Watashi tachi no Himitsu = Nuestro secreto
En este fanfic sale tal cantidad de gente famosa que los voy a ir poniendo conforme salgan, ¡Así que atentos a los links! Lo escribí porque vi un programa de mis chicos de TOKIO en el que estaba de estrella invitada Horikita Maki.
Si es que se pone tontísima con él (normal)
Y siempre he tenido esa tonta obsesión de que Horikita Maki y Nagase Tomoya tendrían que casarse y tener niños. Y ese programa fue la excusa perfecta para este fanfic. Tiene datos reales (la mayoría) pero algunos me los invento un poco xD! Aquí os dejo los que más van a salir:
Los miembros de Tokio
(de izq a derecha) Mabo (Matsuoka) y Taichi
Gussan (Yamaguchi Tatsuya) y Leader (Joshima Shigeru)
Y obviamente NAGASE ♥
Que me gusta el pelo que le ponen últimamente ♥
Nishikido Ryo
(te como)
Ikuta Toma
Meisa Kuroki
(es la mejor amiga de Maki chan)
Horikita Maki
(Pori chan, que es como la llama Meisa)
es tan bonita que akjdhskajdhashd
Las partes verdes son de Maki chan
y las rojas de Tomoya kun ♥
Espero que os guste ^^
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1
Entre risas les agradecía el buen trabajo a todos y todos me lo agradecían a mí. A pesar de haber acabado de rodar el programa seguían diciendo y haciendo tonterías sin parar: Taichi le quitaba la comida que le quedaba a Nagase mientras este le gritaba que se estuviese quieto y Mabo se les acercó dándoles un golpe en la cabeza a cada uno. Se rieron, pero Taichi miró a Ryo san con una sonrisa encantadora.
– ¿Te vas a comer eso? – le dijo señalando su plato.
– ¿Eh? – lo miró y después miró a Taichi de nuevo – ah, no, toma.
– ¿¡Cómo?! – Dijo Nagase gritando exageradamente y haciéndome reír – ¡Eso no es justo!
– Puedes quedarte el mío – le dije dándoselo. Me sonrió y se acercó a mí para cogerlo.
– Gracias, Horikita-san – al coger el plato rozó mis dedos con los suyos y me sonrió con esa luz en sus ojos que solo aparecía cuando le ponían comida por delante.
– No es justo que esto sea un programa de cocina y que el único que coma seas tú – le dijo Mabo a Tatsuya.
– Yo no tengo la culpa de que seáis tan torpes leyendo kanjis – dijo quitándose el paño de la cabeza – qué ganas tengo de llegar a casa…
– Yo también – dije. Estaba cansada, llevaba todo el día trabajando, (para variar), y solo tenía ganas de acostarme en mi cama, con la tranquilidad y el silencio de mi casa.
– Yo había pensado que podríamos ir a tomarnos algo – miré a Nagase sobresaltada. Me observaba relamiéndose los labios y dejando el plato vacío en la mesa.
– ¿¡Eh?! – fue lo que me salió decirle.
– ¿Qué? Seguro que os habéis quedado con hambre – dijo mirando a Ryo y a los demás. Lo había dicho en general, no a mi sola. Menudo susto me había dado, el corazón se me había descontrolado un poco, pero ya volvía a la normalidad.
– La verdad es que prefiero irme a casa – dijo Joshima – ya nos veremos otro día.
– Leader, vamos todos a cenar. Mañana no tenemos nada que hacer, tendríamos que aprovecharlo – le dijo Taichi, pero no se le veía nada convencido.
– Yo me voy contigo, si quieres te dejo en tu casa – dijo Tatsuya caminando a los vestuarios con él.
– Horikita-san, tu vienes, ¿verdad? – me preguntó Mabo. En realidad no tenía ganas pero como me lo habían pedido dos veces accedí. De todas maneras me lo pasaba muy bien con ellos.
Fui a los vestuarios a por mis cosas con Ryo y justo a mitad de camino, cuando nos separamos de los demás, le escuché reírse por lo bajo. Me miraba de reojo y sonreí al ver su expresión.
– ¿Qué es tan gracioso si puede saberse? – le dije.
– Menudo tonteo te traes con Nagase – me espetó de repente. Mire hacia atrás para comprobar que no nos habían oído.
– ¡Anda ya! ¿De donde sacas eso? – de repente sentía que mis mejillas ardían. Menuda estupidez.
– De tus risitas cada vez que te miraba o te decía algo. Y de que él no ha parado de hacer cosas para llamar tu atención. De ahí lo saco.
– Me parece que te estás equivocando… – dije riéndome.
– Estaba sentado entre vosotros, ¿Cómo voy a equivocarme? Más de una vez me dieron ganas de levantarme y cederle mi sitio.
– No quiero volver a hablar más del tema, es una tontería – dije entrando en el vestidor.
– Te gusta – se rió mientras se metía en el suyo.
Apreté los labios y negué con la cabeza, Nagase era solo mi senpai. Le tenía respeto y era una persona divertida, eso era todo. No tenía tiempo para pensar en esas cosas, tenía demasiadas obligaciones y mi carrera era más importante que esos asuntos. Además, era una locura, no había motivos para que él se interesase en mí y sus novias siempre tenían su edad o pocos años menos. Riéndome de las ocurrencias de Ryo, salí del vestuario a esperarle, apoyándome en la pared.
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Me quité el traje de chaqueta y cogí mi ropa de la percha escuchando los bostezos de Gussan.
– Pero mira que sois aburridos – les dijo Mabo.
– Que quieres que te diga, ya me he hecho a la vida casera y tengo ganas de estar con mi mujer – dijo bostezando de nuevo. Taichi cogió su ropa de la misma percha que yo.
– Está guapísima ¿Eh? – me dijo.
– ¿Horikita san? – la verdad es que más de una vez me quedé mirándola más tiempo del necesario. No entendía como podía tener unos ojos tan grandes – está mayor.
– Yo la sigo recordando como una niña – dijo Mabo poniéndose la chaqueta.
– Pero ya tiene veinticuatro años, no es una niña – dijo Taichi
– ¿Qué estás sugiriendo? – le dije entre risitas. Sonrió abriendo mucho los ojos.
– ¡Nada! Solo decía que ya es adulta, deja de pensarlo todo por el mal camino.
– Si, porque eso tú no lo haces – le dijo Leader pasando por su lado.
– Además – Taichi le siguió con la mirada sonriendo – siempre está de arriba abajo y haciendo cosas, no iba a tener tiempo para una relación ni nada parecido. ¡Pero repito que no esa no era mi intención! – dijo riéndose al ver que Mabo subía una ceja.
¿Siempre trabajando y sin tiempo para una relación? Esa historia me era familiar. Me puse los zapatos, cogí mi cartera, mi teléfono, el tabaco y me fui a la puerta. Al salir miré a mi derecha, y pasillo arriba vi a Maki apoyada en la pared. Me acerqué a ella, que no se daba cuenta de mi presencia totalmente absorta en sus pensamientos. Cuando le dí con el dedo en el hombro dio un saltito.
– Ah, perdón – dijo inclinando un poco la cabeza – no me había dado cuenta.
– ¿En qué pensabas que no estabas en este mundo? – le dije sonriendo. Ella me miró brevemente e inclinó la cabeza a un lado, apretando los labios. Vi a Ryo salir del vestuario por encima de su hombro.
– ¿Ya estáis listos? – me preguntó.
– Casi. Vamos y les vais metiendo prisa – les dije. Fui andando ante ellos y escuché a Horikita quejarse. Miré hacia atrás y la vi empujar enfadada a Ryo, que se reía de ella. Algo pasaba entre esos dos, estaba clarísimo. Y no se de que me extrañaba – ¡Oe, tengo hambre! – les dije a los demás abriendo la puerta.
– Ya, ya vamos – dijo Mabo poniéndose bien el pelo.
– ¿Ya se ha ido Joshima-san? – dijo Ryo.
– Y Tatsuya – le dijo Taichi levantando la mirada de su teléfono.
– No importa, la fiesta puede seguir – dijo Mabo saliendo, Taichi se levantó y cerró la puerta – ¿Dónde vamos a comer?
– ¿Algún sitio que te guste? – le pregunté a Maki.
– Ehm… pues la verdad es que me da igual.
– Entonces vamos a comer yakiniku.
– ¡¿Otra vez?! – me dijo Taichi
– ¿Qué? Nadie da ideas, pues la doy yo. ¿Y como vamos?
– En mi coche – dijo Taichi – es el más grande.
Nada más salir del edificio me encendí un cigarro y me lo fui fumando camino al coche. Maki andaba justo delante de mí y pensé que era una lastima que llevara esos pantalones tan sueltos, me gustaría haberle visto la figura. Aunque con lo pequeña que era dudaba que hubiese algo que marcar. Aun así me gustaría verlo. No paraba de mirarle el culo y Mabo tuvo que darme un codazo para que parase, lo que hizo que me diese la risa floja.
– No te vas a meter con eso en mi coche, que lo sepas – me dijo Taichi señalando el cigarro.
– Venga ya, bajo la ventana y asunto resuelto. ¡No me hagas tirarlo, está por la mitad!
– Mejor para tu salud – dijo Mabo quitándomelo y pisándolo – que parece mentira que seas el cantante del grupo.
– No vas a volver a echarme la charla sobre el tabaco, te lo digo – dije mirando como se sentaba en el asiento del copiloto. Me ofreció un chicle.
– Es de fresa, no te quejes y cómetelo que apestas a cenicero – le quité el chicle de las manos un poco molesto y me metí en el coche mientras me lo metía en la boca.
– Yo debería ir delante, aquí voy apretado – Maki se echó un poco al lado, pegándose más a Ryo cuando me sintió moverme – no te preocupes, no es por ti. Es que no me caben las piernas. Pero si quieres pegarte a Ryo-kun por mi no te cortes.
– ¿¡Eeeh?! – Dijo ella mirándome molesta, si que estaba guapísima como decía Taichi – no tendría que haber venido. – Ryo dio una carcajada, haciendo que ella se enfadase más aun.
– Lo siento Horikita-san – le dije – no quería ofenderte.
– No me ofendes, es que… ¡Deja de reírte! – dijo empujando a Ryo.
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Los odiaba a los dos, eran unos imbéciles. Los muy idiotas parecían que se habían puesto de acuerdo para fastidiarme y fueron todo el camino pinchándome. Quería bajarme, quería irme a mi casa y mandarlos a tomar viento.
– No les hagas caso – me dijo Taichi al parar en un semáforo con su sonrisa tranquilizadora – son dos idiotas.
– Un poco molestos si que son…
– Pero no vamos con mala intención, es que es fácil hacerte enfadar – ignoré lo que Ryo me había dicho y la risita tonta de Nagase.
Se parecían mucho esos dos, aunque no físicamente. Una de las diferencias más grandes era que el olor de Nagase era bastante más fuerte que el de Ryo, pero no desagradable. De alguna manera era atrayente, lo que hizo que me cabrease más aun con Ryo por lo que me había dicho antes. Ya estaba pensando cosas que no eran, ya veía cosas en los gestos y las miradas de Nagase que hacía unos minutos no veía, y todo por culpa de las ideas de ese inútil. Suspiré un tanto aliviada al bajarme del coche y seguí a los chicos hasta un bar al que no había ido nunca. Por lo visto era el favorito de Nagase en Tokio, porque decía que su favorito de verdad estaba en Yokohama. En la mesa me senté entre Matsuoka y Taichi, no quería saber nada de los otros dos, y el primero estuvo dándome conversación casi toda la cena. Hablábamos sobre todo de cocina mientras los otros tres hablaban de motos, videojuegos y fútbol. Lo que me sorprendió es que se bebían una cerveza tras otra, sobre todo Nagase y Taichi, que no paraban. Les intenté ignorar mientras disfrutaba de la comida, pero entonces la palabra ‘oppai’ y la carcajada de Ryo llamaron mi atención.
– Te digo que eran las más grandes que he visto en mi vida – le decía Taichi a Nagase que le miraba con la boca abierta.
– ¿Y no la invitaste a tu casa?
– ¡No la conocía de nada!
– ¿¡Y qué?! ¡Si estaba buena y quería llevarte a la cama no tienes nada que conocer! Al día siguiente te despides y asunto resuelto.
– Creo que no deberíais de hablar de estos temas con ella delante – les dijo Matsuoka con una sonrisita.
– ¡Oh! ¡Lo siento Horikita-san! – me dijo Taichi
– Eres un maleducado – le dijo Nagase riéndose como un estúpido.
– ¡Pero si tu eres el que estaba diciendo lo peor! – le hizo dar una estruendosa carcajada.
– Creo que nos deberíamos ir a casa – dijo Ryo mirándome. Era la primera vez esa noche que estaba de acuerdo en algo con él.
– Pues yo no puedo conducir… – dijo Taichi mirándome a través del fondo del vaso de cerveza.
– Voy a traer el coche, dame las llaves – dijo Mabo levantándose.
– Y yo voy a fumarme un cigarro – Nagase fue tras él.
Le miré alejarse y me sorprendí de que a pesar de tener puestos unos pantalones anchos se le marcaba un buen culo. Me avergoncé yo sola por lo que estaba pensando, esto estaba pasando de castaño oscuro. Miré a Ryo enfadada, y este se limitó a alzar las cejas sin entender nada. Al poco tiempo Mabo asomó la cabeza, y salimos a la calle. Justo en la puerta estaba el coche, y esta vez Nagase estaba en el asiento del copiloto. Nos iba a dejar a cada uno en nuestra casa y yo fui la primera en bajarme, despidiéndome de ellos y dándoles las gracias.
– Horikita-san, ¿Me dejas tu teléfono un momentito? – dijo Nagase bajándo la ventanilla.
– ¿Eh? ¿Mi teléfono? – asintió. No sabía muy bien que pretendía pero se lo dejé. Lo toqueteó un poco y me lo devolvió – ¿Qué has hecho?
– Nada – dijo con una sonrisa de lo más misteriosa – ya nos veremos.
Me quedé mirando las luces del coche alejarse durante unos segundos. Lo primero que hice al entrar en mi casa fue mirar los borradores y los mensajes. Después miré el listín telefónico y no vi nada nuevo, pero al mirar las últimas llamadas realizadas ví un número nuevo. El muy idiota se había llamado a si mismo para tener manera de contactar conmigo, era más fácil si me lo pedía. Nunca me habían preocupado las relaciones de pareja, estaba demasiado ocupada para eso, y esta no iba a ser esa la primera vez. Suspiré dejando el móvil en la mesa, muy cansada pero inexplicablemente nerviosa.
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– ¿Qué has hecho con su teléfono? – me dijo Ryo
– ¿Estáis saliendo? ¿Es tu novia? – dije dándome la vuelta en el asiento. El chico negó con la cabeza – Si no estáis saliendo no te importa – volví a mirar hacia adelante, escuchando como Mabo se reía entre dientes.
– Lo vas a tener difícil con ella… – me dijo en voz baja.
– Nadie ha dicho nada de que yo quiera algo serio – me miró alzando una ceja.
– Eres un golfo, nunca a ha tenido novio.
– Lo sé – me quité el cinturón al llegar a la puerta de mi casa – gracias por el viaje. Nos vemos otro día.
Les sonreí y me metí en el edificio. Iba jugando con las llaves en el ascensor, pensando en que ya hacía demasiado tiempo que no invitaba a ninguna chica. Entre los desengaños, que yo no tenía tiempo y que quería disfrutar de la libertad de la soltería llevaba unos meses solo. Entré en mi casa y me empecé a desvestir para meterme en la cama mientras pensaba. No es que me importase mucho mientras tuviese a mis amigos, pero echaba de menos despertarme con el olor de una mujer a mi lado, de escuchar una voz femenina que me regañase de vez en cuando. Y sobre todo el sexo. Estaba bien de momento, me las podía apañar yo solo pero no era lo mismo, ni mucho menos.
Ni si quiera sabía porque lo iba a intentar con Maki, sabía que era prácticamente imposible por la diferencia de edad y por como ella era. Pero es que realmente era bonita y esas maneras tan femeninas me atraían mucho. Era un misterio como sería esa chica en la intimidad y quería ser el primero en descubrirlo. Y en descubrir otras cosas, en hacer que ella descubriese cosas conmigo. Estaba demasiado cansado, después de un bostezo inmenso me metí bajo las sábanas y apagué la luz, pero antes de dormirme cogí el teléfono y escribí unas líneas. Miré el mensaje con una sonrisita y le dí a enviar. Me quedé dormido sin escuchar una respuesta por su parte, pero tampoco me importaba. Tenía toda la paciencia del mundo y esto iba a ser entretenido.
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Me desperté temprano, quería hacer unas cuantas cosas y siempre me daba la impresión de que al día le faltaban horas. Mientras me comía el desayuno miré mi teléfono por si mi manager, mis padres o alguna de mis amigas me habían llamado. Tenía un mensaje.
“Lo siento mucho si te he ofendido hoy. No estoy acostumbrado a estar con mujeres y hay veces que no se comportarme. Me ha encantado tu compañía, espero que se repita pronto”- Nagase
Me quedé mirándolo sin saber como reaccionar exactamente. No había nada fuera de lugar en el mensaje, nada ofensivo, de hecho me estaba pidiendo perdón. Y sin embargo me dio rabia, no entendía el porqué de ese interés repentino en mí. Y además, de quien venía… si hubiese sido Ryo no me habría extrañado tanto, pero ¿Nagase? Me enfade más aun por ponerme nerviosa de nuevo, y es que no sabía que contestarle. No podía ignorarlo, me parecía una falta de educación teniendo en cuenta que se estaba disculpando. Pero no sabía que decirle…
Después de darle muchas vueltas y de que se me quemasen las tostadas le deje una respuesta breve. No me convencía mucho pero solté el teléfono en la mesa y fui a tirar las tostadas para poner unas nuevas. Cuando el teléfono empezó a sonar se me aceleraron las pulsaciones, no me podía estar llamando, ¿Qué iba a decirme? ¿Qué iba a decirle yo? Tragué saliva al ver que era un teléfono oculto.
– ¿Moshi moshi?
– Pori chan, soy yo – suspiré dejándome caer en la silla con la mano en el pecho.
– ¿Qué haces llamándome Meisa? Vas a gastar un dineral.
– Pero hace mucho que no se de ti…
– Solo una semana, exagerada. ¿Cómo estáis?
– ¡Oh, bien! La pequeña está ya enorme, una pena que no puedas verla, de verdad.
– Seguro que ya estás super sexy otra vez, como te odio…
– ¡Venga ya! Como si a ti te importasen esas cosas. Por cierto, hablando de sexy y de encantos naturales, aún nada de nada con ningún chico ¿No?
– No pero… – me mordí el labio – ¿Puedo preguntarte una cosa sin que saques conclusiones?
– Prueba a ver – dijo riéndose.
– ¿Qué te parece Nagase Tomoya? ¿Qué piensas de él?
– ¿¡En serio?! – Menos mal que le dije que no sacase conclusiones.
– Contéstame y punto – le dije sintiendo que me empezaba a poner nerviosa de nuevo.
– No se, es guapo, canta bien, y está forrado, más que tú.
– Pero ¿No le conoces?
– No, lo siento, tú le conoces mejor que yo – pues eso no era mucho – Lo único que se es que siempre están rondándole chicas muy guapas ¿A que viene esto? – le expliqué por encima lo que me estaba pasando desde la noche anterior.
– Es que a lo mejor soy yo – le dije – pero eso de ‘me ha encantado tu compañía’ suena…
– A lo que es – dijo riéndose – oye, ¿Y por qué no? Déjate llevar un poquito.
– No puedo tengo muchas cosas que hacer.
– Hay veces que te odio, en serio. Vale que seas responsable, pero está bien tener vida privada de vez en cuando. Dale una oportunidad a ver que pasa.
– No se Meisa, es todo muy… ¡ni si quiera yo se si me gusta!
– Claro que te gusta, de no ser así no me habrías preguntado – escuché ruido de fondo – ay, te dejo, la niña se ha despertado. Hablamos pronto ¿Vale?
– Vale, pero no me llames, gastas mucho dinero.
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Me desperté porque escuché el teléfono vibrar en la mesilla de noche, aunque ya llevaba un rato dando vueltas en la cama medio dormido medio despierto. Lo cogí con los ojos más cerrados que abiertos y vi que me había respondido. Se me quitó el sueño de golpe.
‘No hacía falta disculparse, me lo pase muy bien anoche con todos vosotros. Cuídate’
‘Con todos’. Ya. En fin. Me senté en la cama y me estiré, relajado y tranquilo por tener un día para mí y solo para mí. Me metí en la ducha y me tomé mi tiempo, cosa que no podía hacer a menudo. Me sequé el cuerpo y el pelo con una toalla y me vestí con lo primero que saqué del armario, yendo directamente a la calle porque no tenía ganas de prepararme el desayuno. Iba a llamar a Taichi cuando este se me adelantó.
– Me muero – di una carcajada al escuchar su voz.
– Venga ya, exagerado. ¿Te llevo algo del starbucks? Iba a pasarme de todas maneras.
– Vale. Pero que se beba, como coma algo no se que puede pasar.
Compré dos cafés y me compré un muffin de chocolate que me fui comiendo de camino en el taxi. Al llegar volví a dar una carcajada que me duró más tiempo al ver su cara. Le di el café y entré en su casa.
– ¿Cómo puedes estar tan muerto con solo cerveza? – le dije sentándome en el sofá.
– Bebí lo mismo que tu. Ahora mírate y mírame, creo que me afecta un poco más por aquello del tamaño…
– Entonces supongo que no hay planes para hoy.
– Mabo quería ir a almorzar a un restaurante nuevo que han abierto pero no se si voy a poder acompañarle, Gussan está con su familia y Leader esta… a saber donde.
– Como siempre. Estará gastándose el dinero en ropa o algo así.
– A unas malas puedes llamar a Ryo que siempre quiere salir. Y hablando de él, a lo mejor era que yo estaba borracho anoche, pero ¿Estabas insinuando que quieres tener algo con Horikita-san? – sonreí y dejé el café en la mesa.
– Tener algo… yo lo llamaría más bien follar.
– Joder Nagase – Taichi se rió, pero yo sabía que con él podía hablar claro – ¿De verdad quieres llevártela a la cama? Serías el primero.
– Lo sé. Tampoco quiero romperle el corazón ni nada de eso, si me sale bien es una experiencia que me llevo. Bueno, y ella también.
– ¿Y cómo pretendes hacerlo? – le dio un sorbo al café y susurró ‘umai!’
– No lo se – dije echándome en el sofá con las manos tras la cabeza – pero a lo mejor eso de llamar a Ryo no es mala idea.
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Después del plato de pasta que me había metido entre pecho y espalda y todo lo que anduve esa mañana, no podía moverme. Me quedé sentada en el banco del parque mirando el atardecer, pensando en mis cosas y aprovechándome del buen tiempo que hacía. Me había llevado mi cámara con la intención de echar unas cuantas fotos, pero estaba tan cansada que no tenía ganas ni de quitarle la tapa al objetivo. Cuando el teléfono me vibró en el bolsillo del pantalón lo cogí de mala gana.
– ¿Moshi moshi?
– Maki-san, soy yo, Ryo.
– ¿Ha pasado algo con lo de mañana?
– Deja de pensar en el trabajo, te llamaba por si quieres ir a cenar a alguna parte.
– ¿Eh? – Que Ryo me invitase a cenar no era normal, o por lo menos no era habitual – la verdad es que no tengo mejores planes…
Me indicó al restaurante que quería ir y quedamos en unas horas. No podía ser que de la nada hubiese dos hombres interesados en mí. Era muy raro, aunque a lo mejor era yo que me lo estaba imaginando todo. Me levanté y fui a mi casa, no podía ir a cenar con esa ropa que había llevado todo el día, tendría que cambiarme. Tampoco me arreglé mucho y teniendo en cuenta que hacía buen tiempo me recogí el pelo, me puse un jersey celeste, fino, holgado y largo, con unos pantalones cortos blancos debajo.
Cogí mis cosas y fui caminando con tranquilidad hasta el restaurante, estaba lejos y aunque estaba cansada siempre me gustaba pasear. De vez en cuando me reconocían y me sonreían, pero la gente en general era bastante educada. Llegué antes de tiempo y Ryo todavía no había llegado, así que me metí dentro y le esperé en la entrada apoyada en el mostrador donde pedí un vaso de agua. Tenía los brazos apoyados en la barra y miraba las diferentes botellas de alcohol cuando sentí que me ponían la mano en el hombro.
– Has llegado antes que yo, y eso que me he venido con tiempo para no hacerte esperar.
– Ah, no importa – Ryo me sonreía (como siempre) pero esta vez no sabía como interpretar la sonrisa.
Fuimos juntos hasta la mesa que tenía reservada y apenas tardaron en traernos una carta y tomarnos nota. No me habló de nada fuera de lo común, solo de trabajo, proyectos que tenía con su grupo, me preguntó por Jin (casi todos los Johnny’s lo hacían cuando se enteraban de que Meisa Kuroki era mi mejor amiga) y poco más. Tampoco se comportó de manera extraña. Simplemente cenamos, mantuvimos una charla agradable y nada más. Y justo cuando acabamos de comer le vibró el teléfono. Estuvo haciéndo cosas con él un rato hasta que me miró con cara de circunstancia.
– Lo siento pero tengo que irme antes de tiempo.
– No importa, de todas maneras nos teníamos que levantar temprano mañana.
Asintió con una sonrisa tranquila, pagó y nos fuimos hacia la puerta de la calle.
– Voy a coger un taxi, si quieres lo compartimos.
– No importa voy a ir andando. Muchas gracias.
– Vente, lo pago yo – dijo parando uno con la mano, pero negué con la cabeza – bueno, pues nos vemos mañana. ¡Oh! ¡Hasta luego, Nagase! – miré en la dirección que el miraba y vi como el aludido levantaba la vista del teléfono sonriendo. Caminaba hacia nosotros con un cigarro y el teléfono en la mano, tranquilamente, y no eran así precisamente como estaban mis pulsaciones en ese momento.
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– Oe, ¡Ryo-kun! – le llamé pero el taxi ya se había puesto en marcha, alejándose y dejándome solo con ella. Perfecto – ¿Será imbécil? Le podría haber llevado… – me volví y la miré, haciéndole un gesto con la cabeza – ¿Por qué no te has ido con él?
– Iba a ir andando…
– No seas tonta, te llevo en el coche, lo tengo ahí mismo – dije señalándolo.
– No hace falta.
– Venga ya, sé dónde vives y está lejos – le puse una mano en la espalda sin realmente tocarla mucho y la guié hasta el coche tirando la colilla del cigarro a la papelera.
Le abrí la puerta y entró suspirándo. Cuando me senté al lado vi que miraba por la ventanilla sin parar de toquetearse las manos y el pelo. Al notar que me quedé callado me miró vergonzosamente con esos inmensos ojos marrones. Sabía porqué tenía esa actitud conmigo y es que yo no estaba siendo precisamente sutil con ella.
– ¿Estás bien? – le pregunté.
– Estoy bien, es solo que me has cogido por sorpresa.
– ¿Prefieres ir andando? No quiero que te veas obligada – esperaba que no se bajase. Miró a través del cristal delantero mientras pensaba, las mangas del jersey le quedaban largas y casi le tapaban las manos. Me pareció adorable.
– No es eso…
– Entonces vámonos – sonreí y arranqué el coche viendo como se ponía el cinturón con el rabillo del ojo – tendrías que haber visto a Taichi esta mañana, estaba hecho un desastre.
– ¿Kokubun-san? – Asentí – es que bebió mucho…
– No te creas, le he visto beber el doble. Pero ayer se le subió rapidísimo a la cabeza. Yo me quedé dormido nada más llegar.
– Podrías habérmelo pedido – la miré sin entender – mi número de teléfono.
– ¡Ah! Bueno, cabía la posibilidad de que me dijeses que no así que no me arriesgué. Además, tu novio podría haberse enfadado.
– No tengo novio – me dijo inmediatamente.
– ¿No? – Le sonreí, ella me apartó la mirada pero volvió a mirarme – ¿Y entonces que era esa cena a solas con Ryo-kun?
– Solo estábamos cenando y hablando de trabajo.
– Venga ya, no me creo que no tengas novio con lo joven y guapa que eres – miró por la ventanilla al instante.
– No todos necesitamos una relación para estar felices, a veces con el trabajo y sentirte realizada es suficiente.
– Eso lo dices porque nunca has estado con un hombre y no sabes lo que es el amor – no me miraba, pero se movía inquieta en el asiento – venga ya, todas las chicas de tu edad que conozco han tenido al menos un novio en su vida.
– Ya…
– Y si tú no lo tienes es porque no quieres, no por otra cosa.
– Exacto.
– ¿Te estoy molestando otra vez?
– Un poco – esto iba a ser complicado…
– Lo siento, ya me callo. De todas maneras ya estamos prácticamente en tu casa – conduje lo poco que quedaba en silencio y al llegar no tardó apenas en quitarse el cinturón.
– Muchas gracias, Nagase-san. – me dijo inclinándose brevemente.
– No me las des, ¿Por qué no nos tomamos un café? – Se me quedó mirando como si le hubiese propuesto una locura – yo también acabo de cenar, aunque sin compañía, y se me apetece. Si no me lo tomo contigo me lo voy a tomar solo y pensé que sería mejor acom—
– Vale, pasa – a lo mejor no iba a ser tan complicado después de todo.
2
– ¿Pasa? – Me dijo con una sonrisita – ¿En tu casa? – se lamió los labios con rapidez. Me di cuenta que lo hacía muchas veces, muchas muchas veces. Y me ponía muy muy nerviosa.
– Era lo que tú habías propuesto… ¿No? – me sentí estúpida.
Después de mirarme con una sonrisa cada vez más amplia, asintió y aparcó el coche. Ahora le había invitado a mi casa y se iba a creer lo que no era. ¿Pero de verdad no lo era? ¿No estaba nerviosa desde el momento en el que le vi?
Maldije internamente a Ryo mientras me bajaba del coche por meterme esas ideas en la cabeza y a Meisa por darme el consejo de lanzarme a algo nuevo. No estaba nada segura de nada. Yo estaba muy tranquila hacía solo un día, sin preocupaciones innecesarias, y ahora estaba subiendo en el ascensor con un senpai y sintiéndome histérica. Y menudo senpai, no podía ser uno más discreto. A pesar de estar vestido de lo más normal – una camiseta y unos vaqueros – era tan alto que todos le miraban y le reconocían al instante. Cuando cogí las llaves para abrir la puerta me temblaba el pulso, lo único que quería era que no lo notase.
– ¡Que bonita! – Dijo cuando entró – se nota que aquí vive una chica – dijo señalando los peluches del sofá.
– Siéntate, no te quedes ahí – le dije metiéndome tras la barra americana de la cocina – ¿Quieres café o té?
– Café si puede ser – asentí y empecé a calentarlo porque ya tenía hecho. Vi que se sentaba en la mesa – No quiero ser pesado, pero me extraña mucho, ¿De verdad no te gusta Ryo? Es un chico atractivo, eso lo veo hasta yo.
– Trabajo con muchos hombres atractivos y no por eso me voy a enamorar de todos – Nagase incluido. Por muy guapo, fuerte, carismático y alto que fuese. No quería pensar en esas cosas pero cuanto más le miraba más lo pensaba.
– No, pero… ¿Nunca te has sentido atraída por ninguno?
– Me estás recordando a Meisa – me miró sin saber de quién le estaba hablando –Kuroki Meisa, mi amiga.
– ¡Oh! Sí, ya se de quién me hablas. Jin es un hombre inteligente.
– Sí, es preciosa – suspiré, estaba harta de que todos los hombres siempre estuviesen repitiendo lo increíblemente bella que era.
– ¿Quiere encontrarte novio?
– Siempre ha estado igual. Lo de ella con Jin fue un flechazo y está empeñada en que me pase lo mismo ¿Quieres leche?
– Sí, un poco, pero no mucha. Cuatro de azúcar.
– ¿¡Cuatro?! – le miré sorprendida y dio una carcajada breve.
– Sí, me gustan las cosas dulces – cuando dijo eso me miró de arriba abajo. Me volví a poner nerviosa y casi tiro el azucarero al suelo al sacarlo del mueble. Era difícil mantener la calma cuando te miraban tan intensamente – Estoy seguro de que hay muchos chicos de los que conoces que estarían más que dispuestos a hacerte feliz. Gracias – dijo cuando le puse el café por delante, sentándome frente a él en la mesa del comedor – y estaba casi seguro de que te gustaba Sakurai Sho.
– No, es solo amigo mío. Los chicos de Arashi siempre me han tratado muy bien.
– ¿Y él por qué no te gusta? ¿Es demasiado buen chico para ti? – dijo dándole un sorbo al café. Justo en ese momento un mechón de pelo le cayó junto a la cara y no pude evitar pensar lo atractivo que era. Me centré en el té pensando que me estaba volviendo loca o algo así.
– No es eso…
– Quizás a ti te gusten más los chicos como Tanaka Koki, más malos.
– Nagase-san, no quiero tener novio. Es una distracción y me traería más problemas que beneficios. No le veo el atractivo a la idea por ninguna parte.
– Te repito que eso lo dices porque nunca lo has tenido. Pero bueno, hay muchas maneras de hacer las cosas, no tienes porqué tener novio – no sabía qué estaba insinuando pero cada vez estaba más nerviosa.
– ¿Y tú qué? No paras de preguntarme pero tú siempre estás rodeado de chicas preciosas con mucho éxito. ¿Qué haces aquí?
– Pues eso mismo, estar con una chica preciosa y con mucho éxito – siempre me desmontaba, no sabía como iba a salir de esa situación.
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Vi como se asomaba una sonrisita a sus labios, mirando hacia un lado mientras agarraba con fuerza su taza de té. No solo me pareció adorable cuando se puso celosa por lo que dije de su amiga sino que cada vez que la piropeaba no se atrevía a mirarme a la cara. Era tan femenina, tan delicada, que eso me hacía tener cada vez más ganas de ver su lado salvaje y desenfrenado. Pero tenía que tener paciencia, aunque me estaba costando la misma vida.
– ¿Vas a decir que no eres una mujer con mucho éxito? Conozco pocas chicas de tu edad que hayan sido portada de Vogue y elegidas mujer del año en Japón.
– Ya, pero…
– ¿Y me vas a negar también que eres preciosa? – se quedó callada, apretando cada vez más fuerte los dedos que sostenían la taza, sin mirarme.
– Nagase-san… – se levanto de repente, apretando los puños – Es que no quiero ser… yo… – apretaba los labios y se los mordía, estaba muerta de nervios. Desde luego no estaba acostumbrada a situaciones como esa – ¡No sé qué pretendes!
– ¿No lo sabes? – dije levantándome yo también. Me miró, quizás un poco asustada, aunque yo creía que eran más los nervios que otra cosa. Me acerqué a ella dándole la vuelta a la mesa – Yo diría que es bastante evidente.
– Nagase… – fue casi un susurro, y conforme me iba acercando ella se pegaba contra la barra americana, hasta que su espalda chocó con esta.
– No quiero hacer nada que no quieras hacer, no te preocupes – no me hablaba, solo me miraba los ojos y la boca mientras se agarraba las manos con fuerza contra el pecho.
Observé sus labios gruesos y rosas, tan apetecibles, y pasé una mano por su mejilla apartándole un mechón de pelo de la cara. Su piel era suave, seguro que olía de maravilla. Me moría de ganas de darle un beso en los labios pero no quería pasarme. Me incliné sobre ella y le di un beso cariñoso en la mejilla, pasando los dedos despacio por la otra mejilla y su cuello. Cuando mi nariz rozó su pelo me inundó el olor más dulce que había olido jamás, pero me obligué a separarme de ella. Me miraba con las manos más apretadas que antes, respirando aceleradamente. Suspiré.
– Si mal no recuerdo, creo que mañana tienes que madrugar así que me voy ya. No quiero importunarte más. Gracias por el café – me di la vuelta pero sentí como ella me agarraba de la manga de la camiseta. Me quedé mirándola sorprendido.
– No quiero tener novio – dijo mirando hacia un lado – pero…
– ¿Pero? – dije dándome la vuelta, mirándola de frente.
– No sé, es… esto es… – me miró a los ojos y se mojó los labios.
Pasó antes de que me diese cuenta; puso sus manos en mi pecho y me dio un beso muy breve poniéndose de puntillas. Apenas sentí la caricia de sus labios, casi no me dio tiempo a reaccionar. Me reí negando con la cabeza.
– Horikita-san, no estás grabando un dorama, ¿Qué ha sido eso?
– Lo siento – me dijo separándose de mi. Es que era imposible no volverse loco por ella.
Aún sonriendo le puse una mano en el hombro y me incliné sobre ella que cerró los ojos tan pronto sintió mis labios contra los suyos. Eran dulces, cálidos, suaves. Los apreté con fuerza, besándola una y otra vez, pasando mi mano de su hombro a su nuca conforme sentía que el corazón me latía más rápido.
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Era mi primer beso en la vida real, y era tan diferente de los que me habían dado trabajando que no me lo creía. No sabía ni por qué me había retenido y mucho menos por qué fui yo la primera en besarle. Lo único que sabía era que me encantaba, me estaba volviendo loca solo con unos simples besos y apenas me tocaba. Ni si quiera acercó su cuerpo al mío, solo me acariciaba el cuello con sus dedos. Me entraron ganas de tirarme a sus brazos, de que me apretase contra él y no dejase de besarme de esa manera en toda la noche. Me estaba derritiendo, no sabía que un beso podía ser así, no sabía que se pudiesen sentir tantas cosas con algo tan simple. Pero se separó de mí.
– Creo que tengo que irme ya – me dijo mirándome tan cerca que sentía su respiración, quería que me besase de nuevo – si, será lo mejor – se dio la vuelta, cogió su chaqueta de la silla, fue hacia la puerta y se puso los zapatos.
– Nagase…
– No hace falta que digas nada, Maki-chan – me sonrió, no tenía porqué irse – espero que te vaya bien mañana en la premiere.
– ¿Por qué no te quedas un poco más? – vi como tragaba saliva mirándome las piernas.
– Mejor que me vaya.
– Pero ¿Por qué? ¿He hecho algo mal? – dije acercándome a él. No me podía creer que esa que estaba hablando fuese yo. Se rió.
– No has hecho nada mal, baka. Es que no voy a controlarme y no quiero que te dejes llevar por un impulso. Piensa las cosas en frío, que ahora estas en caliente – levantó las cejas varias veces, haciéndome sentir avergonzada, pero me hizo reírme. Al taparme la boca cuando me reí la apartó – no ocultes tu sonrisa, es preciosa.
– ¿De verdad no quieres quedarte? – dije apretando su mano.
– Claro que quiero, estoy deseando.
– Pues quédate, no tenemos porqué hacer nada de lo que me arrepienta – se rió y me pasó la mano por la cintura.
– Maki-chan, te estoy diciendo que no voy a poder contenerme, ¡Ya me está costando! Y te vas a arrepentir si haces algo ahora – me pegó a él y le puse las manos en los hombros. Como estaba abajo, en el escalón de la entrada, era un poco menos alto que de costumbre y yo no tenía que mirar tan hacia arriba. Aun así era más alto que yo.
– ¿No puedes simplemente dormir conmigo?
– No – me volvió a besar como antes y me agarré con fuerza de sus hombros. Solo quería sus labios en los míos, sus manos en mi cintura y su calor. Me rodeó con sus brazos y me apretó, haciendo que me quejase – eres tan pequeña… – dijo contra mi boca.
– Nagase, por favor, quédate.
– Te lo voy a decir claro – me dijo apartando sus brazos de mi cuerpo – porque no te vas a enterar de otra manera. No vamos a hacerlo solo porque te gustan mis besos – me quedé mirándole y me crucé de brazos. No, no quería solo por un beso, me estaba dejando llevar demasiado.
– Vale. Supongo que ya nos veremos.
– Supones bien – abrió la puerta y se despidió con una sonrisa.
Se lo tenía que contar a Meisa enseguida, pero antes me daba la impresión de que sería buena idea cambiarme de ropa interior porque la que tenía estaba empapada.
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– No sé cçomo lo he hecho – le dije a Ryo un rato después en un bar – no tengo ni idea de como he aguantado las ganas de quitarle ese jersey que tenía puesto. ¿Cómo lo aguantas todos los días?
– Supongo que en mí no despierta ese deseo – dijo riéndose – te deberían dar una medalla al mérito.
– Y a ti por mentiroso, no se ha dado cuenta de nada. Gracias por esto.
– No hace falta, ya harás algo por mí cuando lo necesite. Como meterme en un dorama o algo así – dijo riéndose – estaba convencido de que le gustabas. Lo sabía.
– Yo creo que ella se ha dado cuenta hoy. Pero tampoco quiero jugar con sus sentimientos. Como note que siente por mí demasiado acabo con esto.
– ¿Y si eres tú el que se enamora?
– Lo que a mí me faltaba es enamorarme otra vez – le dije dándole un buen trago a la cerveza helada que tenía delante.
– No es que puedas evitarlo. Y si esa chica se entrega a ti a saber lo que va a provocar en tus sentimientos.
– Si tuviera 10 años menos a lo mejor dudaba de mi capacidad para no enamorarme.
– Ya, lo de Aibu fue hace solo dos. Y te enamoraste de ella por hacer un dorama.
– Lo de Aibu fue química que se acabó demasiado pronto, y lo de esta niña es atracción sexual. Y mucha – dije riéndome – no lo compares.
– Sea como sea, la posibilidad esta ahí y tú por más que quieras no puedes evitar un sentimiento – era más terco que una mula – tengo ganas de ver la cara de Mabo cuando se entere.
– No se va a enterar. Nadie – le miré serio – no quiero que afecte a su carrera. Lo sabes tú, yo, ella y probablemente su mejor amiga. Bueno y Taichi. Y a lo mejor Mabo, pero no es seguro así que ni media.
– Y yo que te iba a decir que vinieses mañana a la premiere…
– ¿Y por qué no iba a ir? Todo el mundo sabe que tú y yo nos llevamos bien.
– No lo había pensado. Eres listo cuando quieres ¿Eh? – Di una carcajada y asentí – lo malo es que hay que madrugar, y ¡Mira la hora que es!
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Las 5:30 de la mañana. Había dormido cuatro horas y estaba contando yo mucho. Me senté frotándome los ojos con las palmas de las manos y bostezando, no había dormido nada. Y todo por culpa de unos cuantos besuqueos. Me levanté, me lavé la cara y los dientes y me metí en la ducha pensando que era una estúpida por dejarme llevar ¡Y le dije que se quedase en mi casa! ¿¡En qué estaba pensando?! Y Kuroki encantada, se alegró más que yo. Incluso me dijo que tendría que haberle insistido para que se quedase. Salí de la ducha y me puse ropa cómoda, de todas maneras me iban a dar lo que fuese de ropa al llegar allí. Me fui a la cocina medio dormida y me eché un vaso de zumo. Me di la vuelta para salir de la casa nada más bebérmelo y vi nuestros dos vasos en la mesa. Los cogí y los metí en el fregadero con intención de ponerme en marcha pero al echar el café y olerlo me vino el recuerdo al sabor de sus besos, sus cálidos labios y su aliento, su mano agarrándome con fuerza o acariciándome con ternura. Cuando me quise dar cuenta el agua había llenado ambos vasos hasta arriba y yo estaba mirándolos con cara de tonta y la mano en el cuello. Enfadada y chasqueando la lengua paré un taxi de malas maneras nada más salir, y fui de morros hasta el estudio. Al llegar no tenía ganas de hablar con nadie, me vestí y fui a maquillaje. Ryo estaba allí sentado, con mucha peor cara que yo. Menos mal que ahí hacían milagros porque nos hacía falta. Me miró y se rió como un estúpido.
– Buenos días – me dijo.
– Hola.
– Pareces enfadada.
– Solo tengo sueño.
– ¿No has dormido bien? – no paraba de reírse, sabía algo.
Así que de ahí en adelante le ignoré. Me peinaron, me dieron un collar y unos pendientes a juego, me pintaron las uñas y me dieron los últimos retoques. Salimos a dar la conferencia de la premiere de ‘Kenchou Ometenashi Ka’. Ryo se equivocó varias veces en su discurso, estaba histérico y me puso nerviosa a mí también, pero en general salió más o menos decente. Cuando cogí mi teléfono después de las fotos y de agradecer a todo el mundo que me felicitaba por mi duro trabajo vi que tenía un mensaje.
“Me encanta el traje azul que llevas, estás preciosa” – Nagase.
Miré a mi alrededor durante un rato, pero no le ví. Le mandé un mensaje preguntándole donde estaba y el teléfono vibró en mis manos segundos después.
“Aunque si fuese más corto y más pegado me gustaría más” – Nagase.
Debería de estar molesta pero me reí avergonzada y guardé el teléfono, tenía que estar por ahí pero no le veía. Me giré para decírselo a Ryo y allí estaba charlando con él, en medio de todo el mundo, con una chaqueta negra en la mano, unos pantalones del mismo color y una camisa de cuadros azul. Mientras hablaba y sonreía, yo también lo hice, sobre todo al ver ese tic tan lindo que hacía con los ojos al ponerse nervioso. Se había peinado hacia atrás de nuevo y no se había afeitado del día anterior. Estaba tan sexy… en un momento me acordé de porqué quise que se quedase en mi casa.
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– ¡Hola! Felicidades por tu trabajo – le dije nada más verla. Ryo intentaba disimular mientras ella se quedaba mirándome pasmada – ¿Horikita-san?
– Ah, gracias, muchas gracias – se inclinó.
– Voy a ir a almorzar ahora con él – le dije señalando a Ryo con la cabeza – ¿Te vienes?
– Ehm… creo que no. Gracias.
– Como quieras.
Me giré y seguí hablando con Ryo, a ella le dieron conversación por otra parte y no volvimos a intercambiar palabra. Pero de vez en cuando la miraba, y alguna vez que otra nuestras miradas se encontraron. Cada vez que pasaba sonreía e intentaba disimular, se ponía nerviosa y se tocaba el pelo. Fui con Ryo a su vestuario, y le esperé mientras se cambiaba. Me vibró el teléfono y lo saqué con una sonrisita.
‘Esperadme, no tardo’ – Maki
– Que tonta eres… – susurré.
– ¿Eh? ¿Qué te ha dicho? – preguntó Ryo poniéndose la camiseta.
– Al final se viene, ha cambiado de opinión – se puso colonia y salimos de allí hacia el vestuario de Maki. – Ryo – le dije – vigila por si viene alguien.
– ¿Cómo? – me miró con los ojos como platos al verme llamar a la puerta
– ¡Un momento! – dijo ella desde dentro, pero no esperé.
Abrí la puerta lo suficiente para entrar y volver a cerrarla sin hacer ruido, y me la encontré subiéndose los pantalones de espaldas a mí, en sujetador. Me acerqué a ella despacio mientras la veía dar saltitos para ajustárselos y mientras se los abrochaba le pasé las manos por la cintura. Dio un respingo y se dio la vuelta, alejándose de mí con las manos ante sus pequeños pechos. No pude evitar mirar su cuerpo, tenía unas ganas de tocar su piel…
– ¿Qué te ha hecho cambiar de opinión? – le dije. Me sobraba la chaqueta, me sobraba toda la ropa que tenía puesta.
– ¡No me mires! – Me dijo – ¡Date la vuelta! – Me pasé la lengua por los labios suspirándo mientras volvía a mirar su cuerpo, y me acerqué a ella – ¡Nagase! – me gritó en susurros.
– ¿Qué?
– ¿Cómo que qué? No puedes… ¡no podemos…! – me miraba con esa expresión preocupada, tan linda.
– ¿Va a venir alguien o algo? – me planté ante ella.
– No, pero… – subí mis manos hasta sus brazos, pero no se los aparté de sus pechos, solo le cogí las manos.
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Me estaba muriendo de vergüenza, no estaba preparada para esto y él estaba tranquilo y relajado. Y guapo, estaba increíblemente guapo. ¿Cómo no me había fijado en él antes?
– Nagase…
– Vas a gastarme el nombre – dijo en susurros, agachándose y acercándome sus labios sin besarme – pero me gusta oírlo de tus labios, aunque siempre lo susurres.
– No puedo hablar fuerte contigo, no quiero que nos vean juntos.
– Ya lo sé. No quiero que hables fuerte – yo respiraba su aliento y él el mío, rocé sus labios despacio – pero tengo que admitir que me gustaría escuchar como lo gimes.
– Oh… – se me escapó una risita nerviosa.
Y aún estaba sonriendo cuando volvió a besarme de nuevo, sin soltarme las manos y bastante más cerca de mi cuerpo que ayer. No se cuanto tiempo nos llevamos recreándonos el uno en el otro, sintiendo como cada vez estaba más excitada. Se separó de mí y me soltó sonriendo, pero yo quería más. Vi que iba a decirme algo, pero le abracé por la cintura y me puse de puntillas para besarle de nuevo. Al principio no me tocó, pero cuando abrí los ojos para mirarle sin separarme de él, sentí su mano hundirse entre mis cabellos y como me agarraba del trasero con la otra. Los besos estaban dejando de ser tiernos, ya no eran como los de antes. Le escuchaba jadear y me mordía los labios que separé al intentar susurrar su nombre, momento que aprovechó para lamérmelos y dejarme muda. Bueno, muda del todo no, se me escapó un gemido que hizo que me apretase más a él. Moví la lengua buscando la suya, estaba tan nerviosa y me sentía tan torpe que pensé que no le iba a gustar, pero me equivocaba. Me acarició la espalda con las dos manos y pasó una hacia adelante con intenciones más que claras. Fue entonces cuando me separé de él, jadeando.
– Vale, ya – me ardían las mejillas, tenía calor, estaba incluso aturdida de no respirar con normalidad. Se pasó una mano por el pelo, tragando saliva y mirándome de esa manera salvaje.
– Te espero fuera mejor.
– Si – asentí pasándome la mano por el brazo. Sonrió de manera extraña y se dio la vuelta.
Cuando salió di unos cuantos saltitos para echar los nervios fuera y me puse la camiseta. No podía salir todavía, iba a ser muy raro. Cogí el teléfono y llame a Meisa, como no lo echase todo no iba a poder enfrentarme a él.
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Ryo se quedó mirándome cuando salí de ahí dentro y me fui casi corriendo hacia la terraza porque como me quedase cerca de ella no iba a poder parar por más que me lo pidiese. Me encendí un cigarro y me apoyé en la barandilla con los codos. Tenía una erección tremenda, tenía que pensar en otra cosa, pero es que no podía alejar su blanca y suave piel del pensamiento, sus gemiditos, sus jadeos, su lengua. Tenía tantas ganas de hacerla mía que se estaba haciendo insoportable. Quería tener paciencia pero mi cuerpo no opinaba lo mismo.
– ¿Nos vamos? – me dijo Ryo un ratito después con curiosidad asomado a la puerta de la terraza. Asentí tirando la colilla – ¿Qué ha pasado? ¿Se ha enfadado? – me pregunto en susurros.
– No, es solo que me aprietan demasiado los pantalones – dio una carcajada y nos fuimos hacia adentro. Maki se había soltado el pelo, le llegaba por debajo de los hombros, ondulado.
– Te queda mejor el pelo así – le dijo Ryo, era verdad.
– Gracias, a ti también – dijo ella riéndose.
– Vamos en mi coche ¿No? – Ryo asintió, ella se puso el pelo tras las orejas y me miró unos segundos, suficiente para ponerme nervioso.
Anduve un poco más rápido y me metí en el coche con prisas. Ryo se sentó a mi lado y ella se sentó tras el asiento del copiloto. La veía por el espejo retrovisor. No es que le quedase el pelo mejor cuando lo llevaba suelto, es que estaba más que preciosa. Quería sentarme detrás con ella y arrancarle esa camiseta turquesa que se había puesto para seguir explorando con mis manos por donde iba. Me pilló mirándola de lleno y me hizo sonreír, hacía tiempo que no me ponía nervioso con una chica. Me sonó el teléfono.
–¿Vas a comer solo o tienes planes? – era Mabo
– Pues tenía planes, vente si quieres.
– ¿Quién es? – dijo Ryo.
– Mabo, no hay problema ¿No? – miré a Maki que negó con la cabeza.
– Pero había pensado en haceros algo de comer en mi casa, si os parece bien.
– Dile que por mi perfecto – dijo Mabo que la había escuchado – ahora le enseño mis truquitos a esa preciosidad.
– Oe, oe ¿De que vas? – le dije, molesto.
– Ahora nos vemos – dijo riéndose.
– ¿Entonces vamos a tu casa Maki-chan? – dije arrancando y observando como asentía mirándome a través del espejo retrovisor. Ryo empezó a reírse tontamente – ¿Qué pasa?
– ¿Maki chan? ¿Tanta confianza tenéis? – no pude evitar sonreír, la miré y su expresión era idéntica a la mía.
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– ¡Cállate ya, Nishikido! – dije intentando sin éxito ponerme seria.
– ¿Y ahora por qué me llamas por mi apellido?
– A mí me llama por mi apellido – dijo Nagase
– A ti todo el mundo te llama por tu apellido – le dije.
– Es verdad, casi nunca te dicen Tomoya. Pero seguro que tu madre te llama ‘Tomo kun’ o algo así.
– Chan, Tomo chan – Ryo y yo nos reímos.
– No te pega nada…
No estábamos lejos de mi casa y dejó su coche muy cerca, así que enseguida estábamos dentro. No me dio tiempo a ponerme el delantal y a recogerme el pelo que Matsuoka ya estaba allí. Se ofreció a hacer de comer conmigo y por más que le dije que no fue imposible que desistiera. Los chicos charlaban de cosas muy variadas: de trabajo, de sus hobbys, de cotilleos de otros Johnny’s, de música, de películas… y de chicas.
– ¿Cuál dirías que es la actriz más atractiva ahora Ryo-kun? Obviando a Maki que es la número uno, claro – me dijo Mabo guiñándome el ojo. Me reí un poco avergonzada.
– Oh, si, es preciosa – dijo Nagase asintiendo enérgicamente – y da buenos besos en los doramas, sería interesante – se rió. No pude evitar molestarme y sin darme cuenta resoplé.
– Un beso en un dorama no significa nada en absoluto – dije – es solo trabajo.
– Eso lo dirás tu – dijo Mabo riéndose – Oe, Nagase, tu has besado a un montón de mujeres en los doramas, ¿Cuál es la mejor?
– Joder, que seguro – dijo Ryo riéndose.
– Es que ella besa de verdad, no hace esa tontería de pegar los labios y quedarse quieta – le lancé una mirada asesina, lo cual no favorecía la situación porque tenía un cuchillo enorme en la mano. Él se dio cuenta y me sonrió. No supe donde estaba la gracia.
– ¿Y tú Horikita-san? ¿Hay buenos besadores por ahí? – me preguntó Mabo.
– No sabría decirte, mis besos no son de verdad, son una tontería – dije dejando el trapo a un lado – Masahiro-kun, voy un momento al servicio, vigila que no se queme eso.
– Vale… – dijo apartándose de mi camino. Antes de salir del salón escuché que Nagase chasqueaba la lengua y que mi móvil vibraba en el bolsillo de los pantalones.
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Me sentí fatal al escuchar el golpetazo que dio con la puerta de su habitación. Se había molestado por mi culpa pero solo era una broma sin mala intención, nada más. Quería ir a disculparme pero no quería que Mabo sospechase nada.
– No te preocupes, tiene carácter pero se le pasa en seguida – me dijo Ryo.
– Deberías pedirle perdón – me dijo Mabo – la has ofendido en su casa, eso no se hace.
– ¿Debería? – intenté no levantarme corriendo del sofá, y fingí que me costaba mucho hacer lo que estaba haciendo. Incluso suspiré. Fui hasta el final del pasillo y llamé a su habitación pero no contestaba.
– Maki-chan – dije pegado a la puerta – lo siento. No quería ofenderte, era una broma.
– Ya me ha llegado tu mensaje de disculpa, vete al salón – escuché que después murmuraba algo pero no lo entendí. Abrí la puerta y me la encontré mirando su teléfono, sentada en una cama más bien pequeña – ¿Estás sordo?
– Oye, lo siento. Me refería a—
– Sé a qué te referías – bajó el tono de voz, mirándome a los ojos y levantándose de la cama – Te referías al primer beso que te di. Pues lo siento por ser tan torpe y no tener experiencia. Si eso es lo que quieres quítale el teléfono a Koyuki y acósala a ella.
– ¿Eso piensas que hago contigo? ¿Acosarte?
– …no – miró al suelo, suspirándo.
– ¿Por qué has pensado que lo decía por nuestros besos? Lo decía por los doramas – le puse la mano en la barbilla e hice que me mirase a los ojos – tus besos me encantan.
– No me gastes más bromas como esa – me apartó la mirada, enfurruñada era hasta más linda.
– Vale, ¿Me perdonas? – le acaricié la mejilla con el dorso de la mano y aunque empezó haciéndose la dura al final cerró los ojos y me apretó la mano brevemente con cariño. Me miró, haciéndome sonreír y asintió – ¿Puedo besarte? – volvió a asentir.
Le puse la mano en la cara y besé sus labios dulcemente mientras sentía sus dedos recorrerme el mentón. Cuando iba a separarme sentí su lengua rozarme y me quedé quieto, dejando que hiciese lo que quisiese. Me agarró del pelo y me besó profundamente, pegándose a mi cuerpo sin apartar sus dedos de mi mejilla. Nuestras lenguas estuvieron acariciándose la una a la otra un buen rato, ella intentaba acercarse a mí más de lo que ya estaba así que la abracé por la cintura. Sentir su cuerpo tan cerca y esos besos tan intensos me estaban poniendo como una moto.
– Si estuviéramos solos ya estarías tumbada en esa cama – dije mientras ella me mordía el labio.
3
– ¡Ay es verdad! – Dije separándome de él – ¡Que están en el salón!
– ¿Se te había olvidado? – dijo riéndose. Se me había olvidado absolutamente todo que no fuese él – ahora voy yo. ¿Ese es el baño?
Asentí y me fui con prisas al salón para ver que Mabo ya había terminado prácticamente de hacer de comer y que Ryo estaba dormido en el sofá con la boca abierta y el mando de la televisión en la mano.
– Lo siento mucho – le dije ayudándole a apartar la sopa.
– No te disculpes, hay veces que no piensa las cosas cuando las dice. Al menos se habrá disculpado en condiciones ¿No? – le miré y me sonrió con una ceja levantada. No le dije nada pero no pude evitar sonreír yo también como una estúpida.
Desperté a Ryo con cuidado, que se frotó los ojos y me pidió perdón. Nos sentamos a la mesa y un momento después apareció Nagase, sentándose a mi lado. Almorzamos con muchas ganas, mi comida estaba rica, como siempre, pero la de Mabo estaba deliciosa. Aunque Nagase parecía más entusiasmado con mi parte de la comida, lo que me hizo bastante ilusión. Y precisamente en eso me quedé pensando. Quizás me estaba ilusionando demasiado, quizás no debería seguir con ese asunto. Yo era una mujer ocupada y no sabía si iba a poder dedicarle a Nagase el tiempo suficiente. Y él por su parte siempre estaba haciendo cosas como yo. ¿Y por qué estaba pensando en una relación de pareja? Me quedé tanto tiempo en la inopia que cuando fui a comer de nuevo estaba frío y los chicos habían acabado. Solté los palillos y me eché hacia atrás en la silla. Me solté el pelo de nuevo rascándome la coronilla, intentando decirme a mi misma que no era momento para pensar en esas cosas cuando sentí los dedos de Nagase buscar los míos por debajo de la mesa. Le miré y no me prestaba atención, estaba hablando con Mabo, pero entrelazó sus dedos con los míos y me hizo cosquillas con su pulgar. Sonreí. Tenía ganas de dejar caer mi cabeza en su hombro pero me quedé derecha, intentando ponerme al día de lo que estaban hablando.
– ¿Y por qué no vas con Sae-chan? Ya va siendo hora de que se la presentes al resto de la gente como tu novia – le dijo Nagase a Mabo – y si a Johnny-san no le gusta que se aguante.
– No todos podemos hacer lo que queramos cuando queramos como haces tú – le contestó él – además, Taichi no quiere que se centre la atención en ella.
– ¿Quién es Sae? – Pregunté con curiosidad – ¿Tu novia? – Mabo asintió sonriente.
– Es que el 16 de este mes es el cumpleaños de Okura – me dijo Ryo – y le queremos hacer una fiesta sorpresa, cuanta más gente mejor ¿Te vienes?
– No sé si tendré algo que hacer…
– ¡Venga ya! Por un día no pasa nada – me dijo Mabo.
– Además, no le conozco lo suficiente…
– No pero va mucha gente que sí conoces. Venga, anímate. Nunca vienes a cosas como estas – Ryo podía llegar a ser un coñazo de mucho cuidado.
– No la atosigues, ya nos dirá ella si quiere venir o no – dijo Nagase como el que no quiere la cosa, comiéndose con las manos un pedazo de tempura que tendría que estar helado a esas alturas.
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Me apretó la mano con cariño y me tuve que esforzar para no sonreírle.
– ¿Y tú vas a ir solo? – me preguntó Mabo de repente.
– Probablemente…
– Intenta ser un poco más discreto con tu próxima novia, es un consejo que te doy.
‘No va a ser fácil’ pensé. Y me sorprendí. ¿De verdad quería que Maki fuese mi novia? Un día antes simplemente quería follármela pero ahora de repente… le había cogido la mano simplemente porque quería sentir su calidez, y cuando me sonrió en la habitación sentí algo muy familiar y que solo había sentido con una persona. Me quedé pensando mientras les escuchaba hablar con el codo en la mesa, dándome con el dedo en la nariz. Hasta que Maki me sacó de mis pensamientos apretándome la mano dos veces.
– ¿Estás bien? – me preguntó. Los otros dos hablaban de sus cosas y no nos prestaban atención.
– Sí, me he quedado un poco en las nubes – dije sonriendo, pero ella no me devolvió la sonrisa, en su lugar me miró frunciendo el ceño y acto seguido se levantó a recoger la mesa.
– Ah, deja que te ayude – dijo Ryo levantándose.
– No hace falta – dijo ella, pero la ignoró. Todos nos levantamos y llevamos cosas a la cocina, Mabo incluso le preparó el lavavajillas ignorando sus quejas.
– Me quedaría un rato más, pero tengo planes con mi chica – le dijo este – muchas gracias por el almuerzo.
– Yo me voy a dormir, es que de verdad, no puedo… – dijo Ryo con cara de agotamiento.
– Te llevo, es culpa mía que estés así – Maki me miró extrañada. Mierda. Se me había escapado. Aunque no le prestó mucha atención.
– No hace falta Nagase.
– De todas maneras me iba a ir, debes de estar cansada tú también – no me dijo nada, se dio la vuelta y siguió limpiando.
Le volvimos a dar las gracias y salimos los tres de su casa. Llevé a Ryo en silencio hasta la suya, y fue medio dormido todo el camino. Me dio las gracias y con una sonrisa atontada se despidió de mí. Entonces me quede sentado en el coche sin saber muy bien qué hacer a continuación. Cogí el teléfono para mandarle un mensaje a Maki y me sorprendí al ver que ya tenía uno.
‘No sé qué te ha pasado pero si ha sido culpa mía lo siento. Quería hablar más contigo del tema pero con Mabo delante era imposible. Cuídate y descansa (´◠ω◠`)’. – Maki.
Me lo guardé en el bolsillo y arranqué el coche de nuevo.
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Me tumbé en el sofá fastidiada, para un día libre en el que había planeado no seguir trabajando no iba a tener más remedio que hacerlo. Era eso o aburrirme. O agobiarme pensando demasiado. Nagase no me contestaba al mensaje y no tenía ni idea de si su estado de ánimo antes de irse era por mi culpa. Sabía que yo no había hecho nada para provocar que se pusiera tan melancólico, pero no podía estar segura. Escuché que llamaban a la puerta y me levanté extrañada, se habrían dejado algo.
– Hola otra vez – le dije a Nagase cuando le vi en la puerta, aparentemente tranquila pero bastante nerviosa en realidad – ¿Qué pasa?
Me miraba de una manera extraña, demasiado serio, con la chaqueta en la mano. La dejó caer en la entrada y cerró la puerta sin dejar de mirarme a los ojos. Ni si quiera se quitó los zapatos. Me puso las manos en los hombros y me besó con fuerza en los labios, haciéndome andar de espaldas hacia el salón. Cuando me quise dar cuenta estaba tumbada de nuevo en el sofá, pero con él encima. Se apoyaba en este con un brazo sobre mi cabeza, y su otra mano estaba en mi cintura.Abrí las piernas para que se colocase entre ellas mientras le pasaba las manos por los hombros, buscando su lengua con ansiedad. Le miré cuando sentí que metía su mano por debajo de mi camisa, levantándola y acariciando mi cintura. Se separó lo justo de mí para observar lo que se veía de mi cuerpo, y sin pedir permiso me dejó en sujetador. Puso sus dos manos en mi cintura y comenzó a besarme el cuello poniéndome los vellos de punta. Sentí como subía las manos hasta el broche de mi sujetador y sentí como lo quitaba. Me estaba muriendo de vergüenza pero es que no quería pararle. Mi primera reacción fue taparme cuando vi que se incorporaba para observarme, pero me apartó las manos con delicadeza. Miró mis diminutos pechos durante unos segundos y no tardó en inclinarse sobre mí de nuevo. Me lamió y pellizcó los pezones con fuerza, quizás con demasiada. Se me escapó un gritito y me miró.
– No seas tan brusco… – le pedí.
– Lo siento – acercó su boca a la mía y me besó con tranquilidad, acariciándome los pechos de una manera mucho más suave que antes.
Estaba sorprendida por lo duros que tenía los pezones, por lo que me hacía sentir cuando tiraba de ellos y por lo que me excitaba verle pasar sus labios por mi cuerpo. Hice el intento de quitarle la camisa pero se la terminó quitando él junto con la camiseta negra que tenía debajo. Entonces vi su tatuaje, ese tan famoso, y quise no haberlo visto pero la verdad es que se me olvidó al fijarme en el resto de su cuerpo. Sus hombros eran anchos y sus pantalones estaban más bajos de lo normal, dejándome ver su vello púbico. Le pasé las manos despacio por el pecho mientras me mordía el labio a mi misma. Se le habían escapado unos cuantos mechones de pelo que se resistían a la gomina y me miraba fijamente a través de ellos. Se me iba a salir el corazón por la boca.
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Era suave, era preciosa, y olía tan bien que era como un imán. No quería despegarme de ella pero era muy agradable sentir sus dedos acariciarme el pecho. Teníamos todo el tiempo del mundo y quería que ella llevase el ritmo. Me miró a los ojos mordiéndose el labio y paró sus manos justo en la hebilla de mis pantalones. Las quitó de ahí como si se hubiese quemado, indecisa, y mientras se pellizcaba el labio con los dedos de su mano izquierda me empezó a quitar el cinturón con la derecha. Me miraba a los ojos de cuando en cuando, yo no despegaba la mirada de ella, no movía ni un músculo. Cuando acercó su otra mano para quitarme el botón del pantalón vi que le temblaba el pulso, de hecho no atinaba a desabrochármelo. Sonreí y me senté en el sofá, junto a ella.
– Ven aquí – dije haciéndole un gesto con las manos para que se sentase en mis rodillas. Se puso con las piernas hacia un lado, intentando taparse los pechos con las manos. Al final se cruzó de brazos.
– Estoy muy nerviosa, lo siento. Y siento ser tan torpe.
– Me tendrías que haber visto la primera vez que hice algo así. Lo tuyo es agilidad a mi lado – hice que se riese, esa era mi intención – ¿Qué te tiene tan nerviosa?
– Tú, la situación, estar medio desnuda, que me mires tanto… todo, creo.
– Vístete si quieres. Lo dejamos y ya está – me miró preocupada – ya te dije ayer que no vas a hacer nada que no quieras hacer.
– No es eso. Quiero hacer… quiero estar contigo – me miró los labios – cerca.
– Mira, lleva tú el ritmo ¿Vale? Si quieres que lo dejemos, que me vaya, que me vista o que te baile algo dímelo – volvió a reírse, me encantaba ver como sonreía – pero no te avergüences de nada, sé que es la primera vez que estás haciendo estas cosas.
Asintió, apartándose un mechón de pelo de la mejilla, escondiéndoselo tras las orejas para que no le molestase al besarme. Me rozaba el pecho con las puntas de sus dedos de nuevo, pero su otra mano estaba dejada caer en sus piernas, así que se la cogí y le hice cosquillas en la espalda mientras disfrutaba de sus besos. Eran inexpertos, tímidos incluso, pero eso hacía que me gustasen más porque eran diferentes de todos los besos que me habían podido dar alguna vez. Me sorprendió al girarse para ponerse de frente a mí, me agarró de las muñecas y puso mis manos en sus pechos sin dejar de besarme. Eran pequeños, pero sentir sus pezones cada vez más duros bajo mis dedos me excitaba muchísimo. Además también sentía los latidos de su corazón, que iba a toda pastilla. Dejó de besarme, bajando sus manos despacio de nuevo hasta mi bragueta, quitándome el botón al fin. Me bajó la cremallera y apoyó las rodillas en el sofá mientras me bajaba los pantalones. Yo subí las caderas para ayudarla y al tirar de los vaqueros, me bajó un poco los calzoncillos.
A esas alturas tenía una erección tan enorme que el glande se me salió de la ropa interior y Maki se quedó quieta mientras yo terminaba de quitármelos como podía. Me miró a los ojos y apretó los labios mientras bajaba su mano hasta rozarme con las puntas de los dedos, sacándome un suspiro. Me bajó los calzoncillos hasta dejar todo mi miembro al descubierto, alzó las cejas levemente con los labios aún apretados y mordiéndoselos. Yo no dejaba de acariciarle la espalda y cuando me miró de nuevo le sonreí.
– Dime si lo hago mal – me dijo mientras empezaba a acariciármela despacio.
– No te preocupes por eso, los hombres somos simples – le dije entre jadeos. Siguió moviendo la mano despacio, pero al ver que cerraba los ojos y jadeaba más profundamente aceleró el ritmo demasiado bruscamente – despacio, apriétame más por… si… ahí, no te muevas de ahí – se centró en estimularme el glande, tenía las manos pequeñas pero habilidosas. Y además estaba tan cachondo que cualquier roce me volvía loco.
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El corazón me latía cada vez más rápido conforme lo hacía su respiración, apoyé mi mano junto a su ombligo y me puse de rodillas en el suelo, ante el sofá. Nagase abrió los ojos y me miró, sonriéndome. Dudaba muchísimo que supiese hacer lo que pretendía, no sabía ni por donde empezar pero me dejé llevar por la imaginación. Se la agarré y lamí el glande despacio, en círculos. Ya estaba mojada cuando pasé mi lengua por encima, era un sabor amargo pero no me hizo parar. Él echó la cabeza hacia atrás susurrando mi nombre y cuando me la metí en la boca gimió. Nunca había escuchado a un hombre gemir, y me gustó mucho. Se la chupaba despacio, como él me dijo y por donde él me dijo. Me miró y me cogió la mano con la que se la agarraba, haciendo que la moviese. Cuando la moví al mismo tiempo que le daba placer con los labios y la lengua, gimió apretando los dientes, diciendo mi nombre después. Jamás pensé que un hombre pudiese volverse tan loco gracias a lo que yo le hacía, y menos alguien como él.
– Maki chan, vamos a tener un problema si no paras – dijo agarrándose del sofá, pero no paré de mover mis labios contra su piel – ¿No quieres que yo…? Ah…kimochi, sigue… ¿No quieres que…? ¡Joder! ¡Para un momento, no puedo hablar! – me dijo riéndose.
– Lo siento… – dije sonriendo cuando me la saqué de la boca.
– Aquí no puedo hacerte lo que quiero hacerte.
Se puso de pie y me cogió en volandas, haciéndome dar un gritito. Me agarré de su cuello y me besó con ganas camino a mi habitación. Empujó la puerta con el hombro y me dejó caer en la cama, quitándose los zapatos rápidamente y tumbándose sobre mí.
– Vas a llevar el ritmo, no te preocupes, pero esto es cosa mía – me dijo mirándome a la altura de mi ombligo, desabrochando mis pantalones.
– ¿No podemos echar las cortinas? – me miró sonriente pero frunciendo el ceño – es que me da vergüenza.
– Pero entonces no voy a ver nada. Y tú ya lo has visto todo, eso no es justo.
– Pero… es que… – no estaba depilada, no le iba a gustar. Las piernas si, por supuesto, siempre las tenía que tener impecables porque nunca sabía cuando me iban a poner una falda en vestuario. Era otra parte la que me preocupaba.
– ¿Qué lleves unas bragas tan bonitas es coincidencia? – me dijo al tirar del borde mis bragas de encaje celestes.
– Iban a juego con el sujetador – dio una carcajada poniendo sus manos en mis caderas besándome en los labios una vez más antes de centrarse en lo que tenía entre las piernas.
Me daba vergüenza hasta mirarle. Hacérselo a él también me dio vergüenza, aunque al ver que le gustaba se me pasó, pero esto no era lo mismo. Rara vez me había yo parado a experimentar conmigo misma, alguna vez lo había hecho, claro, pero normalmente estaba tan ocupada o cansada que nunca se me ocurría. Y las pocas veces que lo hice fue en la ducha. No sabía cómo iba a ser esto, no sabía cómo podrían sentirse esos gruesos labios, y me estaba mirando tan fijamente…
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No me hizo falta tocarle para darme cuenta de que estaba empapada. Tenía las braguitas pegadas a la piel y rocé con mi pulgar ahí donde vi que estaba más mojada. Dio un respingo expulsando el aire por la nariz y la miré sonriendo sin poder evitarlo. Estaba colorada, no supe si por la vergüenza o por la excitación, probablemente por las dos cosas. Seguí rozándole con mi dedo y besé la piel que quedaba entre su ombligo y las braguitas, que agarré con los dientes, bajándoselas. Se empezó a reír nerviosa y me hizo reírme a mí. Estaba siendo muy divertido, me estaba gustando más de lo que pensaba. Y lo mejor de todo es que no tenía prisas, claro que estaba deseando sentir su cuerpo apretándome pero tenía más ganas de hacer eso. De ver su reacción al darle placer.
Se las quité mirándola a los ojos, aún riéndome con ella, y le separé las piernas. Me miraba mordiéndose un dedo y con cara de preocupación, pero al ver como me agachaba ante ella subió las caderas. Lo estaba deseando, ella y yo. Lamí su clítoris muy despacio, sin levantar la lengua del sitio, presionando con delicadeza y escuchándola gemir breve y agudamente. Eran más jadeos escandalosos que gemidos, me excitaba escucharla y sentirla moverse bajo mis manos. Besé su sexo por todas partes: su clítoris, sus labios, introduje mi lengua despacio en su vagina y entonces fue cuando gimió de verdad por primera vez.Y fue cuando empecé a sentir la urgencia de follármela hasta que la escuchasen los vecinos del bloque entero gemir mi nombre. Estimulé su vagina con mis dedos sin penetrarla con ellos y me centré en su clítoris porque quería que se corriese al menos una vez.
– Nagase… – susurró – Nagase, tame… – no me podía creer que ya fuese a correrse. Mientras me apretaba contra ella tirándome del pelo, dio un gemido larguísimo y agudo en el que terminó quebrándosele la voz mientras decía como podía – iku…iku…
Incluso yo estaba gimiendo de la misma excitación que sentía. Subí mi boca por su cuerpo, besándola por todas partes, pero dejé mis dedos ahí abajo. Apreté uno contra su empapadísima vagina y se lo empecé a meter muy despacio, mirando su expresión.
– Esto no te duele ¿Verdad? – Negó con la cabeza, agarrándome de la cara con sus manos y besándome con ansias, así que metí otro dedo y me llevé un buen rato masturbándola de esa manera, viéndola jadear – Maki chan, quiero hacerte el amor.
– Me va a doler – dijo moviendo las caderas al mismo ritmo que movía yo mis dedos dentro de ella. No le iba a mentir, estaba apretadísima, así que asentí.
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– Creo que si. Quizás, lo mejor es que te pongas tú encima y llevas el control – me dijo.
Se apartó de mi cuerpo, por lo que dejó de masturbarme, cosa que lamenté porque me estaba encantando. No como su lengua ni mucho menos, eso había sido lo más intenso que había experimentado nunca. Se tumbó boca arriba en mi pequeña cama – era suficiente para uno, pero para dos era pequeña. Sobre todo si esa segunda persona era Nagase – y muy nerviosa puse una pierna a cada lado de su cuerpo. Me miraba con tanto deseo… Antes de que hiciese nada, él se mojó la palma de la mano con su saliva y se la humedeció, algo que no se me habría ocurrido hacer pero que resulto ser buena idea. Y menos mal que me había masturbado antes, de no ser así habría sido imposible que todo eso entrase en mi cuerpo. Nagase era una persona grande en todos los aspectos aunque sobre todo físicamente. Y comparado conmigo era enorme, por lo que tuve problemas para hacerle entrar en mi cuerpo. Era eso y que estaba muy nerviosa. Más que en toda mi vida.
Cuando conseguí que su glande entrase en mi interior el resto fue sin problemas, solo tuve que dejarme caer. Fui muy poco a poco y aun así me dolía, la presión y el calor, sentirle dentro de mí… dolía. Y cuando más me dolió fue al llegar a un punto determinado donde sentí un pinchazo enorme y los dedos de Nagase apretarme con fuerza. No quise moverme hasta que el dolor remitió un poco y él esperó pacientemente a pesar de estar jadeando como un loco. Me dejé caer igual de despacio hasta quedarme sentada sobre él. Se sentó en la cama, me pasó los brazos por la cintura y me abrazó con fuerza, besándome.
– ¿Estás bien? Estás temblando… – hasta que no me lo dijo no me di cuenta. Me miraba con sus ojos negros y preocupados, apartándome el pelo de la cara.
– Si, no te preocupes – miré hacia abajo, entre nuestras piernas. No me podía creer lo que estaba haciendo. Y no me podía creer que no estuviese dentro entera aún. Apoyé las manos en su pecho y le miré para encontrarme con su sonrisa
– Eres preciosa – me dijo besándome la mejilla – tienes la cara más bonita que he visto en mi vida. Y cuanto más te miro más bonita me pareces – sonreí totalmente idiotizada por sus palabras, pero eso no quitaba lo nerviosa que estaba.
– No es como me lo imaginaba – me miró fundiendo el ceño – duele bastante más.
– ¿Ahora mismo te duele? – no se por qué hablábamos en susurros.
– No, cuando estoy quieta no. Pero sé que como me mueva…
Asintió y sonrió brevemente justo antes de besarme de nuevo. Eran como los primeros besos que nos dimos solo un día antes, pero esta vez estaba desnudo y dentro de mi cuerpo. Me acariciaba por todas partes con sus manos, hasta que llegó a mis muslos y me masturbó despacio con sus dedos. Eso si me gustaba, y me gustaba muchísimo.
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De lo que ella no se daba cuenta era que cuanto más cachonda estaba más me apretaba y más me gustaba a mí también. Las ganas de que se moviese de una vez me estaban volviendo loco, pero esperé y la acaricié. Y hasta que no volvió a gritarme que se corría clavándome las uñas, no intenté moverme. Sentía la polla empapada, no le iba a doler ahora, o al menos no mucho. Le iba a sugerir que se moviese cuando lo hizo por iniciativa propia mientras se corría. Al principio muy despacio, muy muy despacio con los dientes apretados y juntando las cejas. La agarré del trasero sin dejar de rozar su clítoris con la otra mano y cuando empecé a besarle el cuello también empezó a gemir. Me gustaba muchísimo sentir como me apretaba y no pude evitar mover las caderas igual de despacio que ella, jadeando contra su piel. Se movía de manera torpe, y no le había podido penetrar hasta el fondo aún, es que no sabía siquiera si podría. La agarré de las caderas y me la quité de encima con cuidado, tumbándola en la cama.
Me tumbé sobre ella, acariciando sus muslos despacio y rozándome con su empapadísimo sexo, metiéndola entre los labios mojándomela más de lo que ya estaba. Empezó a gemir mucho más fuerte, me agarraba con fuerza de la espalda y yo no podía estar más cachondo viendo sus gestos. Entré en ella con suavidad, y empecé a hacerle el amor moviendo las caderas entre sus piernas, observando como me miraba. Deduje que no le dolía al notar que me agarraba del trasero pegándome a ella, así que probé a intentar metérsela entera. Cuando lo hice dio un gemido que fue más bien un grito. Me asusté porque no quería hacerle daño y volví a penetrarla como antes, pero es que estaba tan apretada y yo estaba tan cachondo que no pude evitarlo.
– Más, dame más – me susurró
– ¿Seguro? ¿No te due—
– No me duele, de verdad… ¡Nagase! – gritó mi nombre al volver a penetrarla hasta el fondo, alargando la ‘e’ en un gemido agudo.
Susurré su nombre mientras le hacía el amor con ganas, observando su cuerpo, su cara, sus movimientos; sintiendo sus manos en mi piel y su boca contra la mía, pidiéndome que le diese más. Me puse de rodillas en la cama y la agarré de las caderas dándole no solo profundamente, sino también rápido, intentando en vano no darle demasiado fuerte. Se agarraba a la almohada con fuerza, estiró las piernas doblando los dedos de los pies y me gimió que se corría, me lo gimió una y otra vez. Y me lo gimió con tantas ganas que yo también me corrí y casi lo hago dentro de ella, se la saqué a lo justo y eyaculé rozándome con su vagina mientras me masturbaba, gimiendo sin poder evitarlo. Había sido tan intenso que tuve que dejarme caer a su lado, secándome el sudor de la frente.
– ¿Y ahora yo que hago? – dijo mirándose sofocada, toda manchada de mi esperma.
– Lo siento – dije riéndome entre jadeos.
– Voy a ducharme, ahora vengo – se iba a levantar pero la agarré de la muñeca.
– Dame un beso antes de irte – la agarré de la nuca y la besé con fuerza y ternura al mismo tiempo. Antes de salir de la habitación me sonrió, y después de resoplar y reírme, me quedé dormido sin poder evitarlo.
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Me enjuagué con rapidez porque no quería hacerle esperar, pero me limpié a conciencia. Tenía que admitir que me dio asco ver todo eso ahí derramado, pero al final me había gustado tanto que le dejaría repetirlo las veces que quisiera. Aún me sentía sensible y las piernas me temblaban muchísimo. Me dio rabia no haber hecho estas cosas antes – él tenía razón, no sabía lo que me perdía – pero es que quizás si me hubiese metido prisa no lo habría disfrutado como lo hice. Y él me había tratado tan bien y se había preocupado tanto porque me gustase que creo que fue lo que hizo que todo saliese tan bien. Salí de la ducha con una sonrisa de oreja a oreja y la toalla alrededor del cuerpo, y tuve que aguantar la risa al verle dormido boca arriba, ocupando toda la cama y roncando con ganas. Me acerqué a él y le tapé como pude asombrándome de lo guapísimo que era. Nagase ni se inmutó, pero yo pegué un buen respingo al escuchar que llamaban a la puerta. Me puse a toda velocidad el primer pijama que cogí del armario, intentando no despertarle al cerrar la puerta de la habitación y preguntándome quien era tan oportuno. Puse la chaqueta de Nagase en el perchero y abrí.
– ¿¡Qué estabas haciendo?! Mira que tenerme esperando…
– ¡Meisa chan! – Le di un abrazo inmenso a mi mejor amiga, riéndonos como adolescentes – ¡Pasa! ¿Qué haces aquí?
– He venido unas semanas con Jin y la niña – dijo mientras se quitaba los zapatos – acabo de llegar y les he dejado en casa de mis padres porque tenía que verte. ¿Por qué estás a oscuras? – dijo encendiendo la luz del salón.
– Es que estaba en mi habitación – me daba vergüenza hasta decírselo, no quería que pensase mal de mi. Me miró alzando una ceja mientras se sentaba en el sofá, quitándose la chaqueta. Y fue cuando se sentó que se dio cuenta que estaba todo lleno de ropa.
– ¡¿A quién escondes?! – Miré hacia la puerta de mi cuarto y me reí nerviosa – No me digas que vengo en mal momento porque me voy.
– No, no, no. Está dormido – dije recogiendo su camisa, su camiseta y la mía.
– ¡No me lo puedo creer! – dijo llevándose las manos a la boca y mirándome completamente sorprendida – ¿¡Ya?! Porque es Nagase ¿No?
– Si, es él – no podía decírselo mirándole a la cara así que me centré en doblar la ropa que tenía en las manos.
– ¿Se ha quedado a descansar, está borracho o…?
– Ahm… – me agaché cogiendo su cinturón y sus pantalones del suelo – supongo que debe estar cansado. – Meisa se me quedó mirando y su expresión de sorpresa aumentaba así como mi vergüenza – ¿Soy una guarra?
– ¡Anda ya! Lo que eres es inteligente, ¡Te has llevado a la cama al más cerdo de los Johnny’s! Creo que es la mejor manera de perder la virginidad – no paraba de reírse y me contagió la risa.
– Ha sido él quien me ha llevado a la cama. Literalmente.
– ¿Cómo ha sido? – dijo tirando de mi mano para que me sentase a su lado.
– ¿No quieres tomar algo? – no quería hablar del tema, me daba vergüenza.
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Me desperté solo y a oscuras. Tanteé a mi lado y después de un rato encontré el interruptor de una lamparita. Escuché voces, risas, femeninas. Por lo visto Maki tenía compañía. Me levanté de la cama poniéndome la ropa interior y dándome cuenta de que era lo único de ropa que tenía en el cuarto. Y los zapatos. Abrí la puerta de la habitación y me paré a escuchar con curiosidad lo que hablaban.
– No se porque estoy haciendo todo esto – dijo Maki – no es normal que yo haga estas cosas, tendría que estar trabajando.
– Acabas de terminar un dorama, ahora mismo no tienes trabajo, relájate. ¿No te gusta estar con Nagase o qué? – dijo la otra chica.
– Claro que me gusta, me encanta – no pude evitar sonreír – es muy divertido y es guapísimo. No se como no me he fijado antes.
– Pues salta a la vista – dijo su amiga riéndose. Le dije un ‘gracias’ mentalmente.
– Además, me trata muy bien. Muy, muy bien… ¿Crees que alguien puede enamorarse en dos días?
– No se lo digas – tarde, ya me había enterado – ni se te ocurra decírselo. Un hombre no siente las cosas como las sentimos nosotras y es normal que te confundas ahora. Acabas de hacerlo por primera vez, date unos días y piénsatelo. Además, es el primer hombre con el que estás ¿No? – Escuché que se reían – anda que no has puesto el listón alto.
Me reí, pero en el fondo estaba preocupado. No quería que esa niña se enamorase de mí, no quería algo tan serio y tan pronto pero es que quizás yo había metido la pata al tratarla tan bien. No, eso no había estado mal. Ella estaba contenta, le había gustado y era lo importante. Suspiré aún agarrado al marco de la puerta de su cuarto.
– ¡¿Maki chan?! – se quedaron calladas de inmediato y escuché unas risitas y pasitos apresurados. Cuando la vi venir con mi ropa en las manos y en pijama me entraron ganas de estrujarla y de darle besos por todas partes.
– No entré en el cuarto porque no quería despertarte – dijo dándomela – no encuentro tus zapatos.
– Están ahí, ¿Quién es? – dejé la ropa en la cama y empecé por ponerme los pantalones.
– Meisa, mi amiga – asentí – ¿Llevas mucho despierto?
– No – dije poniéndome la camiseta y un zapato a la vez. Se quedó callada unos segundos mirando como me vestía. Seguía sorprendiéndome lo poca cosa que era.
– ¿Tienes prisa? – dijo cruzándose de brazos mientras me ponía el otro zapato. Me quedé mirándola porque me observaba con una expresión de lo más insegura.
– No, pero no quiero molestaros – asintió con una expresión rara. De verdad que era preciosa, despeinada y con el pelo húmedo como estaba. Quise comérmela a besos – ¿Qué pasa?
– Eso me estaba preguntando – dijo mirando al suelo – antes de hacerlo conmigo estabas más cariñoso y ahora apenas me miras a la cara.
– No seas tonta – me puse la camisa sin ponerme los botones. Lo que pasaba es que eso de ‘enamorarse en dos días’ me tenía un poco acojonado, pero no iba a decírselo. Sobre todo porque no lo veía una tontería, era totalmente posible – ¿Dónde está el cinturón?
– Vale – se dio la vuelta y tuve que correr tras ella para agarrarla del brazo.
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¡Yeeeeeee! ¡Cómo mola! Ikuta es un pervertido xDDDD Y qué pena que no haya nada entre Mabo y Sae, booooo ¬_¬ xDD
Mehehehe!
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Joia por culo estaba centrada en otras cosas xD!! Como lo hiciese más largo no acababa nunca, desagradecía! Encima que pongo a tu niña!! xDDDDDDDD
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Bueno, vaaaaaale, te perdono, jum ¬_¬
xDDDDDD
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Que si TODO lo que escribes de Nagase y Maki fuera verdad!!!Uffffffffff!!!!!!!Uffffffffff!!! ME MUERO DE LA FELICIDAD!!!! es que son el uno para el otro!!xDDDDD
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