí otras que también me gustaron. Crucé los brazos en la barandilla y apoyé la frente en ellos, resoplando. No quería ser solo un polvo, no quería eso. Quería verle, quería que me besase y perderme entre sus brazos. Quería sentir sus manos acariciarme el pelo. Volví a mirar el teléfono, pero seguía sin haber nada, así que tomé las riendas del asunto.
– Pori-chan, mira esto – Meisa me tendió una revista de prensa rosa de las que yo más odiaba. Al leer la cabecera del artículo me arrepentí del mensaje que le había mandado a Nagase.
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Me fumaba un cigarro en la azotea pensando en ella. Estaba un poco agobiado porque no pensaba en otra cosa, todo el día preguntándome que estaría haciendo, si tendría tiempo para mí, si tendría interés en verme… Era una locura, era desde que me levantaba hasta que me acostaba, pero no quería precipitarme y además no quería admitir ningún sentimiento porque de hacerlo tendría que admitir todo lo que conllevaba. Esto simplemente era la atracción sexual, tenía ganas de verla bajo mi cuerpo de nuevo, eso era todo. O eso me repetía una y otra vez. Sentí que se acercaban a mí y al darme la vuelta vi a Taichi con su traje de chaqueta como yo pero con la corbata aflojada. Venía comiéndose un onigiri y me lo ofreció, pero lo rechacé. Se paró mirándome con los ojos como platos.
– ¿No tienes hambre? – me dijo.
– No sabes la cantidad de fresas que me he comido antes de venir para acá – le dije – ¿Qué haces aquí arriba?
– ¿Por qué no me has dicho que tienes novia? – le miré sorprendido porque no le había dicho a nadie que Maki era mi novia, más que nada porque no lo era.
– Porque no tengo…
– Pues hay una noticia rondando por ahí de que te han visto con una chica alta y delgada. Dicen que os comprasteis algo en el starbucks y que luego os fuisteis juntos a casa.
– Pues no se cuando, la verdad. Gracias por decírmelo porque no me había enterado de que había hecho todas esas cosas.
– Pues hay una foto y todo – cogí el móvil para buscarlo por Internet y vi que tenía un mensaje de hacía ya dos horas.
‘Me pregunto si tu semana está siendo tan aburrida como la mía. () Tengo hasta ganas de que sea jueves, ¡Cualquier cosa por un cambio! ∩()∩’ – Maki
Sonreí al ver el mensaje y me rasqué la cara pensando si la segunda parte quería decir que si quería hacer algo con ella. También podría decírmelo directamente… Le contesté al mensaje y miré lo que me había dicho Taichi, que se comía el onigiri a bocados lentos. Vi la foto y me reí.
– No tengo ni idea de quién es esta tía.
– Pues está todo el mundo hablando del tema…
– Ya le diré a Johnny san que lo desmienta de alguna manera o algo. O ya dejaré caer una indirecta en algún programa. O mejor no digo nada, la gente se olvida rápido de estas cosas…
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Aunque mi primera reacción fue no contestarle, al final le mandé un mensaje de vuelta. Estaba con la niña de Meisa mientras ella se duchaba y solté el teléfono con desprecio en la mesa. Aunque en realidad no sentía desprecio, me sentía engañada y usada. Era una más y no lo había visto venir. Vale que hubiera sido una primera vez fantástica pero si solo iba a ser eso me lo tendría que haber dejado más claro. Suspiré y me levanté, echándome un vaso de agua que me bebí de una vez para tragarme las lágrimas con más facilidad. No iba a llorar por la situación, me negaba. Vi como el teléfono empezaba a vibrar en la mesa con el nombre “Tomoya” en la pantalla. Tardé en contestar porque no me decidía, y cuando lo hice quise colgar, pero ya era tarde.
– ¡Hey! – Me dijo alegremente – ¿Qué tal estás?
– ¿No has visto mi mensaje? – le dije intentando sonar enfadada en vez de triste.
– Si, precisamente por eso te estoy llamando – su tono de voz cambió por completo –  Me ha extrañado lo que me has puesto. ¿Por qué me lo preguntas de esa manera? ¿Estás enfadada conmigo por algo? – No dije nada porque me entraron ganas de mandarle a la mierda – en el mensaje anterior parecías de todo menos enfadada…
– Hablamos en otro momento, estoy ocupada.
Le colgué sin más y solté el teléfono en la mesa de nuevo. En ese instante Meisa llegó con el pelo mojado y se me quedó mirando extrañada. Me preguntó, pero no quise hablar del tema. Y a las horas volvió a preguntarme, pero tampoco quise contestarle. Cuando no pude más fue cuando llegó Jin. Verlos tratarse con tanto cariño fue la gota que colmó el vaso. Me levanté, cogí mis cosas y le dije que estaba cansada, que me iba a casa y que no se preocupase, que cogía un taxi. Pero fui andando despacio, ignorando la vibración constante del móvil en mi bolso. Cuando no pude más fui a apagarlo, pero me pudo la curiosidad al ver que tenía tres mensajes (además de seis llamadas perdidas).
‘No seas tonta y cógeme el teléfono. Cuéntame que te pasa, no entiendo nada’ – Nagase
‘Si lo que pasa es que no quieres volver a verme porque interfiero en tu trabajo al menos podrías decírmelo. Y si es otra cosa también.’ – Nagase
‘Estoy esperando fuera de tu edificio porque o no estás en casa o tienes una capacidad increíble para ignorar el timbre’ – Nagase
No entendía por qué se tomaba tantas molestias. Si estaba viendo a otras mujeres a la misma vez que a mí… ¿Por qué le importaba tanto de repente mi actitud hacia él? Había pasado de mí hasta que yo no le mandé un mensaje. Me tenía totalmente confusa.
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Las luces de su casa estaban apagadas y ya era de noche, así que al menos sabía que no estaba dentro. Empecé a preocuparme por si le había pasado algo, era raro que no me contestase, aunque teniendo en cuenta el mensaje que me mandó era probable que lo hiciese aposta.
‘¡Ah! ¿Tienes tiempo para mí? ¿No estás demasiado ocupado? Ya coincidiremos en alguna parte. Supongo.’ – Maki
Por más vueltas que le daba no conseguía entender que había hecho mal al preguntarle si quería ir a cenar. Creía que era lo que quería con su mensaje… Entonces la ví en la acera de enfrente y salí del coche sin si quiera cerrarlo. Iba derecha al portal de su casa y tuve que correr de verdad para alcanzarla antes de que entrase. Cuando le agarré de la muñeca se soltó con brusquedad, mirándome realmente ofendida.
– Maki-chan…
– ¿No tienes a nadie mejor que follarte? – la pregunta fue como un guantazo, no me lo esperaba en absoluto.
– ¿¡Qué?! Oye… no se que he hecho o que pasa, pero creía que yo te gustaba de verdad.
– Ese no es el problema. Lo que me gustaría saber es cuantas hay como yo esperando a una oportunidad para verte.
– ¿Te importa que nos metamos dentro?
– Oh, si, no vaya a ser que te hagan más fotos ¿Verdad?
– Ah, eso era… – sonreí realmente aliviado, pero pareció sentarle fatal.
– ¡Si, eso era! ¡¡Imbécil!! – abrió el portal de su casa y tiró para cerrarlo sin dejarme entrar pero yo, obviamente, tenía más fuerza que ella y aguanté la puerta.
– Oe, oe ¡Maki! ¡No conozco a esa chica, se lo han inventado todo! – al ver que llamaba el ascensor con los brazos cruzados de espaldas a mi y que no me hacía caso me sentí furioso. Después de todo el tiempo que llevaba esperando y preocupado me podría intentar al menos escuchar – De todas maneras tu actitud no tiene ni pies ni cabeza porque que yo sepa no eres mi novia.
No se movió, no me respondió, lo que me hizo enfadarme más aun. Cerré el portal con rabia y me fui hasta mi coche. Si no quería creerme pues muy bien, que hiciese lo que le diese la gana. Yo ya le había dicho la verdad y además no tenía derecho a controlarme. Después de toda la preocupación, de que me doliese la espalda sentado en ese coche y de estar toda la tarde pensando en ella… Entré en el coche muy decidido a irme a mi casa, pero no arranqué. ¿Por qué me preocupaba tanto? ¿Por qué me sentía tan horriblemente mal?Me quedé con las llaves en el contacto, dudando. Miré a su portal pero ya no había nadie. Sin embargo las luces de su casa estaban encendidas.
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Dejé las llaves en la mesa del recibidor totalmente abatida. Nagase llevaba razón, yo no era su novia, no había firmado ningún contrato en el que dijese que me pertenecía a mí exclusivamente. Me ofreció un contacto físico y no lo rechacé, no había promesas ni nada por el estilo. Si me montaba películas era cosa mía y no tenía derecho a enfadarme ni a ponerme así. El problema era que le quería solo para mí, y quería que me dijese cosas bonitas, no que se enfadase conmigo. Me senté en la entrada para quitarme las zapatillas que me había puesto esa mañana, pero me había puesto el lazo tan fuerte que me costó trabajo deshacerlo. Al intentar tirar del zapato para quitármelo sin quitarme los cordones me dí cuenta de que no salía y de repente estaba llorando. Me había prometido a mi misma no llorar por este asunto, pero ahí estaba, secándome las lágrimas como una imbécil porque no podía quitarme un puto zapato. Y justo en ese momento tan oportuno llamaron a la puerta. No me moví, solo me quedé allí sentada deseando que se fuese.
– Maki, abre – era él – lo siento no quería hablarte así. Déjame explicarte las cosas – me levanté y le abrí la puerta creyendo que ya tenía mis sentimientos a raya, secándome las lágrimas. Pero cuando abrí la puerta y le miré a los ojos tuve que mirar al suelo, muerta de vergüenza por que me viese llorar. – Maki chan…
Cuando me abrazó, el corazón me empezó a latir desbocado en el pecho porque eso era lo que quería. Le quería a él, pero también quería que se quedase para siempre, cosa que no le podía pedir. Empecé a llorar con más ganas al darme cuenta de cuales eran mis sentimientos de verdad y sentí sus manos apretándome contra su pecho, me quería quedar así para siempre. Pero se separó de mí y cerró la puerta, sentándose conmigo en el escalón de la entrada.
– Yo no quería que pasara esto – le dije como pude entre hipidos y sollozos – pero…
– No tendría que haberme acercado a ti en primer lugar – me dijo en susurros pasándome el brazo por los hombros – mira como estás ahora…
– Tú no tienes nada que ver con lo que siento…
– ¡Claro que tengo que ver! Fui yo el que empezó a decirte cosas bonitas para engancharte y—
– Para engancharme, exacto,  no para enamorarme. Tú no quieres una relación seria conmigo, si lo quisieses ya me lo habrías dicho.
– Yo no quiero una relación seria con nadie, no es porque seas tú.
– Ya bueno, lo que sea – me daba lo mismo que fuera en general o en particular, el problema era que no iba a tener lo que yo quería. Me levanté secándome definitivamente las lágrimas y suspiré. El también se levantó, me puso la mano en la mejilla y se acercó para besarme, pero giré la cara y le puse las manos en el pecho – creo que es mejor que te vayas.
– Pero…
– Estoy bien, no estoy enfadada. No te preocupes tanto – se quedó mirándome unos segundos, pasándome el dedo por la mejilla.
– Lo siento…
– Nada, nada – dije forzándome a sonreír – te veo el jueves ¿Vale?
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– Déjame besarte antes de irme – apretó los labios y miró al techo pasándose una mano por el pelo.
– No puedo, lo siento – dijo negando con la cabeza sin mirarme a la cara.
Asentí. Entendía lo que quería decirme sin que me lo dijese: Si no iba a ser su novio entonces nada. Y tenía sentido, yo mismo fui el primero que pensó que en el momento en el que hubiera sentimientos de por medio cortaba con todo. Fui por inercia conduciendo hasta mi casa y casi sin darme cuenta estaba en la cama, no tenía tampoco muchas ganas de cenar. Era una lástima que no fuésemos a volver a vernos porque en la cama éramos muy compatibles y me gustaba mucho su compañía. Era tan bonita que con solo una sonrisa me aceleraba el pulso y era una chica muy inteligente y trabajadora, sabía lo que quería. Cogí el teléfono y me metí en Internet, y cuando me quise dar cuenta estaba mirando fotos de ella, asombrándome de lo bella que podía llegar a ser. Tenía ganas de estar con ella, lo quería desde el sábado por la noche y lo seguía queriendo. Ni si quiera era un impulso sexual, lo que quería era abrazarla un buen rato y tenerla a mi lado mientras dormía.
Me dejé llevar por mis impulsos y le mandé un mensaje diciéndoselo, y pidiéndole perdón de nuevo. No quería acabar mi relación con ella, me negaba a dejar de verla. Me estaba debatiendo entre la libertad de la soltería y la felicidad de tener a alguien a mi lado. Y me iba a volver loco. No me contestó al mensaje, y me quedé dormido con el teléfono en la mano, mirando una foto de ella en la que salía especialmente bonita con una gran sonrisa en sus labios.
           
            Me desperté de repente sin saber muy bien por qué, miré el teléfono y eran casi las tres de la madrugada. Tenía hambre, quizás había sido eso lo que me había despertado. Me di la vuelta en la cama pasándome una mano por los ojos cuando escuché el timbre de la puerta. Extrañado, fui a abrir sin ponerme una camiseta, solo con los pantalones del pijama y peinándome el pelo hacia atrás con los dedos sin conseguir nada. Que alguien viniese tan tarde solo podía significar algo malo… pero cuando me asomé a la mirilla no daba crédito. Maki estaba allí plantada, mordiéndose las uñas, abrazándose el cuerpo con el otro brazo.
– ¿Qué pasa? ¿Estás bien? – le dije nada más abrir porque me miraba preocupada.
– He leído tu mensaje y no podía dormir, así que pensé que estaría bien eso de dormir abrazados – me quedé mirándola sin creérmelo – siento haberte despertado.
– Pasa, no te quedes ahí. ¿Cómo se te ha ocurrido venirte sola tan tarde? – cogí su chaqueta y la puse en el perchero, tenía puesto un jersey blanco y fino, con unos pantalones cortos y negros debajo.
– Quería verte… no se… – parecía avergonzada de lo que estaba diciendo.
– ¿Tantas ganas tenías que no has podido aguantar hasta mañana? – le dije riéndome.
– No tendría que haberte molestado, lo siento – se quiso dar la vuelta para irse pero la agarré de la cintura.
– No, ya que estás aquí hazme compañía – la cogí en brazos tal y como la agarré y me la llevé a mi habitación escuchándola dar grititos mientras se agarraba de mis manos. No pesaba nada – espérame aquí.
Fui al servicio y al entrar me miré en el espejo. Tenía cara de dormido y estaba totalmente despeinado. Por algún motivo a ella le gustaba mirarme y estar a mi lado, pero yo desde luego no lo entendía. Tenía diez años más que ella – nueve en esos momentos pero para el caso era lo mismo – y ya no era el chico jovencito que las volvía locas a todas. De hecho la mayoría de mis fans eran mujeres de más de cuarenta años. Cuando volví a la habitación me la encontré sentada en la cama tapada con la sábana hasta la cintura. Una de las mangas del jersey se le resbaló, dejándome ver su hombro izquierdo por el que le caía el pelo suelto. Tenía las piernas dobladas contra su cuerpo y se las abrazaba. Al acercarme pude ver que tenía dos lunares en el hombro que enseñaba y se los acaricié. Tragué saliva.
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Se quedó parado en la puerta del cuarto, mirándome, y seguía haciéndolo mientras se acercaba a la cama despacio. Estaba totalmente despeinado, así que cuando se sentó en la cama mirándome y tocándome el hombro con sus dedos intenté ponerle el pelo un poco en su sitio. Se había afeitado pero ya le estaba saliendo la barba de nuevo, y olía tan bien que me entraron ganas de abrazarle y no soltarle.
– ¿Vas a dormir con ropa de la calle? – me dijo mirándome a los ojos fijamente
– En realidad es el pijama, es que salí con lo primero que tenía puesto – me sonrió negando con la cabeza – ¿No te acuestas? – dije levantando la sabana. Metió las piernas por dentro y me tumbé mirándole.
– Quiero besarte, tengo muchísimas ganas de besarte – Se me escapó un suspiro y pasé los dedos por su mejilla, mirándole los labios.
Me acerqué un poco a él y le besé solo una vez porque sabía que él haría el resto. Y no me equivocaba. Me puso la mano en la cintura y se acercó a mí pellizcando muy despacio mis labios con los suyos, pasándolos por encima, presionándolos con cariño. Un cariño que se estaba empezando a transformar en lujuria poco a poco, sobre todo cuando metió la mano por debajo del jersey y me agarró del trasero. Me había quitado los pantalones antes de meterme en la cama porque iban a molestarme y… porque en realidad quería ponérselo fácil. Tenía tantas ganas de que me hiciese el amor en esos momentos que no me importaba lo que fuese a pasar después. Acaricié su cuello y su pecho mientras lamía su lengua, mientras me agarraba del muslo para que lo pasara por encima de su cintura. Estaba prácticamente tumbado sobre mí, besándome sin parar, jadeando cada vez más rápido y rozándome con su erección.
– No quiero hacerte daño – dijo mirándome a los ojos entre beso y beso.
– No creo que me duela ya ¿No? ¿O duele siempre? – se rió mirándome extrañado, me encantaban las arruguitas que le salían junto a los ojos.
– ¡No me refería a eso, baka! Lo que quiero decir es que no quiero que lo pases mal por mi culpa. No quiero hacerlo contigo ahora y que después… – dejé de besarle y de apretarle con mis manos.
– ¿Entonces ese mensaje de ‘te echo de menos’ a que viene? Dices que no quieres hacerme daño pero si me mandas esos mensajes con esas palabras sin realmente sentirlas es como jugar con mis sentimientos.
– Si lo siento, pero es que no quiero una relación.
– Porque tienes miedo a que salga mal ¿No es así? – me soltó el muslo y se quedó tumbado mirándome.
– Es demasiado pronto…
– Eso deberías de haberlo pensado antes de metérmela – se puso boca arriba y se pasó la mano por la cara y por el pelo – mira, siento mucho agobiarte, y siento mucho haber venido – intenté levantarme pero me agarró.
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– No voy a dejar que te vayas con lo tarde que es – me quedé callado sin saber que decirle y ella me miraba enfadada y dolida – Duerme tú aquí y ya me quedo yo en el salón. – me levanté y salí de la habitación sintiéndome como una mala persona.
Decía que no quería hacerle daño pero ya se lo estaba haciendo, esa expresión de decepción y pena que me acababa de poner… sobre todo cuando me iba de la habitación. Me dio la impresión de que me iba a pedir que me quedase con ella pero simplemente se quedó mirándose las manos. Y todo por un calentón… Es que no tendría que haber intentado nada, no se en que estaba pensando o más bien ‘con qué’, porque con la cabeza (de arriba, claro) desde luego no había sido. Me senté en el sofá cogiendo un paquete de tabaco nuevo del mueble porque el que tenía me lo había fumado entero esperándola ante su casa.
También cogí una sábana, estaba en calzoncillos y me iba a helar cuando fuese a dormir. Aunque no tenía sueño, me daba la impresión de que la conciencia no me iba a dejar conciliar el sueño. Más que fumármelo, el cigarro se me consumió en los dedos. Pensaba en lo difícil de la situación y en que realmente sería fácil solucionarlo. Pero es que ella tenía razón, no quería pasar por otra ruptura de nuevo y teniendo en cuenta nuestras vidas no iba a ser fácil tener una relación con ella. Prefería ponerle freno a los sentimientos en ese mismo momento, dejar de verla y ya está. Me quedaría con la experiencia y con la certeza de que ella lo había pasado bien en su primera vez. Me puse a pensar en ese día, en lo que me reí con ella, en la ternura que me inspiraba sus maneras de hacer las cosas y lo nerviosa que estaba. Pensé en su rostro cuando empezó a disfrutar, pensé en como sonaba mi nombre en sus labios cuando me pedía más y en sus ojos mirándome con cariño. Y me acordé de lo que me había dicho esa misma noche sentada en la entrada de su casa: ‘engancharme, no enamorarme’.
            Apagué el cigarro resoplando y tumbándome en el sofá. Me costaba trabajo tragar saliva, sentía esa presión en el pecho cada vez que pensaba en ella. Me angustiaba pensar en que no iba a volver a verla y no lo entendía porque aunque la conocía de hacía muchos años, no fue hasta la semana pasada que no me dio por mirarla con otros ojos. Quería enamorarme de ella, quería dejarme llevar, pero no quería sufrir. Sabía que estaba siendo egoísta pero es que estaba harto de pasarlo mal, y siempre era yo el que salía peor parado de las relaciones. Me levanté y curioseé en el frigorífico, si comía algo quizás me quedaría dormido antes. Me encontré un yogurt a punto de caducar y me lo empecé a comer con desgana apoyado contra la encimera.
– Tu cama es demasiado grande, no puedo dormir – hablaba siempre tan bajito y suave que no había manera de que me hubiese sobresaltado. Estaba de pie en la puerta del salón con los brazos cruzados, me pareció tan frágil ahí sola… Tenía los ojos llorosos y me sentí peor aún. Estaba haciendo el tonto negando lo que sentía.
– ¿Quieres que duerma contigo? – apretó los labios y miró al suelo.
– No quiero que te sientas obligado, pero es que… 

5
 
Me sobresalté cuando tiró la cuchara al fregadero y le miré aguantando las ganas de llorar. Me pasó el brazo por los hombros y me besó el pelo, apagando la luz del salón y metiéndose en su habitación conmigo. Nos volvimos a meter en la cama como antes, pero esa vez le di la espalda. Sentí su brazo alrededor de mi cintura y como pegaba su cuerpo al mío, suspirándo después de olerme el pelo. Se quedo callado un buen rato hasta que le escuché coger aire para hablarme.
– Si salimos juntos voy pasarlo mal pero si no salimos juntos voy a pasarlo peor. Estoy harto de estar jodido por estas cosas – me apretó incluso más y hundió su nariz en mi pelo.
– ¿Y porque ibas a pasarlo mal si te quedas conmigo? – le agarré de la mano y sentí que metía su otro brazo bajo mi cuerpo, abrazándome bien fuerte, doblando sus rodillas contra las mías.
– No quiero que me dejes.
– Pero… no lo entiendo. ¿Por qué iba a dejarte?
– Porque todavía no has vivido lo suficiente como para querer quedarte con alguien para siempre, como para tener una relación estable. Además, tu trabajo está primero… y yo no quiero estar tonteando. Creía que quería, pero no puedo.
– Tomoya, lo siento, pero eso que acabas de decir no tiene fundamento ninguno. No tienes ni idea de lo que yo quiero o dejo de querer. Te estás adelantando a los—
– Estoy siendo realista. No tienes motivos para querer quedarte a mi lado.
– Y eso es una estupidez – giré la cara y le miré. Estaba muy serio – no se el motivo porque realmente no tenemos nada que ver el uno con el otro, pero te quiero y quiero ser la única para ti – me miró entrecerrando los ojos.
– ¿No estarás confundiendo atracción con amor?
– Lo que siento cada vez que te miro no es atracción. Siempre me has parecido muy atractivo y divertido y siempre he pensado que tus novias se lo tenían que pasar realmente bien contigo, pero jamás imaginé que yo tuviese posibilidades – alzó las cejas incrédulo – tus novias siempre han tenido tu edad y son mujeres increíbles.
– Tú eres una mujer increíble – o no me entendía o no me quería entender.
– Pero no soy la mitad de mujer que ellas. No se nada de como hacer feliz a un hombre en ningún sentido. Me falta la experiencia que tú necesitas.
– Maki – me acarició la cara con las yemas de los dedos – eres tonta.
– Lo sé, tengo que serlo para enamorarme de uno – sonrió, riéndose como el tonto que era, lo que me hizo sonreír a mi y que el sonriese más ampliamente.
Me besó la mejilla y me apretó con fuerza de nuevo, apoyando sus labios entre mi cuello y mi hombro, suspirándo. Subí el brazo y le acaricié el pelo con los ojos cerrados, sintiendo su calor, tan a gusto que me daba la impresión de estar en las nubes.
– Independientemente de como acabe esto – le dije – ahora mismo soy feliz. Así, tal y como estamos. No siento que me haga falta nada más – noté como levantaba su cara hasta ponerla a la altura de la mía, rozándome la mejilla con la nariz.
– Daisuki – me susurró al oído. Giré la cara, mirándole – Soy un idiota por negarlo y hacerte daño, perdóname. Si lo tengo que pasar mal pues que así sea, pero no me voy a quedar con las ganas de saber co—
Me estiré hacia atrás en sus brazos, tirando de su cuello con la mano con la que le acariciaba el pelo y besándole. Apreté mis labios contra los suyos intentando que sintiese lo que yo sentía, y él subió el brazo que tenía por encima de mi cuerpo hasta mi mejilla, tocándome la cara mientras me devolvía el beso.
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A lo mejor me estaba equivocando pero es que prefería mil veces vivir el momento que estar todo el tiempo lamentándome. Y que ella me dijese que era feliz simplemente con estar en mis brazos fue lo que terminó de convencerme. Después de llevarme un buen rato besándola me agarró la mano que tenía en su cara y la fue bajando despacio su cuerpo, haciendo que la acariciase.
– Hazme el amor – me dijo en un susurro casi inaudible.
Guió mi mano hasta su entrepierna, haciendo que pasase mis dedos por encima de su ropa interior mientras abría los labios y poco a poco empezaba a jadear. Metí los dedos dentro de sus bragas y le di las caricias más delicadas que le había dado nunca a una mujer. Sabía que con ella no podía ser brusco, no le gustaba – o al menos no nada más empezar porque después no paraba de pedirme más y más. Empezó a mover el trasero contra mi entrepierna sin soltarme del pelo, obligándome a tener los labios pegados a los suyos aunque no nos estuviésemos besando. Le rocé los pechos bajo su jersey con la otra mano, que me agarró con fuerza sin dejar de moverse. Jadeaba cada vez más rápido y más fuerte, hasta que me agarró de la muñeca, apretando sus caderas a mi mano que se empapó cuando llegó al orgasmo. Me puse de rodillas en la cama y agarré su pierna izquierda poniéndomela sobre el hombro derecho. Ni si quiera me molesté en quitarle la ropa interior, cosa que ella si hizo conmigo. Pasó sus manos despacio por encima de mis calzoncillos volviéndome loco con el roce y me los bajó, tocándola despacio. Esa vez simplemente no tuve paciencia y ella estaba tan mojada que no iba a ser complicado. Me agaché un poco sobre su cuerpo  y apartando sus braguitas observé como entraba en ella, como me apretaba deliciosamente, haciendo que un gemido saliese desde el fondo de mi garganta.
– Tomoya, espera, es tan… – gimió cuando la penetré despacio, agarrándola de la pierna y la cadera – kimochi… – conforme me iba moviendo ella se iba emocionando, gimiendo débilmente de vez en cuando que se corría mientras se retorcía en la cama. Pero estaba reteniendo los gemidos, apretaba los dientes y se mordía los labios.
– Grita mi nombre – le dije metiéndosela con fuerza y hasta el fondo – quiero oírte gritar antes de correrme… – que iba a ser pronto, no podía con ella.
La agarré de las caderas, dejando caer su pierna y besándola con lujuria descontrolada. Le subí el jersey y le lamí los pezones mientras ella me acariciaba la espalda y el pelo. Cuando sentía que iba a correrme me arañó la espalda gritando mi nombre, apretándome la cintura con sus piernas sin dejar que me apartase. Y sin poder evitarlo – y también sin querer evitarlo – me corrí en su interior. Y fue increíble, mucho más intenso que la primera vez; ella gemía sin parar y me abrazaba con mucha fuerza mientras me deshacía en sus brazos, en sus besos, en sus caricias y en sus sonrisas cuando acabé.
– Ha sido rápido – dijo riéndose y tocándome el pelo.
– Estaba muy cachondo. Maki, lo siento, no he podido evitarlo.
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– No te preocupes, no pasa nada – pero si pasaba. Cuando se separó de mí tumbándose a mi lado, volví a mancharme entera – acabo de poner las sábanas perdidas – le dije. Dio una carcajada estruendosa.
– ¡No pongas esa cara de terror! Es normal. ¿Creías que se iba a quedar todo ahí dentro? – Asentí, no tenía ni idea de que pasaba eso – el baño está al salir de la habitación a la derecha. Intentaré no quedarme dormido hasta que llegues.
Me levanté y me quité las bragas que estaban totalmente empapadas de lo suyo y de lo mío. Las metí en el lavabo con jabón porque no iba a poner una lavadora solo con eso, y las enjuagué después de enjuagarme yo. Las dejé en la barra de la ducha para que se secasen y así ponérmelas a la mañana siguiente, y solo con el jersey me fui a la habitación.
– Tomoya… ¿Puedes darme algo para ponerme por abajo?
– ¿Hmmmmm? – Levantó la vista más dormido que despierto y me señaló a un mueble lleno de cajones – ahí tienes calzoncillos. Mira a ver si hay alguno que no te quede enorme.
Abrí el primer cajón pero estaba lleno de gorras y de muñequeras. Extrañada y riéndome abrí el segundo, donde encontré los calzoncillos. Me puse unos negros que parecían más pequeños, pero me quedaban grandes igualmente. Por lo menos se quedaban en la cintura, que era lo importante.
– Voy a dormir como un niño pequeño – dijo abrazándome cuando me acosté. Estaba boca arriba en la cama y el estaba de lado, pasándome un brazo por la cintura.
– Porque eres un niño pequeño – dije riéndome.
– Tendrías que dedicarte al porno, pondrías cachondo a cualquiera con esa cara de buena y gimiendo como gimes después.
– ¿¡Ehhh?! ¡¿Eres tonto?! – se rió cuando le pegué en el hombro y me miró. Tenía una sonrisa… era tan guapísimo que me quedaba totalmente embobada mirándole.
– ¿No apagas la luz?
– Es que si apago no te veo – se acercó y me besó brevemente.
– ¿Y no vas a dormir?
– Debería ¿verdad? – asintió mientras bostezaba. Volví a reírme y apagué la luz, escuchando como me susurraba al oído ‘oyasumi Maki chan’.
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Estaba grabando el kakeru de esa semana y me estaba quedando dormido en la silla. Así no había manera de identificar un kanji ni de identificar nada de nada. Pasamos la grabación del jueves al miércoles porque se lo pedimos a los organizadores para así poder ir tranquilos al cumpleaños de Okura al día siguiente. Cuando dejamos de grabar, Taichi me miró extrañado.
– ¿Se puede saber por qué no paras de bostezar?
– No he dormido bien.
– No te han dejado dormir ¿Eh? – miré a Mabo alzando las cejas, a ver si pillaba el mensaje de que tenía que estar calladito, pero me reí porque era verdad.
La noche anterior me desperté a las pocas horas de dormirme así que volvimos a hacer el amor de nuevo, y esa vez duró bastante más porque tuve que despertarla. Cuando acabamos ya había amanecido y Maki se intentó dormir horrorizada por la falta de sueño y porque no iba a tener tiempo para nada. Cuando me fui de mi casa al medio día, aún estaba durmiendo. Volví al presente cuando vi que se levantaban y salían del estudio para ir a cambiarse de ropa. Ahora era Gussan el que quería ir a cenar y yo el que me moría de sueño, pero accedí porque no tenía ganas de hacerme de comer. Cuando me estaba cambiando vibró el teléfono que había dejado en la mesa que teníamos detrás.
– A ver quién es – dijo Taichi cogiéndolo, no me dio tiempo a reaccionar – a ver, dice: ‘Me he despertado hace dos horas y no estabas así que me he ido a mi casa’ – en este punto del mensaje se quedó callado y se rió para después mirarme sorprendido – ¿En serio?
– ¿Cómo sigue? – dijo Mabo sonriendo y acercándose a él.
– ‘Aún estoy dolorida pero me encanta el motivo’, ¡¡Nagase!! ¡¿En serio?! – Mabo empezó a reírse a carcajadas mientras aplaudía – ¡¡Y dice daisuki!! ¡¡DAISUKI!!
– Ya, ya vale – dije intentando no reírme sin conseguirlo y quitándole el teléfono de las manos, contestándole con rapidez
 – ¿Tienes novia? – me preguntó Leader sonriente.
– Yo se quién es – dijo Gussan – es Horikita san, ¿A que si? – me quedé callado negando con la cabeza pero sonriendo y Gussan también empezó a reírse – eres un asaltacunas.
– ¿Cómo lo has conseguido tan rápido? – me preguntó Mabo cuando salíamos.
– Yo que se, no he tenido que esforzarme mucho tampoco.
– ¿Va a venir mañana? – me preguntó Gussan
– Si, creo que si. ¿Y Sae-chan? – le dije a Mabo golpeándole el hombro.
– En cuanto se ha enterado no ha habido manera de convencerla de que no venga.
– Si, pero va a venir conmigo – dijo Taichi mirándole con las cejas levantadas – que luego se hace famosa y no la dejan tranquila.
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Miraba el armario, nada convencida con mi ropa. Casi toda era ancha y no tenía nada bonito que ponerme para ir al cumpleaños al día siguiente. El teléfono me vibró en la mesa:
‘Tengo muchas ganas de verte mañana, preciosa, y los demás también. Tengo tanto sueño que no se ni como te estoy escribiendo esto. Espero que no te hayas dejado las bragas en el cuarto de baño’ – Tomoya
Me reí dejando el teléfono a un lado y volviendo a centrarme en mi tarea. Quería dormir con él esa noche también, pero si estaba tan cansado no quería atosigarle y además, al día siguiente tenía una sesión de fotos temprano y quería mirarme lo del trabajo que mucho lo estaba retrasando. Y si se quedaba conmigo no iba a mirar nada, lo sabía. Al final cogí una camisa fina y roja que me hacía juego conunos pantalones cortos, blancos y rojos. Me preparé las sandalias y con la ropa lista para la fiesta me fui a cenar.
            Ir a una fiesta con él, con Johnny’s por todas partes, con gente que me conocía… nos iban a pillar en algo seguro. Probablemente alguno de los chicos del grupo ya lo sabía, al menos Mabo estaba casi segura de que algo sospechaba, y contando con Ryo y Meisa… ya era mucha gente. Por mi parte no había problema en que se hiciese público, era más por la suya. Los Johnny’s tenían muchos problemas a la hora de tener pareja estable por las fans, aunque teniendo la edad que tenían ya esos cuatro – a Gussan no lo contaba – no entendía que tenía de raro que se fuesen casando. ¿Y yo por qué pensaba en matrimonio? Me llevé las manos a las mejillas, riéndome por lo nerviosa que me había puesto por una tontería. Me volvió a vibrar el teléfono y lo miré. Di una carcajada al leer el mensaje.
‘Te he imaginado sin bragas todo el camino hasta tu casa y me he puesto cachondo’ – Tomoya
Le contesté sin dejar de reírme. Ojala pudiese verle en ese momento pero es que de verdad tenía cosas que hacer al día siguiente y él me distraía demasiado. Además, no dormiríamos ninguno de los dos y nos iba haciendo falta. Al terminar de cenar llamé a Meisa, quedando con ella para que me recogiese al día siguiente e ir juntas al cumpleaños con Jin. Me metí en la cama y me puse la camiseta que le había quitado a Nagase sin que el lo supiera, era la misma que llevó el día anterior y olía muchísimo a él. Me quedé dormida imaginándome que estaba a mi lado, con una sonrisa en los labios.
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Después de levantarme más tarde de lo normal a la mañana siguiente por culpa de la falta de sueño, me metí en la ducha totalmente desganado. Solo el pensar que la vería pronto me hizo moverme. El chorro de agua de la ducha me daba en la nuca, relajándome sin favorecer a que me diese prisa en arreglarme. Me enjaboné despacio mientras observaba mi cuarto de baño, pensando en como hacerle el amor ahí dentro a Maki de la manera más cómoda. Cerré los ojos y me la imaginé entrando ahí conmigo, pasándome sus manos por el cuerpo mientras me aclaraba el jabón. Empecé a masturbarme imaginándome que era ella la que lo hacía con sus suaves manos, mirándome mientras se mordía el labio. Apoyé la espalda en la pared de la ducha resoplando conforme me iba poniendo cachondo yo solo y susurrando el nombre de la que ya era mi chica. Por suerte no tardé en correrme, imaginando que lo hacía en la boca de Maki, imaginando su sonrisa pervertida mientras tanto. Gemí una última vez y puse el agua un poco más fría, terminando de ducharme.
            Hacía mucho tiempo desde la última vez que sentí la necesidad de hacerme una paja pensando en una chica que fuese mi novia. Ella no se iba a enterar nunca, pero no paraba de compararla con Ayumi porque fue la relación más real y seria de todas las que he tenido. Y la verdad es que lo que estaba sintiendo por Maki era bastante parecido con lo que sentía por Ayumi al principio de estar juntos. Quizás no llegaba a la obsesión que tenía con ella, pero suponía que yo de aquellas era muy joven y sentía las cosas de otra manera. Aún así, sentir más de lo que ya sentía por Maki era cuestión de tiempo. Suspiré y me vestí con unos pantalones negros y cómodos, una camisa blanca y celeste y dejándome el pelo sin engominar porque ella me dijo que lo prefería así, pero me puse una gorra. Ya tenía el pelo largo y había veces que no sabía que hacer con él, así que meterlo debajo de la gorra era una buena solución.
– Oe, ¿Vamos en mi coche? – le dije a Mabo por teléfono mientras bajaba al garaje de mi edificio.
– Vale, Leader y Taichi están en mi casa, así que recógenos  a todos si puedes.
– Estoy allí en cinco minutos, no tardo.
Y dicho y hecho, cinco minutos después Leader se sentaba a mi lado en el coche mientras Mabo, Taichi y Sae se sentaban detrás.
– Me han dicho que viene tu novia – me dijo Sae dándome con un dedo en la mejilla y haciéndome sonreír – ¿Quién es? No han querido decírmelo estos idiotas.
– Creo que la conoces… – dijo Leader haciéndome reír porque obviamente la conocía. Todo Japón sabía quién era ella – ya lo adivinarás cuando lleguemos.
– Pero no digas nada – le dijo Taichi.
– Que pesado te pones con esto de los secretismos – le contestó Mabo.
– Me lo has quitado de la boca – dijo Sae riéndose.
Por el espejo retrovisor vi como Mabo se inclinaba hacia ella y le susurraba algo al oído, haciendo que ella le mirase con una cara que decía ‘arráncame la ropa’. Me intenté centrar en la carretera pero con la que formaban – sobre todo Taichi – me estaba costando trabajo.
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Llegamos al local de los primeros. Que conociese estaban los chicos de Kanjani8 al completo –  menos Okura, claro, que era el de la sorpresa – y casi todos los de Arashi menos Sho y Matsujun; solo había dos chicas, TabeMikako e Inoue Mao. Las conocía algo, pero no mucho. Dos de los componentes de Kat-tun, Koki y Kame, casi que se tiraron encima de Jin a saludarle, en general todos estaban muy contentos de verle.
– ¿¡Eh?! ¿Qué haces tú aquí? – Me volví al escuchar esa voz tan familiar y me encontré con un sonriente Toma acercándose a mí – ¡Con lo poco que te gusta una fiesta!
– Meisa me convenció – le dije. La miró y la saludó un poco avergonzado – ¿Porqué estás tan rubio?
– Todo el mundo me dice lo mismo…
– Es que es raro – dije riéndome.
Me llevé casi todo el tiempo hablando con él hasta que Ryo y Aiba kun se me acercaron y también charle con ellos. Meisa, por su parte, estaba a mi lado pero habló más con las chicas. Sabía que aun no había empezado la fiesta pero estaba todo demasiado tranquilo y como siempre pasaba en las grandes reuniones, había grupos dispersos. Yo me lo pasaba genial siempre que Toma estaba cerca así que no me despegué mucho de él, era una de esas personas que sabía como sacarte una sonrisa. Y a veces lo hacía sin querer, como cierta persona que ya estaba tardando en aparecer. Cogí el teléfono para preguntarle donde estaba metido cuando escuché jaleo en la puerta y una risa que distinguiría en cualquier parte, por mucho ruido que hubiese. Las caras de todos los que estaban allí se convirtieron en sonrisas cuando vieron a cuatro de los cinco miembros de Tokio llegar, con una chica que no conocía de nada pero supuse que era Sae. Eso sí la sonrisa más grande de todas era la mía. Esperaba que no lo notase nadie.
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Estaba aguantándome las ganas de buscarla con la mirada mientras saludaba a la gente y me paraba a charlar con muchos de ellos. A algunos hacía bastante que no los veía pero a otros los veía tanto que era casi una rutina el saludarles. Estuve un rato haciendo el tonto, bromeando con Leader porque era el más mayor de todos los que estábamos allí hasta que vi a Jin. Y si Jin estaba allí, Meisa también, por lo que Maki tendría que estar cerca. Vi que sae miraba justo detrás de mí con curiosidad, junto a una terracita que había en el bar. Me dí la vuelta como el que no quería la cosa y al verla tuve que hacer verdaderos esfuerzos para no tirarme encima suya a comérmela a besos, como siempre. Estaba preciosa, apenas llevaba maquillaje y su ropa no era para nada extravagante, pero estaba increíblemente bonita. Me estaba acercando a ella sin poder evitar la enorme sonrisa que se asomó a mis labios. Entonces me di cuenta que a su lado estaba Ikuta Toma y aproveché la ocasión.
– ¡Hola! ¡Hacía tiempo que no te veía! – le dije dándole un empujoncito, el sonrió un poco avergonzado.
– Si, desde el programa vuestro al que fui. ¿Me vais a invitar otra vez pronto? Me lo paso muy bien cada vez que voy.
– Es imposible aburrirse con ellos – dijo Maki. La miré intentando que fuese algo natural pero me salió la sonrisa más estupida del mundo, y a ella le pasó más o menos lo mismo.
– Voy a fumarme un cigarro, ¿Vienes? – le dije a Toma sabiendo que él fumaba. Asintió enérgicamente y me acompañó a la terraza.
Estuvimos hablando de como nos iban las cosas más o menos, por encima, nada profundo. De vez en cuando se me iban los ojos hacia dentro, mirando las piernas de Maki, deseando estar a su lado abrazándola. Cuando le dí una de las últimas caladas al cigarro escuché que Toma suspiraba.
– Está increíble – me quedé mirándole sin entenderle – Maki chan, está preciosa.
– Ah, si… – al parecer todo el mundo se estaba dando cuenta últimamente.
– ¿Crees que tendría posibilidades con ella? – me quedé con el cigarro a medio camino de la boca, mirando como él se la comía con los ojos.
– Si está tan preciosa es posible que ya tenga pareja.
– Supongo que tendré que preguntarle ¿No? – dijo sonriéndome.
– Supongo… – tiré el cigarro al cenicero y me metí en el local seguido de él y un poco molesto. Toma no sabía nada, obviamente, pero aun así me entraron ganas de decirle cuatro cosas que tuve que quedarme para mi solito.
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Aiba y Ninoestaban charlando conmigo pero la verdad es que mi atención estaba puesta en la conversación que mantenían las chicas detrás de mí. No paraban de decir entre risitas lo guapísimo y soltero que estaba Nagase últimamente, y que era un buen partido. Miré a Meisa distraídamente y me devolvió la mirada encogiéndose de hombros. Entonces la escuché cambiar de tema, y menos mal porque me estaban entrando ganas de gritarles a los cuatro vientos que era mío.
            Cuando él y Toma entraban en el local, Maru nos mandó a callar porque Okura estaba al llegar. El chico entró en la sala mirando su teléfono y cuando alzó la vista todos lo gritamos un ‘sorpresa’, haciendo que diese un brinco. Justo después empezó a reírse muy alegre y sorprendido, así que nos empezamos a acercar para saludarle. Estaba de las últimas con Toma a mi derecha y cuando iba a buscar a Nagase con la mirada sentí una mano enorme y cálida en el trasero, acariciándomelo despacio y apretándomelo después. Entonces le escuché aclararse la garganta a mi derecha, justo detrás de mí. Giré la cara y le vi mirando a Okura con una sonrisa, como si no tuviese la mano donde la tenía. Me reí nerviosa porque no dejaba de tocarme, entonces me miró y tuve que aguantarme las ganas de girarme para abrazarle. Tenía que buscar un hueco, un momento en el que nadie nos prestase atención porque tenía que besarle y darle un abrazo, lo necesitaba. Pero claro, era Nagase, y no es que pasase precisamente desapercibido. Nos llevaron a una mesa enorme que había en otra habitación donde íbamos a cenar y me quedé esperando a que se sentase para ponerme a su lado. Me daba igual que se notase, le quería cerca. Justo cuando me acercaba a la silla, Toma la agarró y la apartó para mí, indicándome que me sentase con una sonrisa. Le di las gracias y mientras se sentaba a mi derecha.
– ¿Qué se supone que es esto? – le dijo Nagase riéndose mientras miraba a Leader, que estaba sentado frente a él. Tenía en la mano la servilleta, doblada cilíndricamente – ¿Por qué las doblan así? – Leader cogió la suya y después de mirarla un rato empezó a cantar ‘tararararara…’
Al instante, Taichi, Mabo y Nagase empezaron a cantar con él, haciendo tonterías con las servilletas. Leader la usó como si fuera un catalejo; Taichi se la puso en la oreja y le gritó a Nagase ‘¿¡¿QUEEEE?!?’ haciéndole dar una carcajada; Nagase abrió la boca y la cogió como si fuese un cigarro enorme; y Mabo la desdobló y ‘toreó’ a Leader, haciendo que Nagase se levantase de la silla aplaudiendo y riéndose a más no poder. Yo también me reía, bueno, todos nos reíamos. No parecían los más mayores, era más bien lo contrario, eran muy escandalosos y tanto Mabo como Nagase no se cortaban a la hora de reírse estruendosamente. Notaba que Toma quería hablar conmigo pero siempre terminaban haciendo algo que me distraía.
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Me lo estaba pasando de miedo mientras no llegaba la comida, no paraba de reírme y lo mejor era que Maki tampoco. Escuchaba sus carcajadas a la vez que las nuestras y la miré aún con la risa floja. De tanto reírse estaba llorando y tenía una rayita negra – del rimel supuse – en la mejilla. Le dí con el dedo para quitársela y ella se me quedó mirando de tal manera, con esa sonrisa, que si no fuese porque la comida llegó en ese momento la habría besado. Mientras almorzábamos Sae empezó a entablar conversación con ella, haciéndole preguntas de todo tipo.
– ¿Y vives sola? – le dijo.
– Si, la verdad es que nunca he pensado que sea algo malo. Estoy bastante cómoda – le respondió Maki.
– ¿Y que vas a hacer cuando tengas novio? – le dijo Toma – porque no tienes ¿No?
– Ahm… no, no tengo – intenté no mirarla, intenté no hacer nada raro, así que me limité a comer en silencio. Pero la verdad es que me molestó un poco. Bastante.
– Ah ¿No? – le dijo Sae. Maki la miró apretando los labios y negó con la cabeza. Sae alzó las cejas y siguió comiendo – me extraña con lo guapa que eres.
– Gracias – dijo ella con un hilo de voz.
A partir de ese momento se quedó callada y yo tampoco es que tuviese muchas ganas de hablar. Vale que no dijese que yo era su novio pero al menos le podría haber dicho a Toma que algo había. Ahora se iba a lanzar a por ella, no se iba a cortar un pelo, y no quería tener que pararle los pies porque entonces se iba a enterar y no quería que lo supiese nadie más. Al acabar de comer me quedé dándole vueltas a la cabeza hasta que sentí que me tiraba del pantalón. La miré.
– Deja de morderte el labio, vas a hacerte daño – me dijo en un susurro. Asentí y miré a Mabo, que charlaba con Taichi. Entonces sentí sus dedos tirarme de la camisa.
– ¿Qué? – le dije mirándola de nuevo. Me apartó la mirada despacio y negó con la cabeza mientras susurraba ‘nada’, mirando a Meisa que la llamaba por el lado contrario.
Quizás me estaba pasando, pero es que me sentí rechazado por ella cuando dijo que no tenía novio. Okura se levantó y todos le miramos, nos dijo que para esa noche había reservado la sala vip de una discoteca y que estábamos todos invitados. Los chicos empezaron a armar jaleo y se levantaron para ponernos en marcha. Yo no tenía muchas ganas pero teniendo en cuenta que los demás dependían de mí para moverse porque vinimos en mi coche no me quedó más remedio que ir. Antes de salir de allí fui al servicio, prefería ir en ese lugar que no en una discoteca. Al salir estaba solo, excepto por Maki, que me estaba esperando fuera del cuarto de baño.
– Lo siento – me dijo nada más verme.
– Ya… – no me sentía con ánimos para hablar con ella.
– Tomoya – me dijo agarrándome de la mano cuando empecé a caminar hacia la salida – lo siento mucho. Es que… no supe que contestar y no quería…
– Lo que no entiendo es porque le has dicho a Ikuta-san que no tienes novio. A él precisamente – alejé mi mano de las suyas.
– ¿Qué pasa con él?
– Nada Maki, no pasa nada – dije riéndome sin alegría alguna. Se había llevado toda la comida hablando con ella, diciéndole cosas bonitas y buscándole tema de conversación, ¿Y me iba a decir que no se había dado cuenta?
– ¿No me vas a dar ni un abrazo? – me dijo en un susurro. Cuando la miré volvió a apartarme la mirada y salió de allí.  No se porqué no la paré.
 
6
 
Me metí en el coche con una mezcla de sentimientos que en general me hacían sentir fatal. Me sentía culpable por no haber dicho que tenía novio; me sentía confusa porque no entendía que le pasaba de repente a Nagase con Toma; me sentía furiosa porque no fue detrás de mí cuando me fui del local; y me sentía triste al ver su indiferencia. Meisa no me dijo nada, solo se volvió en el asiento del coche y me miró, pero yo no la miré a ella. Tenía ganas de llorar, no quería ir a la discoteca, pero no podía decirle eso porque me iba a insistir el doble y se iba a poner pesada conmigo.
            Puse buena cara al bajarme del coche, entrando en la discoteca por una puerta trasera que daba directamente a la zona vip. Subimos unas escaleras y llegamos a un espacio enorme y lujoso, con grandes sillones blancos y una barra privada para nosotros. Ahí dentro escuchábamos la música que pinchaban abajo pero teníamos aire acondicionado e incluso podíamos pedir comida si queríamos. Estaba mirando por un gran cristal que daba a la pista de baile cuando escuché su voz, hablando con Tanaka Koki.
– ¿Has visto lo buenas que están las camareras? – le dijo Koki
– ¿Cómo quieres que no las vea si están por todas partes? ¡Una rubia! ¿Es de aquí?
– ¿Y qué más da?
Los escuché reírse como dos estúpidos y sentí la furia abrirse paso a codazos entre la pena que tenía antes. No me hablaba, no me miraba, estaba enfadado y dolido, pero con Koki si se reía ¿No? Meisa me dio la respuesta.
– Me encantaría bajar a bailar… dijo mirando a la gente desde el cristal.
– Pues vamos – me miró como si no me conociese – venga – La cogí de la mano y me la llevé hacia las escaleras. Nagase me miró de reojo, aún riéndose con Koki y no le aparté la mirada.
– ¿Dónde vais? – nos preguntó Jin
– ¡A bailar! – le dijo Meisa, que no cabía en sí de contenta.
– ¿A bailar? ¿Desde cuando baila Maki? – dijo Toma riéndose.
Era verdad, yo no solía hacer esas cosas, era más de quedarme tranquila y sentada escuchando mientras los demás hablaban. Pero no pensaba quedarme a ver como Nagase me hacía el vacío por un simple error, por el que además ya le había pedido perdón. Di gracias por que en la pista de baile las únicas luces que habían eran los destellos al ritmo de la música y apenas se nos veía. Hacía mucho calor ente la multitud y Meisa empezó a bailar tan pronto como se mezcló con la gente. Al principio bailábamos juntas pero en seguida se nos acercaron chicos. Algunos feos, otros guapos, pero todos con las mismas intenciones. Meisa atraía la atención mucho más que yo, y lo agradecía. Mientras bailaba miré a la sala vip, y me encontré a Nagase mirando de tanto en tanto hacia nosotras. Justo cuando nuestras miradas se cruzaron sentí que me agarraban de los hombros y me daban la vuelta; era Toma.
– ¿¡Sabes bailar?! – me gritó al oído, de otra manera no habría podido escucharle. Negué con la cabeza – ¡Yo te enseño!
La música que sonaba en ese momento era algo latino, pero yo de esas cosas no entendía. Aunque al parecer Toma si, y entendía mucho. Me agarró de una mano y de la cintura, me pegó a él y empezó a moverse de una manera en la que yo apenas tenía que hacer nada que no fuese dejarme llevar.
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– ¿Ah? – dije mirando por el cristal como Toma agarraba a Maki muy cerca – ¿Pero qué…?
– ¿Qué pasa? – dijo Koki a mi lado, mirando a la pista de baile al darse cuenta de que yo también miraba.
– Nada, había una persona ahí abajo que creía que conocía pero me he equivocado.
– ¿Todo bien? – me dijo Mabo. Asentí, pero se me quedó mirando serio mientras yo volvía a mirar por el cristal.
– ¡Oe! ¡Nagase! – Dijo Taichi llamándome – ¡Ven aquí! ¡Hay karaoke!
No tenía los ánimos para karaoke, no tenía los ánimos para nada, pero tenía que apartarme de ese cristal porque lo único que estaba haciendo era amargarme. Me senté entre Taichi y Sae que me agarró del brazo mientras ponía ‘Mr. Sampling Man’ y empezaba a cantar con pasión. Me acercaba el micrófono de vez en cuando y le hacía los coros, pero poco más. No fue hasta después de siete canciones que no volvieron de la pista de baile. Primero apareció Ikuta, riéndose satisfecho y muerto de calor. Cuando se me acercó para que fuera a la terraza a fumar con él tuve que esforzarme para decirle que no de manera amable. Media canción después, Meisa y Maki hicieron acto de presencia, ambas sudorosas y sonrientes.
– Maki, pídeme algo de beber por favor – dijo Meisa sentándose en un sofá junto a Jin.
– Te lo estás pasando de miedo ¿Eh? – le dijo su marido, ella asintió sonriendo.
– Pero Maki se lo está pasando mejor – volvió con los refrescos para ella y su amiga, ignorándome completamente y sentándose en la otra mesa.
– ¿Disimula muy bien o estáis enfadados? – me dijo Sae.
Simplemente suspiré. Ikuta, al volver de fumar, se sentó junto a Maki dejando caer su brazo por detrás de ella. Me levanté con intención de decirle algo, fue mi primer impulso, pero disimulé saliendo a la terraza. Lo que tampoco pareció muy normal porque Toma acababa de decirme que si quería ir a fumar con él y le dije que no tenía ganas. Antes de salir, la miré y me la encontré sonriendo, pero clavó sus ojos en lo míos y su sonrisa se fue desvaneciendo. Miré al suelo y salí a la terraza. Me sentía realmente mal, triste. No quería estar enfadado con ella, justo antes de todo eso tenía unas ganas horribles de darle un abrazo y es lo que debería de haber hecho antes de irme del otro local. Pero ahora estaba junto a Toma, muy pegada a él y pasándoselo bien. Terminé de fumarme el cigarro, pero me quedé en la terraza, mirando a la gente que hacía cola para entrar en la parte de fuera del local. Quizás tendría que dejarles solos, al fin y al cabo tenían más cosas en común y se llevaban muy bien.
– No voy a pedirte perdón de nuevo – tuve que tragar saliva antes de darme la vuelta. Algunos mechones de pelo se le habían soltado del recogido que llevaba al bailar y se movían con la brisa de la noche. Estaba tan bonita que dolía – y no voy a hacerlo porque precisamente no soy yo la que tiene que mantener en secreto la relación.
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– No es que tenga opción…
– Con tus otras novias te dio igual
– Con mis otras novias me pillaron los fotógrafos. ¿No crees que yo también estaría más cómodo si no tuviese que estar escondiendo esto?
– No lo se, así es más fácil mirar a las camareras rubias ¿No?
– No me culpes de mirar a otras cuando eres la primera que te rozas con Ikuta – me sentó fatal.
– ¡Eso no es cierto! ¡Y además Toma es mi amigo!
– ¿Te estás quedando conmigo?
– ¿A que vienen estos celos? – me miró muy serio y muy tranquilo.
– No llevamos ni dos días juntos y ya estás tonteando con otro, negándole que estás conmigo. Va a ser verdad que eres una actriz maravillosa porque me he creído todas tus lágrimas y tus supuestos ‘te quiero’. Me parece que ha sido un error esto que estamos haciendo, no debería de haberme dejado llevar por un sentimiento.
 – No digas eso, Tomoya yo no te he mentido – sentía que me iba a poner a llorar de un momento a otro – me he equivocado ¿Vale? No se que más quieres que te diga – Se cruzó de brazos, serio, mirando hacia un lado – eres la única persona que ha sentido algo así por mí y yo siento muchas cosas por ti – cogí aire para hablar pero tuve que esperar unos segundos porque sentía las lágrimas presionarme tras los ojos – no me dejes, por favor…
Me tuve que morder el labio para obligarme a no llorar, yo solo quería arreglar las cosas y lo único que estaba haciendo era empeorarlas. Odiaba tener que rogarle pero es que no quería que me dejase por nada del mundo. No entendía porque le quería tanto, simplemente le quería y punto. Sin más explicación. Si, era indudablemente atractivo y simpático, pero era simplemente su persona lo que me tenía enamorada. Y nunca me habría fijado en un hombre que tuviese diez años más que yo, tan activo, tan escandaloso… no teníamos nada que ver, pero sin embargo…
– A Ikuta-san le gustas mucho – me dijo de repente sin mirarme – nosotros acabamos de empezar, piénsate bien con quieres quedarte y me lo dices.
– ¿Me hablas en serio? – Desde luego serio estaba – no tengo que pensarme nada – me acerqué a él y le puse las manos en los brazos, levantándole un poco la gorra para verle mejor la cara. Miraba al suelo con una expresión que no me gustaba, estaba muchísimo más guapo cuando se reía – Te quiero.
Tragó saliva y frunció el ceño, mirándome durante un largo rato. Acercó su mano a mi mejilla y en cuanto sentí sus dedos rozarme la apreté con la mía. Nos acercamos el uno al otro al mismo tiempo: yo me enganché a su cuello, el me abrazó por la cintura y me dio un beso más intenso que cualquiera de los que me había dado hasta el momento. Me apretaba con fuerza contra el, notaba sus manos en mi espalda mientras me abrazaba y yo le quité la gorra, tirándola al suelo mientras enredaba mis dedos en su pelo, así como estaban nuestras lenguas.
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Odiaba dejarme llevar siempre por mis sentimientos de esa manera, y odiaba sentir siempre todo con tanta intensidad. Tanto lo bueno como lo malo. Pero gracias a eso el beso que nos estábamos dando me daba la impresión de que estaba siendo el mejor de todos hasta el momento. La cogí en brazos y ella me abrazó la cintura con las piernas. Sentí su sonrisa bajo mis labios, lo que me hizo quererla más aun de lo que ya la quería. Es que era perfecta para mí, lo tenía todo, y no me mentía al decirme ‘te quiero’. Podía verlo en sus ojos. Tenía que dejar de tener miedo pero no sabía como hacerlo, me sentía inseguro al estar con una chica tan maravillosa como ella, era muy fácil perderla. La dejé en el suelo de nuevo y le acaricié las mejillas.
– ¿Me perdonas? – sus enormes ojos castaños me tenían totalmente enamorado.
– Claro que si – volví a besarla y tardé bastante en conseguir separarme de sus labios – No voy a dejarte, ni loco, si esto se acaba será cuando tú quieras.
– Lo tendré en cuenta pero no tengo intención de dejarte escapar – dijo sonriéndome, besándome una vez más – nos deberíamos ir con los demás.
– Pero va a ser muy descarado ¿No? ¿Qué les has dicho para salir a la terraza?
– Nada, he salido y punto – que discreta…
– Espérate aquí – me asomé dentro del local para encontrarme a Taichi dándolo todo en el karaoke con Ohno – ¡Kuroki san! – Meisa y Toma me miraron con curiosidad – Maki está mareada, ¿Dónde está su bebida?
Se levantaron los dos a la vez pero Meisa le dijo algo a Toma para que se quedase allí. Cogió la bebida y vino conmigo a la terraza.
– ¿Estás bien o es una excusa para disimular? – le dijo Meisa sonriendo.
– Excusa supongo – dijo ella riéndose y mirándome.
– Me voy con los demás – me agaché y cogí la gorra del suelo – la próxima vez no la tires, es cara – le dije a Maki agarrándola de la barbilla y dándole un beso breve en los labios.
– Vale – me sonrió apretando los labios, con esa expresión tan propia de ella.
Me entraron ganas de seguir con el beso pero podía venir cualquiera a preguntar si estaba bien. Entré y pedí una cerveza en la barra, estaba tan fresquita que me la bebí casi de golpe.
– ¿Está bien? – me dijo Toma. No podía perder de vista que no tenía mala intención, pero tenía ganas de darle un empujón.
– Si, estaba fumando y de repente veo que viene sofocada. Hasta que no se ha puesto un poco mejor no la he querido dejar sola, no se, se le habrá bajado la tensión.
– Ah… será porque abajo hacía mucho calor ahí abajo. Y supongo que yo tendré parte de culpa – empezó a reírse, pagado de si mismo.
– Ya, ya os he visto bailando…
Mabo se puso de pie y vino hacia la barra con la chulería que le caracterizaba, pidió que llevaran a las mesas vasos de chupitos y botellas de prácticamente todo. Decía que el invitaba así que no nos quedó otra que darle las gracias y empezar a beber. Cuando Maki y Meisa volvieron, ambas riéndose, Okura les gritó que se unieran a nosotros.
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– No quiero beber, mañana estaré hecha polvo y tengo que hacer cosas – le dije.
– ¡Venga ya! No seas tonta, por una que te bebas no va a pasar nada – me dijo Mabo poniéndome un chupito de vodzka por delante.
– Vamos, es lo más suave de lo que tenemos – dijo Okura riéndose.
– ¿Las dos a la vez? – me dijo Meisa.
Miré el vaso, no quería ni olerlo. A la de tres me tragué el contenido de golpe y sentí automáticamente el calor en mi garganta y unas ganas de vomitar horrorosas. Las risas de Nagase se tenían que estar escuchando en la pista de baile y Meisa solo agitó la cabeza con los ojos cerrados, riéndose mientras yo me estaba muriendo. Me levanté a por un refresco de limón para que se me pasase ese sabor de boca y cuando volví a la mesa sentí una mano en mi cintura. Me volví sonriendo, pensando que era Nagase, pero le vi sentado delante de mí. Al girarme vi a Toma.
– ¿Te encuentras bien? – me dijo. Asentí – menos mal, supongo que me he preocupado para nada ¿No? – me apartó los mechones de pelo de las mejillas y me miraba mucho los labios. Nagase estaba en silencio, y me dio la impresión de que observándonos.
– Supongo que si – dije mirando hacia otro lado, incómoda.
– ¿Cómo te has despeinado tanto? – me dijo tocándome el pelo. Me aparté un poco de él, demasiado bruscamente y se me quedó mirando.
– Toma, tengo novio… – cuando dije eso coincidió en que la gente había disminuido el volumen y se me quedaron mirando.
– ¿Y por qué has dicho antes que no? – me dijo, no supe muy bien si ofendido o qué.
– Porque no puedo decirlo… realmente.
– Aaaaaay, tenemos tanto en común – me dijo Sae sentándose a mi lado y agarrándome de la mano – creo que tendríamos que charlar, tu y yo.
Al escucharles reírse miré a Nagase y a Mabo. Se miraban e intentaban aguantar la risa, pero no lo conseguían. Taichi quería parecer enfadado, pero también se estaba riendo. Mabo empezó a llenar de nuevo los vasos, esta vez con whiskey que yo me negué a beber. Les observé meterse entre pecho y espalda un chupito tras otro de bebidas cada vez más fuertes. Los que mejor aguantaban el tipo eran los chicos de Tokio, Koki, Jin y para mi asombro Meisa. Los demás tosían y se revolvían, pero seguían bebiendo.
– Venga Maki, bébete un chupito más y te dejo tranquila – me dijo Mabo.
– ¿Quieres emborracharla? – dijo Sae, con la risa ya floja.
– Solo quiero que participe – me puso por delante un chupito de sake que miré con respeto.
– No voy a poder con esto…
– ¿Puedes aprenderte el guión de una película en inglés y no puedes beberte un chupito? ¡Venga ya! – me dijo Meisa
Cuando me quise dar cuenta me había bebido ese y me estaban llenando otro vaso. Esta vez de absenta. A esas alturas de la noche, me sentía un poco mareada y todo me parecía más gracioso que de costumbre.
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Estaba cada vez más borracha, y para ser sincero yo también estaba empezando a estarlo. Vi que se levantaba para ir al servicio con Meisa y al ponerse de pie se tambaleó, riéndose como una tonta. Me quedé mirando como se alejaba, dando un suspiro. Toma se sentó a mi lado negando con la cabeza.
– He estado metiendo la pata toda la noche – me dijo, abatido.
– Un poco si – me miró y resopló.
– Que vergüenza…
– Ella te dijo que no tenía novio, tu evidentemente lo creíste, tampoco pasa nada – dije dándole un golpe en la pierna – bebe anda.
Le estaba echando otro chupito cuando las vi venir riéndose. Saludaron con la mano a las otras dos chicas que no paraban de hablar con los chicos más jóvenes. Los más mayores, la mayoría de los chicos de Kanjani8 incluido el cumpleañero y los dos componentes de Kat-tun, estábamos todos en la misma mesa, pasándonoslo de miedo. Miré a Maki y me reí, ella se mordió el labio y vino hacia mi a pesar de que Meisa le tiraba del brazo.
– Toma-kun, ¿Puedes echarte a un lado? – el chico la miró y se apartó – gracias.
– ¿Qué haces? – le dije riéndome.
– ¿Qué hago? – Apoyó el codo en su pierna y la cara en su mano, mirándome. Estaba más borracha de lo que yo pensaba – ¿No tienes que fumar o algo? ¿Eh? – me sonrió.
– Creo que no deberías de beber más – le dije, escuchando las risas de Mabo.
– Que duro es esto… – dijo echándose hacia atrás en el sillón – no me gusta no poder hacer lo que yo quiero cuando yo quiero.
– ¿Qué te lo impide? – le dijo Toma interpretándolo de otra manera. Ella le miró como si fuese evidente.
– ¡Todos vosotros! ¡Hay mucha gente aquí! ¡Demasiada! – Se incorporó y me miró fastidiada – ¿De verdad no tienes que salir a fumar?
– No bebas nunca más – le dije riéndome. Miré a Toma, nos observaba con el ceño fruncido.
– Vale – dijo Maki, que se echó hacia atrás en el sofá de nuevo y nos miró sonriente. Estaba muy borracha. Miró hacia al lado y empezó a reírse sola, Sae se rió con ella sin saber muy bien de que – seguro que esas dos son vírgenes con lo puritanas que parecen, de las típicas de «un pene que asco» y luego bien que les gusta – nos susurró mirando a las otras chicas. Casi todos los del sillón estaban atentos a ella y dieron una carcajada, yo no sabía si reírme o no.
– ¿Tu no lo eres? – dijo Sae mirándola, Maki negó con la cabeza y una sonrisa de oreja a oreja. Se le iba a escapar algo, lo estaba viendo venir.
– Desde el sábado. Y no sabes lo bien que—¡¡MMMMM!! – Meisa se tiró encima de ella y le puso las manos en la boca riéndose.
– ¡¡Cállate de una vez!! – le dijo su amiga hasta que Maki se la quitó de encima.
– ¡Ya, ya, ya! ¿Qué te crees? ¡Yo soy la primera que no quiero meter a Nagase en problemas, no iba a decir nada, idiota!
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Vi como Meisa me miraba con los ojos muy abiertos, en realidad todos me miraban asombrados y Nagase se llevó las manos a la cara riéndose sin parar. Toma se puso de pie y nos señaló mientras exclamaba sorprendido. No entendía nada. Intenté pensar en lo que acababa de decir y me di cuenta.
– ¡Ay! – miré a Nagase, que empezó a reírse con mas ganas y aplaudiendo, Mabo estaba en las mismas.
– ¡Lo siento! – Le dijo Toma a Nagase con las manos juntas ante la cara cuando volvió a sentarse – No sabía… no tenía ni idea.
– Es igual – dijo mi novio dejando de reírse, refregándose los ojos porque estaba llorando – eres idiota Maki chan… – me pasó el brazo por la cintura y me dio un beso en la mejilla. Dejé caer la cabeza en su hombro, cerrando los ojos y escuchando su risa.
Cuando volví a abrirlos estaba en una cama extraña, grande, y acompañada. Los rayos del sol entraban entre las cortinas, dando en la pared de enfrente e iluminando un poco la habitación. Me dolía la cabeza y me acurruqué abrazando la amplia espalda que tenía delante.
– ¿Eh? – Dijo girándose – ¿Estás bien?
– No… – dije frotándome la cara – no me dejes beber la próxima vez, odio esto… ¿Qué pasó anoche? No me acuerdo…
– Eso es porque te quedaste dormida y no había manera de despertarte – dijo sonriendo y pasándome los brazos por los hombros. Pegué mi nariz a su cuello y apoyé mis manos en su pecho desnudo. Estaba tan calentita que me estaba durmiendo de nuevo – les dijiste a todos que estamos juntos. Bueno, que perdiste la virginidad conmigo.
– No me lo recuerdes… – dije quejándome, se rió mientras me acariciaba la espalda de arriba abajo, acabando en mi trasero – lo siento mucho.
– No lo sientas, no importa. Entienden los problemas que me darían si dijesen algo – lo que estaba sintiendo yo era algo bastante grande y duro a la altura de mi ombligo – ¿Te encuentras muy mal? – empecé a reírme y pasé mi mano hacia adelante, muy despacio, por encima de la ropa interior.
– ¿Me vas a despertar así todos los días?
– Siempre que duermas conmigo si – me susurró al oído, mordiéndome el lóbulo de la oreja mientras respiraba profundamente.
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– ¿No tienes resaca? – le quité el sujetador y metí las manos por debajo, pasando mis dedos despacio por sus pequeños pezones.
– Se me pasó la borrachera antes de salir de la discoteca, estoy perfecto – dije besándola. Gimió débilmente en mi boca mientras sentía sus pezones endurecerse.
– Ya lo noto – contestó riéndose – no voy a poder moverme mucho.
– No te preocupes por eso… – me fui hacia abajo en la cama, observando como se mordía el labio.
– Tenía tantas ganas de tenerte ahí, ahí Tomoya, sigue ahí – susurró cuando rocé la suavidad de su piel con mi lengua.
No le bajé las bragas del todo, solo lo suficiente para poder pasar mi lengua por donde quería. La rozaba con mis dedos, besando sus ingles, sus piernas, su dulce sexo, susurrando su nombre mientras sentía sus dedos apretarme a ella. Sus gemidos temblorosos y el olor de su cuerpo me provocaron una erección tan grande que incluso dolía.
– ¿Quieres que siga aquí o quieres que haga otra cosa? – dije una vez se hubo corrido.
– Quiero ver como me… – me miró, le daba vergüenza decirlo. Me apoyé en las rodillas y le levanté las caderas, tirando de su ropa interior hasta quitársela.
– ¿Sabes que cuanto más delicada me pareces más ganas me dan de reventarte? – dije besando sus piernas.
– ¡¿Qué?! No… – tenía sus manos apoyadas en el pecho y respiraba agitada mientras me bajaba los calzoncillos – no seas brusco que luego me—
– Te encanta… no seas mentirosa – subí sus caderas – ¿Ves bien? – ella asintió y me la agarré, pasándola despacio entre sus labios mayores – estás empapada Maki-chan – se pellizcó los pezones al sentir como la rozaba y se le pusieron los vellos de punta – eres una pervertida…
– Es culpa tuya – me dijo mirándome a los ojos. Sin dejar de mirarla, tumbada en la cama con el pelo suelto de cualquier manera y las mejillas encendidas, empecé a penetrarla.
Miré hacia abajo cuando ella lo hizo para ver como iba abriéndome paso entre su carne rosa y húmeda, mojándome en ella. Le rocé el clítoris muy suavemente y empezó a gemir como loca.
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La veía entrar; grande, dura, ardiente dentro de mí. Me estimulaba por todas partes y cuando aún no había entrado del todo ya sentía que me iba a correr de un momento a otro. Me gustaba tantísimo verlo… casi tanto como sentirlo. Le miré a la cara y le vi con los labios entre abiertos mirando como me follaba, juntando las cejas, dejando escapar el aire entre sus labios con un suave gemido cada vez que pegaba sus caderas a las mías.
– Quiero sentirte más – le dije. Cuando me miró me avergoncé. No sabía porque me sentía así, me hacía sentirme sucia pero al mismo tiempo me encantaba esa sensación.
– Puedo hacer que me sientas mucho más – Me dio la vuelta en la cama, sacándomela bruscamente y poniéndome de espaldas a él – aunque a lo mejor te duele…
Me agarró de las caderas y las levantó, yo no podía mirarle, solo sentirle, y a pesar de estar un poco mareada lo que más estaba era cachonda. Tenía ganas de decirle que me la metiese de una vez, pero me daba vergüenza. Cuando fui a darme la vuelta para mirarle, me puso la mano en la espalda y me empujó contra la cama. Sentí sus dedos entrar en mi cuerpo despacio y su mano acariciarme desde mis caderas hacia arriba, hasta agarrarme un pezón con fuerza.
– Me encanta follarte – dijo echándose sobre mi, susurrándome al oído y metiéndomela de repente. En esa postura la sentía entrar perfectamente, sentía como me rozaba y me llenaba – Maki…
– Fuerte… – dije agarrándome a las sábanas.
– ¿Fuerte? – Estaba siendo tan sucio que sabía que al acabar me iba a morir de la vergüenza, pero era lo que necesitaba en el momento – vas a arrepentirte de pedirme eso.
Se incorporó y tiró aún más de mis caderas, agarrándome con fuerza para después embestirme, haciéndome gritar. Recordaba que la primera vez tenía mucho cuidado, era muy delicado y hasta que yo no se lo dije no fue más brusco. Pero ya no le importaba, además, yo se lo había pedido. Le sentía entrar hasta el fondo, haciéndome gritar cada vez, jadeando cuando se quedaba quieto. El también gemía, y de repente empezó a follarme rápido, gruñendo y resoplando, mordiéndome el hombro. Parecíamos dos animales, lo único que escuchaba era su voz, su cuerpo pegando contra el mío, los ruidos húmedos que hacía cada vez que se pegaba a mi. Me giró de nuevo en la cama, dejándome de lado y levantándome una pierna que se puso sobre el hombro. Me agarró de la cintura y siguió follándome con las mismas ganas, mirándome de arriba abajo, apretando los dientes.
– Quiero correrme en tu boca – me dijo de repente.
– ¿Qué? – movía tan bien las caderas que me costaba pensar en otra cosa.
– Y quiero que te lo tragues.
– ¡¿Qué?! – no me sentía capaz de hacer eso, era demasiado para mi.
Me la sacó y se sentó en sus piernas, haciéndome gestos con las manos para que me acercase a el. Me puse de rodillas en la cama y le besé, acariciándosela mientras tanto, intentando pensar como iba a conseguir eso que me pedía porque no me veía capaz. No porque me desagradase la idea, es que no creía que le fuese a gustar tanto como para que llegase al orgasmo. Besé su pecho, pasando mis manos por el y notando como su corazón latía descontrolado. Ya estaba gimiendo antes de que le tocase, había gotas en su glande y le miré mientras las lamía pensando que le gustaría. Acerté, pero estaba amargo y no pude evitar encoger la nariz.
– ¿No te gusta? – se la acaricié con mis labios y mi lengua, mientras la intentaba meter en mi boca todo lo profundo que pude, rozándole con mi mano también. Cogió aire entre dientes y lo expulsó un rato después, con la voz quebrada.
– Oishii – le dije mirándole y sonriéndole – se pasó la lengua por los labios y respiró hondo cuando me agarró del pelo, obligándome a lamérsela.
– Ahí Maki, sigue ahí. Kimochi… – me estaba calentando solo de escuchar su voz grave susurrarme lo que tenía que hacer – Despacio preciosa, que bien lo haces… – abrí la boca y se la lamí de abajo a arriba, mirándole – Kimochi, Maki chan… Maki… – la apreté con mi mano cuando de repente la sentí ponerse durísima y a él con los músculos tensos. No dejaba de mirarle a los ojos y me la metí en la boca de nuevo – iku… – dijo apretándome el brazo.
Lo sentí contra mi garganta cálido, abundante, una y otra vez. No pude evitar alguna arcada que otra, pero no paré, en realidad me gustaba mucho que esos gemidos y espasmos que estaba teniendo fuesen gracias a mí.
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Sus manos, su lengua, sus labios, me estaba matando y se lo estaba tragando todo de verdad. Y que me mirase a los ojos…
– Ya… ya… – le acaricié la mejilla, sonriéndole y sofocado. Se sentó en sus piernas, pasándose la mano por la boca y teniendo un escalofrío.
– Nigai[1]– dijo con la nariz arrugada. Me reí sin poder evitarlo.
– ¿Te traigo algo de la cocina? – asintió y tras darle un beso en la frente, porque no se lo iba a dar en los labios, salí del cuarto.
Al entrar en el salón, camino a la cocina, me encontré a Leader dormido en el sofá con la boca abierta. Se me había olvidado por completo y yo estaba totalmente desnudo. Cogí un refresco intentando no hacer ruido y volví riéndome. Al entrar en el cuarto vi a Maki tapándose, tumbándose en la cama mientras se miraba un mechón de pelo.
– Se me ha manchado – dijo con cara de asco
– Ahora nos duchamos – me metí en la cama con ella sin dejar de reírme y dándole el refresco – se me había olvidado que Leader está en el salón – Me miró, con cara de terror, sabía que iba a reaccionar así y me reí con más ganas.
– ¿¡Qué?! ¿Nos ha escuchado? ¡Se ha tenido que enterar de todo! ¿Cómo lo saludo yo ahora?
– Tranquila, está dormido – le dije antes de que le diese un ataque.
– ¿Seguro? – asentí, tumbándome en la cama y suspirándo. Le dio unos cuantos sorbos al refresco, toqueteándose el mechón de pelo manchado con mala cara. Le dí un pellizco en la cintura y me miró dando un gritito.
– Vente – le quité el refresco de las manos y lo puse en la mesa de noche, haciendo que se tumbase en mi pecho. Le olí el pelo, ella me miró y sonrió – ¿Dormimos?
– Te lo iba a preguntar, pero dejame dormirme aquí – dijo apoyándo la cabeza y su mano en mi pecho – estoy muy bien…
– Maki, te quiero mucho – dije agarrando su mano y dándole un besito – volvió a mirarme y se estiró para darme un beso en la mejilla.
– Ya lo sé. Pero yo te quiero más – me sonrió y se tumbó de nuevo como estaba, pasándome una pierna por encima y apretándome.
No me podía sentir mejor de como estaba. Iba a ser difícil tener que esconderle la relación a la sociedad pero es que no quería tener problemas, aunque quizás daba una rueda de prensa y lo hacía público. Johnny san se podía poner como quisiese, tenía dinero para vivir dos vidas y quería estar con ella. La sentí suspirar entre mis brazos y besé su pelo, cerrando los ojos, con la certeza de tenerla a mi lado cuando volviese a abrirlos. Lo que sentía por ella ya no era comparable a lo que sentí por Ayumi; no porque fuese más fuerte, sino porque era totalmente diferente. Era un sentimiento más serio, más cierto, más—
– ¡¡Nagase!! – Dijo Maki riéndose – ¡Dios, que peste! – se tapaba la nariz con la sábana riéndose a carcajadas. Me había relajado tanto que se me había escapado una ventosidad, estropeando el momento.
Me pegaba mientras me disculpaba a gritos riéndome con ella, sonriendo por su sonrisa y sintiéndome feliz como nunca. Que me importaba la gente, si tenía que ser un secreto pues que lo fuese, si se enteraban que se enterasen. No me pude dormir porque no me dejó, estaba demasiado ocupada en hacerme feliz.
EPÍLOGO
– Eso era una cámara, te digo que eso era una cámara. ¿No has visto el flash?
– Mira, me da igual. Estoy por sacar la cabeza por la puerta y posar para ellos – Nagase no se dio prisa en arrancar el coche mientras yo me agachaba en el asiento intentando disimular – no te escondas, si ya es la segunda vez que nos pillan. Ahora ya no puedo decir nada para negarlo.
– Te van a echar la bronca – vi como se encogía de hombros y salía del parking camino a los estudios – no deberíamos ir juntos, estamos tentando la suerte.
– Tu presentas el programa y yo salgo en el. Por una vez que voy a llegar temprano… – sonreí porque llevaba razón – no creo que se vaya a quejar nadie. Y si me dicen algo que me lo digan.
– Pero es tu trabajo, ¿No te preocupa?
– Me preocupa más perderte – al parar en un paso de peatones se inclinó sobre mí y me dio un beso en la mejilla.
La verdad es que estaba harta de esconderme, llevábamos siete meses escondiéndolo y mucho estaban tardando en pillarnos. Bueno, ya nos habían pillado pero ambos lo desmentimos por su bien. Pero ahora a ver ahora como decíamos que no estábamos juntos cuando nos habían pillado saliendo de su casa. Nos separamos al llegar a los estudios, despidiéndonos con una sonrisa Me vistieron, me arreglaron y me vibró el teléfono.
‘Me ha llamado mi manager. Dice que le han enviado fotos de nosotros dos. Han dicho que o pagamos o las hacen públicas y le he dicho que por mi parte no van a ver ni un yen. Te aviso porque a lo mejor antes de que publiquen las fotos lo digo en directo. No quiero que te pille por sorpresa.’-Tomoya
Me quedé mirando el teléfono sin saber como reaccionar, así que lo bloqueé y lo dejé en mi bolso. El programa de esa noche era en directo, era el de año nuevo y estaba un poco nerviosa aunque fuese mi segundo año presentándolo. Pero conforme iban saliendo grupos, con los que charlaba y me reía, se me iban pasando los nervios. Nervios que volvieron a aparecer cuando me tocó presentar a Tokio. La presentación fue normal, decían sus tonterías, deseaban unas felices fiestas y salieron a tocar. Nagase me miró con una sonrisita divertida pero no pasó nada más. Vi como cantaban y me preparé a presentar al siguiente grupo, NEWS. Pero cuando acabaron la canción, Nagase se agarró al micrófono, mirándome desde el escenario. Esperó que la gente dejase de aplaudir y dijo:
– Aaaahm… Espero que a partir de este año tengamos muchos más igual de felices. Aishiteru, Maki chan.
Me llevé la mano a la boca riéndome mientras que Mabo le daba un empujón a Nagase, que me miraba sonriente mientras salía del escenario. Cuando conseguí recomponerme y presenté a NEWS me metí en el backstage y me lo encontré riéndose con los chicos de Kat-tun.
– ¡¡No vuelvas a hacer algo así, baka!! – le dije acercándome a él.
– Era esto o que saliesen en la prensa rosa fotos sin mi consentimiento. Así por lo menos sé lo que van a publicar – me quedé mirándole, atenta a si me llamaban para salir – ¿Estás enfadada?
– No, pero…
– Entonces no pasa nada – me llamaron para que volviese a salir y le miré por última vez negando con la cabeza – ¡Venga, tienes trabajo que hacer!
Era un idiota, pero era el mejor idiota que se podría haber cruzado en mi camino. Si ya todos sabían la verdad no tendríamos que escondernos y podríamos ser una pareja más. Bueno, nunca podríamos ser una pareja más por aquello de la fama, pero si estaríamos mucho más tranquilos. Cuando terminó esa gala yo sabía que venía la grande de después, el concierto que todos esperaban. Pero estaba cansada y me quedé dentro,  exactamente en los vestuarios de TOKIO y escuchando el ruido de fuera. Unas horas después aparecieron armando jaleo y con unas ropas un tanto extrañas. Me reí de ellos al verlos entrar.
– ¡Buen trabajo Maki-chan, y feliz año! – me dijo Taichi excesivamente entusiasmado.
– Igualmente – le dije riéndome.
– ¿Me cambio y vamos a casa? – escuché que me decían al oído después de darme un beso en la mejilla. Le miré y sonreí.
Salir de allí con el de la mano, irnos juntos ‘a casa’. Pensaba que ese tipo de vida no estaba hecha para mí pero no podía estar más equivocada. Él se había convertido en mi vida, él lo era todo. Y yo lo era todo para él. ¿Quién me lo iba a decir?


[1] amargo

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